Reforma interna y guerra comercial: ¿Hacia dónde va China?

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Tras concluir su sesión anual, la Asamblea Nacional de la República Popular China (RPC) sancionó una reforma constitucional que incluyó la eliminación del tope de dos mandatos para el presidente, junto con una profunda reestructuración institucional que apunta a reducir la burocracia estatal y hacer más eficiente el Estado.

El presidente Xi Jinping fue el gran promotor de ese cambio, que le permitirá permanecer en el poder de manera indefinida. Además, su pensamiento sobre el "socialismo con características chinas para una nueva era" adquirió rango constitucional. Xi fue elevado al nivel de Mao Zedong, fundador de la RPC.

Hay dos principales explicaciones sobre por qué Xi decidió eliminar el límite a su mandato en este momento, cuando acababa de ser reelecto por cinco años. El discurso oficial justifica el cambio con la hipótesis de que la prolongada permanencia en el poder de Xi redundará en mayor estabilidad política y económica para China, camino a concretar sus ambiciosas metas de los "dos centenarios", en 2021 y 2049, por las fundaciones del Partido Comunista de China y la RPC, respectivamente.

Por otra parte, críticos de China y su sistema político han alertado sobre un recrudecimiento en las pujas internas en el seno del partido, lo que habría inclinado a Xi a efectuar este cambio ahora, buscando aplacarlas. No obstante, el líder chino ya había dado una clara señal al designar un Comité Permanente, máximo órgano partidario, compuesto por hombres de su confianza y ninguno con perfil de sucesor.

A lo largo de su milenaria historia, China siempre tuvo líderes fuertes al mando. Durante siglos, ello estuvo expresado en la figura cuasi divina del emperador. Tras el advenimiento de la república, en 1911, surgieron los caudillos militares, con dos personajes preponderantes: el general nacionalista Chiang Kai-shek y el supremo líder comunista Mao, triunfador de la cruenta guerra civil entre ambos bandos.

Deng Xiaoping, el genial artífice de la China potencia global, buscó quebrar esa lógica en 1982, introduciendo el tope de dos mandatos presidenciales. Esto fue respetado por sus sucesores, Jiang Zemin y Hu Jintao. Y la fórmula fue exitosa: China se mantuvo en su senda de crecimiento y desarrollo económico, sin necesidad de tener liderazgos de tipo mesiánico. Inclusive, hasta hubo cierta difusión del poder entre los miembros de la cúpula partidaria. Así y todo, la estabilidad nunca se vio amenazada.

Posibles tensiones internas

La reversión por parte de Xi del legado de Deng abre un interrogante crucial sobre el rumbo de China. ¿Seguirá su ascenso económico sin complicaciones o bien se avecinan tensiones internas que podrían afectar la tan preciada estabilidad política?

En primer lugar, la posibilidad de recaer en el culto a la personalidad y la dependencia en un solo hombre podría acrecentar el rechazo por parte de las minorías políticas y religiosas combativas. Esto en un contexto donde la religiosidad está reverdeciendo en China. Es esperable que escalen también las tensiones con los focos independentistas en Taiwán y Hong Kong, con apoyo de los medios de comunicación occidentales. Por cierto, esto afectaría negativamente la estrategia de soft power de China y su predominante imagen internacional como superpotencia pacífica y benévola.

Por otra parte, el actor central del exitoso modelo económico y social chino es la pujante clase media, que se seguirá engrosando hasta alcanzar los 700 millones hacia 2020. Las expectativas crecientes de dicha clase, hiperconsumista y cada vez más globalizada, podrían colisionar con un estilo de liderazgo cada vez más duro, con controles por parte del gobierno que tienden a ser cada vez más sofisticados.

La guerra comercial con los Estados Unidos

En el frente externo, se viene una etapa de mayor tensión entre China y los Estados Unidos. Basado en una visión confusa y primitiva, Donald Trump ha lanzado una temeraria guerra comercial contra China, a contramano del mundo globalizado. Ingenuamente, Trump pretendería así resolver los problemas de su enorme déficit con China y la pérdida de competitividad de la economía estadounidense. Por el contrario, Trump va a terminar afectando a empresas y consumidores norteamericanos, aislando aún más a su país en el concierto internacional.

Si bien evitando caer en el juego de provocaciones de Trump, lo cierto es que China va a responder y luchar esta guerra "hasta el final", como anunció el embajador chino en los Estados Unidos. Es el gran momento de Xi elevar su perfil internacional y plantarse con firmeza frente a la actitud amenazante de los Estados Unidos. Hoy el mundo necesita un contrapeso a la prepotencia desestabilizadora de Trump y solo China da la talla.

Sin embargo, esta guerra comercial podría derivar en una escalada de medidas y contramedidas retaliatorias, con ambas partes con mucho para perder. Asimismo, en vistas de la nueva estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos y el histórico presupuesto para defensa que acaba de firmar Trump, no hay que descartar una ulterior fase de desafío militar por parte de los Estados Unidos a China. En esa línea, Trump purgó de su gabinete a las pocas voces moderadas que quedaban a su alrededor.

A diferencia de los Estados Unidos, China nunca buscó disputar la hegemonía global en más de 4 mil años de historia, siendo durante varios siglos la mayor potencia mundial. En ese sentido, su ascenso reciente ha sido pacífico, basado en la apertura al comercio y la cooperación internacional. Ahora bien, ante cualquier agresión militar de los Estados Unidos, sin dudas China responderá. En principio, los escenarios más probables de esa hipotética confrontación serían los mares del este y sur de China, espacios de soberanía innegociables para el gigante comunista, cada vez más disputados.

Para concluir, la reforma impulsada por Xi y el provocador desafío estadounidense podrían acarrear complejas tensiones internas y externas para China. Y la historia enseña que, cuando las potencias tiemblan o chocan entre sí, lo sufre todo el mundo.

El autor es magíster en Políticas Públicas (Flacso) y Master of China Studies (Zhejiang University). Miembro del comité de Asuntos Asiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Docente universitario (UCA) y director de Diagnóstico Político.

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