La marcha por la vida de este domingo fue una conmovedora manifestación pacífica, plural y respetuosa que, a través del boca a boca, se convocó para darle voz y visibilidad a millones de personas que creemos que pueden convivir los derechos individuales con nuestro valor humano más profundo: el amor.
Fue una movilización positiva, que puso de relieve ese bien fundamental tutelado por nuestro ordenamiento jurídico y nuestras convicciones morales: la vida. La vida del niño por nacer y la vida de la madre que lo lleva en su vientre.
También fue un sí a la ciencia. Entre los oradores, se destacaron médicos que explicaron y sintetizaron la declaración de la Academia Nacional de Medicina que explica que la vida comienza en el momento de la concepción, tal como está reflejado en nuestra Constitución Nacional.
Pero lo más impactante para todos quienes estuvimos presentes fueron los testimonios personales, en particular el de Cristian, quien fuera entregado a los 20 días de vida a sus padres adoptivos. Cristian contó que en su adolescencia quiso conocer a su mamá biológica, logró encontrarla y verse con ella.
Allí se enteró que fue producto de un embarazo no deseado, concebido con violencia, cuando su madre solo tenía 14 años. Esta madre, niña mujer acompañada y contenida por un familiar, decidió tenerlo y darlo en adopción, en un acto de una generosidad inconmensurable. Durante ese encuentro Cristian sólo pudo decirle: "Gracias por haberme dado la vida".
Un relato impresionante que ejemplifica las historias de muchas mujeres de enorme valentía y fortaleza que a pesar de las tremendas dificultades optan por darle una oportunidad a sus hijos.
Este caso, al igual que muchos otros que se relataron en el evento, demuestra que la solución no está en el aborto sino en la prevención, contención y acompañamiento de las mujeres embarazadas.
Y aquí las instituciones tienen también un rol fundamental que cumplir: dictar una nueva Ley de Adopción que facilite y agilice el trámite, educar en materia de salud reproductiva y accionar con ejemplaridad para prevenir abusos sexuales y castigar con todo el peso de la ley a los culpables de ese delito infame.