Cuando Perón fue espía en Chile

Antes de que hiciera eclosión en octubre de 1945, el peronismo soslaya, en su historia, un grave hecho protagonizado por el joven oficial Juan Domingo Perón siete años antes. Como agregado militar en Chile, había armado una red de espionaje para obtener documentos militares chilenos. Pero la operación fue burdamente desbaratada. Hoy 2 de abril se cumplen 80 años del estallido de un escándalo diplomático entre Argentina y nuestro vecino país. Esta es la historia

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En 1936, el mayor Juan Domingo Perón fue nombrado agregado militar en la embajada argentina en Chile. Hacía allí se dirigió con su esposa, Aurelia "Potota" Tizón, una profesora de guitarra, con la que se había casado el 5 de enero de 1929.

Perón venía de ocupar puestos de importancia. En los años anteriores, se había desempeñado como ayudante del ministro de Guerra, general Manuel Antonio Rodríguez, en los conflictivos años de la guerra del Chaco, que había enfrentado a Bolivia y Paraguay, y que Argentina –rompiendo con su proclamada neutralidad- ayudaba descaradamente por debajo de la mesa a la nación guaraní.

Perón, una de las manos derecha del ministro, no fue ajeno a estos manejos. Integrando una autodenominada comisión de límites, había recorrido la frontera norte, especialmente algunos puntos que fueron claves en el conflicto armado y memorias escritas por diplomáticos paraguayos lo señalan como uno de los funcionarios con los que se debían tratar cuestiones que se manejaban en la más estricta reserva, aún a espaldas del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Por su carácter extrovertido y carisma, enseguida el argentino comenzó a hacer buenas migas con sus pares chilenos. Participaba de recepciones, lo invitaban a actos oficiales y lo convocaban a dictar conferencias sobre cuestiones militares. Y hasta en el barrio donde vivía organizó un pequeño club para que los chicos no desperdiciaran su tiempo en la calle.

La carátula de la causa
La carátula de la causa

En Santiago de Chile era conocido como "Che Panimávida". Che, por ser una palabra bien porteña (de origen quechua) y Panimávida por una bebida gaseosa que Perón consumía asiduamente.

Ocupaba un despacho en la embajada argentina, donde estaba a cargo de las agregadurías de ejército y aeronáutica, mientras que el capitán Arce representaba la de la marina. Había fijado su vivienda al lado de la de Federico Quintana, el embajador argentino, con quien trabaría una cálida amistad.

Más allá de sus actividades protocolares, en líneas generales un agregado militar es un virtual espía. Lo invitan a demostraciones, desfiles, recorre instalaciones militares, confraterniza con efectivos de las fuerzas armadas, pregunta, escucha, averigua. A partir de la información que pueda recoger, elabora informes que son elevados a sus superiores en Buenos Aires. Y también entabló contacto con oscuros personajes, como fue el caso del empresario alemán August Siebrecht, al que todo el mundo señalaba como espía nazi y que, finalizada la segunda guerra, buscaría refugio en Argentina.

Perón tenía entre manos un plan ambicioso. Estaba en condiciones de pagar una suma considerable de dinero por una copia del Plan de Operaciones chileno, el documento militar más secreto, en el que estaba descripto el despliegue militar ante una hipotética guerra con Argentina. También estaba a la búsqueda de los Cuadros de Organización de Guerra y de las Órdenes de Batalla.

El primer inconveniente que debía sortear era que no disponía de ningún hombre de confianza que tuviera acceso a dichos documentos. Sin embargo, no tardó en encontrar lo que él consideraba era la persona idónea para ayudarlo en esta delicada tarea. Había conocido al ex subteniente Carlos Leopoldo Haniez Haniez, de 28 años, a quien un par de años atrás habían echado del ejército chileno. El decía por su condición de judío, pero su prontuario lo describía como "…un hombre de escasa moral y de vida oscura…".

