Lo que mata es la inflación. No hay vuelta que darle. La instalación en agenda de otros temas puede llenarnos de debates tan apasionantes como necesarios pero la cuestión económica irrumpe y planta en escena su dramatismo en cuanto aparecen los índices de la IPC. No hay palabra bonita que mitigue o amortice los datos duros que presenta el INDEC.
Si la inflación núcleo (o "core") bajó, subió o se mantuvo, si la tendencia es o no a la alza, es regularmente, un dato para economistas y politólogos, pero esta vez no alcanza para aplacar la inquietud de los que arrastran su penuria al ras de la tierra, en el día a día de la subsistencia.
Los datos conocidos esta semana reflejan un malestar que se registra en la calle y cambiaron el eje de la conversación pública. El acumulado del 4,2% para el primer bimestre aleja de un posible cumplimiento de la pauta oficial del 15% con la cual el Gobierno pretende anclar expectativas y salarios y entretiene a la espera de un nuevo segundo semestre con buenas noticias.
Preocupa el índice mayorista de febrero que se instaló en el 4,8%, lo que supone un alza del 9,6% en los dos primeros meses del año. Un número que mete miedo porque refleja que el aumento de las tarifas de los servicios públicos, y la devaluación que arrastró la trepada del dólar seguirá llegando a los precios al consumidor en nuevas y sucesivas oleadas. No ver esta realidad, no comunicarla, es vivir adentro de un huevo.
Para Damián Di Pace, director de Focus Market, el fatídico 4,8% solo permite esperar una caída del consumo masivo acentuada en los próximos meses. Tras el derrumbe de ventas del 9% entre los mayoristas en febrero, asegura se profundizará la tendencia hacia la baja del consumo masivo que fue del 1,3 a nivel nacional en febrero. Otro dato alarmante pero indicativo: la única venta que subió fue la de bebidas alcohólicas que trepó un 1,8%.
Marco Lavagna, economista y legislador del Frente Renovador, señala que la inflación estructural sigue siendo muy alta y que se mantiene firme en el 20% anual. Un cálculo por afuera del ajuste tarifario de los servicios que se anunció termina en estos meses. La idea de que "lo peor ya pasó" se desvanece con estas novedades y constataciones.
La economía volvió a escena arrastrando de las pantallas los temas de las últimas semanas. Si se pretendía pasar el otoño y llegar al mundial debatiendo las cuestiones relativas a la agenda de género, el aborto y otros asuntos sociales habrá que recalcular.
El paso de Marcos Peña por el Congreso también reavivó algunos fuegos. La cerrada defensa que hizo de Luis Caputo , reivindicando "su honestidad, integridad y transparencia", no alcanzó. Por el contrario aceleró los tiempos de la demandada comparecencia del ministro de Finanzas ante los legisladores. Son varios los que lo aguardan con cuchillo y tenedor en mano. Más temprano que tarde tendrá que pasar con sus explicaciones.
La reivindicación de las sociedades offshore ("corrupción no son las offshore, sino los bolsos de López") tampoco sumó. Un Gobierno que levantó la vara de la ética tan arriba no puede esquivar livianamente estos debates. No solo se demanda de sus funcionarios un estricto cumplimiento de las normas ( presentar declaraciones juradas inobjetables en este caso) sino una conducta pública en la que lo que se hace coincida con lo que se pregona. La corrupción, la ética, y la corrección política son cosas bien diferentes pero todas cuentan.
Desde ciertos sectores de la oposición se percibe al Gobierno encerrado en un círculo vicioso. Son los que sostienen que la baja el déficit primario se compensa con el pago de los intereses de la deuda lo que termina dando como resultado una suma cero. El gradualismo tiene sus costos. Para salir hay que crecer. No hay vuelta que darle.
Las desventuras del oficialismo también despabilan a la oposición. A diecinueve meses de las presidenciales ya hay aprestos de campaña. El cronograma electoral pegó esta semana una imprevista acelerada. A los timbreos macristas y la instalación de la triple reelección le siguió la convocatoria que cursa este fin de semana en San Luis. Una movida que pinta más para profundizar divisiones que para amalgamar a los sectores hoy divididos. Sin la presencia de gobernadores, no permite alentar expectativas.
La búsqueda de la unidad apremia al peronismo. Sin un líder ni consensos que otorguen algún tipo de identidad es difícil poner proa hacia el 19. De todos modos le ponen garra. En eso están.
La expectativa en relación al proyecto de "equidad de género en el trabajo" e "igualdad salarial estricta" también se diluyó en la semana. Todos coinciden en los lineamientos generales pero descreen que la ley contenga herramientas que permitan a la mujer avanzar en el mercado de trabajo. Es más, hay quienes creen que algunos de los enunciados pueden jugar en contra desalentando la contratación de mujeres.
El texto establece un "código de conducta" para los empleadores que se agradece, pero no prevé ninguna sanción para quién lo incumpla. Una cosa es reforzar con el discurso los saludables consensos de época y otra muy distinta es dar herramientas concretas para que lo que se acuerda efectivamente se cumpla. Por el momento, los empleadores siguen percibiendo que contratar a una mujer tiene siempre y objetivamente un costo más alto.
Hay que prorratear maternidades, lactancia y demandas inelásticas que la naturaleza y el mandato cultural imponen. El aumento de los días de licencia por paternidad es de las pocas disposiciones que al equiparar la situación entre los géneros favorece indirectamente la contratación de mujeres.
El tema se aprobará seguramente sin demasiado barullo, aunque no pase de una explicitación de derechos ya contenidos en la Constitución Nacional que la inmensa mayoría pretende en la práctica ignorar. Será ley más temprano que tarde pero sin entretener.
Otro tema es el del aborto. El tratamiento de la interrupción legal del embarazo sí promete ruido. Habrá que prepararse para escuchar una cantidad de desmesuras y disparates. Un adelanto lo tuvimos esta semana con la descabellada alternativa presentada por la diputada nacional Marcela Campagnoli, quien propuso precipitar partos en la semana veinte para continuar la gestación en incubadoras bajo la figura de una adopción pre-natal. Un delirio por dónde se lo analice.
Es obvio que la legisladora dispone de muy poca información acerca de los costos en lo económico y en lo emocional, sin contar los riesgos, que supone llevar una vida a término fuera del útero materno.
Parece que ni en el Gobierno ni en la oposición dedicaron un tiempo a evaluar los efectos indeseados que sobre la consideración de los legisladores y otros referentes políticos tendrá entrar en un debate sólo animados por la pasión de defender a ultranza una posición.
Ni traicionar las propias convicciones ni ceder a las conveniencias políticas para agradar a la mayorías. El debate tiene que ser a fondo, sin concesiones. Son muchos los que no tienen definido su voto para el caso de que llegue al recinto.
La inminente llegada del otoño nos encuentra, otra vez, hablando de economía y a la espera de un esperado segundo semestre que nadie sabe a ciencia cierta cuándo llegará.
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