Asistimos diariamente a duras críticas sobre los perfiles insuficientes de la formación docente inicial y continua. Hay un consenso casi unánime sobre las falencias en la formación de los maestros de nivel inicial y primario fundamentalmente y de la formación que acontece en los profesorados.
Sostenemos como país modelos tradicionales de formación y replicamos estrategias de enseñanza poco actuales y desvinculadas de las reales necesidades de niños, jóvenes y adultos de hoy para insertarse inteligentemente en la dinámica de la sociedad del siglo XXI.
Frente a dicho contexto, transitamos etapas de cambios curriculares demandados por las leyes, las normativas y por los marcos definidos federalmente, que han enfatizado procesos arduos de selección de contenidos conceptuales que no lograron mejorar las necesarias demandas de una educación de calidad para todos. También invertimos altos presupuestos en mejorar los recursos tecnológicos en las escuelas, pero sin lograr avanzar en los resultados de los aprendizajes de los estudiantes.
Para poder ingresar en los cambios y las innovaciones que socialmente exigimos de los maestros, es prioritario reinventar el modelo de formación docente actual, que retome lo más destacado del normalismo y sea capaz de cambiar el modo de enseñar a enseñar en contextos diversos para garantizar el adecuado ingreso, la permanencia, el egreso en tiempo y forma, y el aprendizaje efectivo de todos los estudiantes.
Las experiencias de fallidas reformas educativas de la formación docente en Argentina son en parte fruto de indefiniciones de política educativa de fondo respecto de la manera de enseñar a todos, diferenciando estrategias de acuerdo con los perfiles de estudiantes que pueden integrarse en un mismo grupo de clase. Esto pone de manifiesto que la calidad de la formación depende de lo que sucede en las instituciones educativas: la manera en que los formadores modelan la buena enseñanza, la calidad de las prácticas y las residencias o la articulación entre los diferentes contenidos académicos, entre otros aspectos.
Hoy identificamos un proceso significativo de demanda social de mejora de la educación, y de la formación inicial y continua de los profesores, que tiene marcos legitimados en la ley de educación nacional nº 26206/06, en varias resoluciones del Consejo Federal de Educación y en normativa del Instituto Nacional de Formación Docente, pero que no logra aún mejorar la calidad de la formación de los estudiantes, ni recuperar la motivación y las capacidades de enseñanza de los docentes.
Cuando miramos y estudiamos experiencias comparadas con la formación docente en otros países del mundo, tales como Finlandia, Singapur, Canadá, Corea del Sur, Australia, Estados Unidos, a pesar de la diversidad y la especificidad local, todas convergen en que, para ejercer la docencia, se requiere tener el más alto título académico. Por ello, en esos países se recibe un reconocimiento económico por el trabajo realizado mediante el pago de salarios dignos y competitivos según el mercado laboral, los procesos de desarrollo profesional docente son permanentes y se apoya sistemáticamente la enseñanza a través de estrategias integrales y convergentes.
Hace siete años iniciamos desde el Departamento de Educación de la Universidad Católica Argentina una investigación profunda sobre los modelos educativos que forman a los mejores maestros, para comprender bajo qué escenarios y condiciones, y con qué formatos se enseña bien en otros países del mundo. En clara búsqueda por optimizar los métodos y los procedimientos de enseñanza, la integración de tecnología, las adecuaciones curriculares, la evaluación permanente y la práctica profesional constante.
Las tan reclamadas habilidades, capacidades, competencias alcanzaron en el podio de la excelencia educativa el primer puesto. Desde los organismos internacionales, las ONG, las universidades, los ámbitos de investigación hay una clara coincidencia en que una nueva docencia requiere un proceso formativo basado en habilidades, entendidas como capacidades para saber hacer con ciencia y con conciencia. La demanda de capacitación docente en estas habilidades es inminente y no puede esperar más.
Considerando dicho contexto, del Alverno College (Milwaukee, Estados Unidos) y de su expandida experiencia de éxito en la formación de buenos maestros (ability-based learning, new pedagogical model based on skills), desde el Departamento de Educación de la UCA integramos los ejes sustanciales que ayudaron a repensar la formación inicial de docentes.
Las habilidades centrales para una formación docente innovadora son:
–Conceptualización: integrar el contenido del saber con los marcos educativos y con un entendimiento más amplio de las humanidades a fin de planificar e implementar la instrucción.
-Diagnóstico: relacionar el comportamiento observado con los marcos pertinentes con el objetivo de planificar e implementar estrategias de aprendizaje.
-Coordinación: manejar recursos de modo eficaz a fin de respaldar objetivos de aprendizaje.
-Comunicación: usar medios verbales, no verbales y de multimedia para crear el clima del aula, y estructurar y reforzar el aprendizaje.
-Interacción integrada: actuar como un tomador de decisiones situacional, adaptarse a las necesidades cambiantes del ambiente para lograr que los estudiantes se conviertan en aprendices.
Estas habilidades comulgan y se integran transversalmente con los siguientes factores claves en las prácticas de enseñanza:
-Objetivos claros de aprendizaje.
-Un plan de estudios y un proceso de evaluación para construir el saber.
-Las habilidades y las destrezas actitudinales señaladas en dichos objetivos.
-Las experiencias clínicas bien diseñadas que ofrezcan la posibilidad de asumir de modo gradual una mayor responsabilidad con el trabajo con estudiantes.
-La autoevaluación y la retroalimentación intencionales y continuadas.
-La atención al fin moral de la educación en el desarrollo de las destrezas actitudinales del docente en su sentido más profundo.
Los requisitos esenciales para un cambio de paradigma de la formación docente inicial son:
-Concepción de aprendizaje inclusivo y efectivo.
-Nueva ética profesional docente.
-Diseño y explicitación de claros criterios y expectativas de aprendizaje comprendidos como metas complejas acordadas en la comunidad y vinculadas con las habilidades.
-Docentes trabajando en equipo y en comunidades.
-Habilidades para la formación docente con progresiva gradualidad en su alcance.
-Plataforma digital interactiva.
-Centralidad de todos los procesos orientados a los aprendizajes auténticos y complejos.
-Evaluación como retroalimentación continua (evaluación del docente, autoevaluación, evaluación de pares, evaluación externa).
-Nueva cultura escolar en función de los estudiantes y de los docentes.
-Portafolios digitales: uso de evidencias para las evaluaciones de desempeños.
Decididos a renovar la formación docente inicial, continuamos en nuestro segundo año de formación de maestros universitarios de educación inicial y primario, secundario y superior, bajo un nuevo modelo de formación que basa su eje en una premisa central que sostenemos con profundo y renovado compromiso: "Los buenos maestros tienen que demostrar que merecen su primer día de clase".
La autora es directora de Educación de la UCA.
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