Carlos Leopoldo Haniez Haniez, de 28 años, a quien un par de años atrás habían echado del ejército chileno
Carlos Leopoldo Haniez Haniez, de 28 años, a quien un par de años atrás habían echado del ejército chileno

Haniez, necesitado de dinero, aceptó participar de la operación. Pero como ya no estaba en el ejército, contactó a un compañero de promoción, el capitán Gerardo Ilabaca Figueroa, a quien solía encontrárselo en las carreras. Luego de conocer el plan Ilabaca aceptó participar, pero le contó el ofrecimiento de Haniez al propio jefe del ejército chileno.

Como desconocían quién o quiénes estaban detrás de esta operación, los chilenos decidieron infiltrar esta incipiente organización y ver los verdaderos alcances de la misma.

Perón no lo sabía, pero su plan estaba destinado al fracaso.

Se planeó que Ilabaca presentase al capitán Soriano, un supuesto cómplice que ayudaría a la obtención de la documentación. Al mismo tiempo, se elaboraron documentos falsos, que se usarían en la transacción. Todos los encuentros que Haniez mantuvo con Ilabaca fueron monitoreados y grabados por la inteligencia chilena.

Carta de Perón que firma como “Juan Perez”
Carta de Perón que firma como “Juan Perez”

El siguiente paso que Perón debía resolver era encontrar la manera de realizar una copia de esa documentación sin que los custodios de la misma no percibieran su ausencia.

Los documentos serían llevados a un departamento a designar, se los fotografiaría y se los devolvería inmediatamente. La cuestión era encontrar a un fotógrafo.

No tardó en aparecer. El argentino Diego Alejandro Arzeno Tabachi, 38 años, vivía en un amplio departamento en el Pasaje Matte, en pleno centro de Santiago. Era el representante de United Artists y era idóneo en el manejo de la fotografía. Vivía con su esposa Ana Morán Cormack y su pequeño hijo Carlos Alberto de 8 años. Conocía a Perón y estaba integrado a la colonia de argentinos que residían en la capital trasandina.

Perón había elaborado un código criptográfico para comunicarse con los integrantes de su grupo. Tiempo después, el propio Haniez confesaría a las autoridades que nunca había llegado a entenderlo. También sobrevivieron en el expediente un par de cartas escritas en clave.

Estando en Chile, a Perón le llegó el ascenso a teniente coronel, que festejó con una recepción en la embajada, en 1937. Estaba terminando los últimos detalles de su operación secreta cuando en febrero de 1938 se le ordenó regresar a Buenos Aires. Antes debía recibir a su reemplazo, y ponerlo en autos de todas las cuestiones atinentes a la agregaduría.

En febrero, descendió del tren en la estación Mapocho el capitán de artillería Eduardo Lonardi, junto a su esposa Mercedes Achával y sus hijos. El matrimonio estaba alterado por las horas viajadas en tren y porque su pequeña hija no había parado de llorar por la pérdida de su chupete.

Hasta el momento en que Perón regresó a Argentina, ambas parejas pasaron mucho tiempo juntos. En uno de los tantos paseos, Perón puso en autos a Lonardi de la operación, que ahora debía culminar él. Lonardi ostentaba una foja de servicios excelente, pero no era especialista en operaciones de inteligencia. Aún así, su sentido común le advertía que algunos detalles no le cerraban. Por eso solicitó órdenes a Buenos Aires. Y sus superiores le indicaron continuar.

Luego de que Lonardi conociera a todos los implicados, se definió el sábado 2 de abril para fotografiar los documentos.

Estuvo por hacerse en el propio departamento del agregado militar pero los chilenos se negaron, argumentando que todos los domicilios de los diplomáticos estaban vigilados. ¿Por qué la operación no se hizo en la embajada? Lonardi diría, semanas después, que "por razones de respeto a la embajada de mi país, que no puede ser expuesta en forma alguna a contingencias de esta clase".

