La Gran Estanflación

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Luego de la explosión de una burbuja financiera en octubre de 1929, se inició en los Estados Unidos un ciclo económico conocido como la "Gran Depresión", que se extendió en el tiempo y en el espacio. Su duración fue de alrededor de diez años y afectó a casi todos los países del mundo. Más adelante se acuñó el término "Gran Moderación", por parte de los partidarios de la política económica de los 90, para describir lo que ellos percibían como el fin de la volatilidad y el alcance de una tendencia de crecimiento sostenida.

Esta etapa duró hasta 2008, cuando la explosión de otra burbuja especulativa, también en el sector financiero de los Estados Unidos, en particular en el mercado de hipotecas, condujo a una crisis mundial que afectó también a casi todas las economías del mundo, y cuyos coletazos se sienten aún hoy, tras diez años.

En la Argentina actual podemos acuñar un término que nos permitirá entender la situación actual y la venidera, la era de la "Gran Estanflación". El término "estanflación" surge de la combinación de estancamiento económico con alta inflación. Esta descripción aplica perfectamente a la economía argentina de los últimos años. El último mandato de la ex Presidente se caracteriza por esta situación, con inflación alta y persistente, y la actividad económica en el subibaja del ciclo político, con caídas en los años pares (sin elecciones) y rebotes en los impares (con elecciones).

Los dos primeros años del Gobierno de Cambiemos profundizaron esta situación y las perspectivas auguran la persistencia de este fenómeno. Según datos oficiales, la actividad económica cayó un 1,8% en 2016 y se recuperó en un 2,9% en 2017. Es decir, en dos años se creció apenas un punto porcentual. Para una economía que registra un crecimiento poblacional en torno al 1% anual, el hecho de haber crecido ese mismo porcentaje en dos años implica una caída. Asimismo, la inflación en 2016 fue de 39,4% y en 2017, de 24,8 por ciento. En síntesis, la actividad estancada y la inflación muy elevada, es decir, una estanflación.

Las perspectivas conducen a proyectar la extensión de esta situación. La actitud de reducción del poder adquisitivo de los salarios, que observamos por estos días de parte del Gobierno Nacional, exigiendo un techo en las paritarias por debajo de la inflación proyectada, junto al sobreendeudamiento familiar y el escaso margen para el crédito, nos conduce a pensar en un estancamiento para el consumo privado, la principal variable de impulso del crecimiento económico. Por otra parte, las altas tasas de interés —con imposibilidad de bajar, dado que el Banco Central resulta rehén de su propia trampa, la bicicleta financiera montada para atraer capitales especulativos— imposibilitan cualquier posibilidad de inversiones en el plano productivo. Otro motor apagado.

El sector externo refleja una situación alarmante, con un déficit comercial récord que acumula 1.872 millones de dólares en los primeros dos meses del año y un saldo negativo de 10.076 millones de dólares en el acumulado de los últimos 12 meses. Según el último dato disponible, de febrero de 2018, mientras las exportaciones crecieron el último año un 10,1%, las importaciones lo hicieron al 26,3 por ciento. Esta dinámica de fuerte crecimiento de las importaciones, por encima del incremento en exportaciones, se registra hace ya varios meses, lo que amplía el resultado negativo. Esto nos permite concluir que el sector externo tampoco actuaría como impulso al crecimiento económico.

Por último, el consumo público tampoco pareciera resultar una variable explicativa del crecimiento económico, dado que el crecimiento de la partida de intereses de la deuda en las cuentas públicas conduce a ajustar el resultado primario, con recortes por el lado del gasto. Es decir, aun con un déficit fiscal en expansión, la política fiscal resulta contractiva. Frente a este escenario, si bien el año en curso muy probablemente se presentará un dato de crecimiento económico positivo, este será muy magro y consecuencia de un efecto de arrastre estadístico por el rebote del año pasado.

Además, los sectores que explicarán este magro crecimiento no son los principales generadores de empleo. Por su parte, los aumentos en tarifas de servicios públicos, transporte y combustibles no solo implican inflación per se, sino también generan un aumento generalizado de los precios por inflación de costos, algo completamente ignorado por un gobierno que continúa abrazado a la creencia, casi religiosa a esta altura, de que la inflación en la Argentina es un fenómeno estrictamente monetario, incluso con el fracaso a la vista.

Las proyecciones relevadas por el propio Banco Central dan cuenta de un 20% de inflación para este año, aunque muy probablemente termine cerca del nivel del año pasado, en torno al 25%, entre otras cosas por la aceleración en la devaluación del peso, que aun interviniendo contra su voluntad el BCRA no puede frenar.

En conclusión, el camino trazado por la actual política económica augura una Gran Estanflación, lo cual tiene impacto negativo sobre el empleo, los salarios y la calidad de vida de los argentinos.

El autor es economista.

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