Se haría en el domicilio de Arzeno, en Pasaje Matte 83, tercer piso, departamento 311, donde se acondicionó el dormitorio matrimonial para tomar las fotografías. El propio Arzeno había adquirido el equipo fotográfico adecuado, el que ya había probado.

Perón, desde Buenos Aires, fue el encargado de monitorear la operación y de girar el dinero, 77.000 pesos chilenos, que era una fortuna.

La mañana de ese sábado, Lonardi supervisaba las tomas fotográficas, mientras Haniez, Ilabaca y Soriano observaban. La esposa de Arzeno y su hijo se encontraban en el living, ajenos por completo a lo que ocurría en el dormitorio.

Sorpresivamente, los servicios secretos y los carabineros irrumpieron en el departamento. Encontraron a Lonardi junto a un maletín con el dinero pactado. Todos fueron detenidos, inclusive la mujer de Arzeno y su hijo.

Si bien los chilenos conocían a Lonardi, el argentino no llevaba ninguna documentación. Esa fue la excusa para llevarlo detenido, violando su inmunidad diplomática. Cuando fue interrogado –tampoco correspondía- dejó expuesto a Perón como el ideólogo de esta operación. "El anterior Agregado Militar Argentino, señor Perón, voy a decirlo claramente para que no haya ninguna duda, me puso en contacto con el señor Haniez…" La declaración figura en la causa nº 952/38 que obra en mi poder.

Lonardi fue expulsado del país. Su esposa debió quedarse unas semanas organizando la mudanza.

Arzeno y Haniez quedaron detenidos pero al tiempo fueron liberados. A Chile no le convenía avivar este escándalo diplomático con Argentina. Enseguida, el tema dejó de aparecer en los diarios por la censura que la justicia impuso. Estaba por visitar el país el flamante canciller argentino José María Cantilo, y el mandatario chileno necesitaba, entonces, mantener buenas relaciones.

Otra historia se desarrolló en Buenos Aires. Lonardi, por el disgusto, cayó enfermo. Una úlcera le hizo perder diez kilos. La providencial ayuda de su camarada Rattenbach lo salvó de una baja, y fue destinado a una unidad del interior del país.

Una noche de lluvia Mercedes Achával, la esposa de Lonardi, fue a confrontar a Perón en el departamento que ocupaba en la calle Posadas. Según relata en sus memorias inéditas, Perón le dijo que Lonardi había malinterpretado las instrucciones. La mujer le respondió que ella había estado presente cuando se les impartieron esas instrucciones, y las había cumplido al pie de la letra. Antes de cerrarle la puerta en la cara, Perón le respondió: "Las mujeres no deben estar presentes cuando se discuten temas de Estado, porque siempre lo confunden todo. Perdón, pero estoy ocupado". Perón mostró una posición ambigua. En un primer momento, asumió la responsabilidad para luego criticar duramente a su camarada.

El 10 de septiembre de ese año, Perón enviudaría. Su esposa moriría de un cáncer de útero, que ya se le había declarado estando en Chile. Lo enviarían a Europa a estudiar el panorama previo al estallido de la segunda guerra mundial. Volvería a Chile como presidente en 1953. Los militares no habían olvidado el asunto, pero la gente lo recibió al son de "Perón, Perón, qué grande sos…!"

Lonardi continuaría su carrera militar. Durante el gobierno peronista, llegó al generalato y pasó a retiro en 1951 luego de advertirle al primer mandatario que el Ejército no toleraría una candidatura de Evita a la vicepresidencia.

Todos los testigos murieron, salvo el pequeño hijo de 8 años de Arzeno, al que tuve la oportunidad de entrevistar, a sus 84 años. Aún recordaba vívidamente este escándalo diplomático que ambos países, por distintas razones, se había empeñado en ocultar.

El autor escribió el libro "El espía Juan Domingo Perón. La operación de espionaje de Perón y Lonardi en Chile". Ediciones B. Buenos Aires, 2014.     

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