La inversión china como desafío

Lautaro Rubbi

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El auge económico de la República Popular China en las últimas décadas ha sido extraordinario. En el curso de 30 años, durante los cuales ha mantenido tasas de crecimiento cercanas al 10%, China ha multiplicado su PBI por 10, sus exportaciones por 20 y sus reservas por más de 100. En el contexto de su fuerte expansión económica, una de sus iniciativas de desarrollo económico y comercial más ambiciosas pretende recrear la antigua ruta de la seda, uno de los caminos comerciales más importantes de la historia, que llegó a cubrir toda Asia, conectando también África y Europa.

El proyecto One Belt One Road (OBOR) se fundamenta en una fuerte base financiera en forma de préstamos e inversiones para la construcción de infraestructura que permita agilizar las rutas comerciales de los productos desde y hacia China, además de otros proyectos de desarrollo económico. Es el programa de su tipo más amplio en el mundo con inversiones previstas en casi un billón de dólares durante los próximos años. Más de sesenta países han expresado su interés en participar.

Asia central ha sido la principal receptora de las inversiones chinas en el marco de la iniciativa, lo que la torna un caso ejemplar para analizar los, hasta el momento, dudosos impactos. Si bien China ha desplegado millones en inversiones en la región, estos todavía no impactados en un aumento en las exportaciones o el PBI de esos países. Al mismo tiempo, mientras que en discursos y papeles la iniciativa promete ir mucho más allá de la infraestructura en conectividad, al financiar proyectos relacionados con zonas industriales y otras iniciativas de desarrollo, en la realidad poco más que puentes y caminos han llegado a Asia central de la mano de OBOR. Esto confirmaría las sospechas de que el único objetivo real de la iniciativa es llevar los productos de origen chino a todo el mundo y las materias primas desde el mundo hacia China.

En cuanto a América Latina, si bien no está comprendida en la ruta, la región es de gran interés para China por su potencial de proveer alimentos y energía. En mayo de 2017 el Presidente argentino, junto con la Presidente de Chile, fueron los únicos mandatarios latinoamericanos invitados a firmar los principios rectores de la iniciativa durante el Foro Internacional de la Nueva Ruta de la Seda. Allí, Macri subrayó que para América Latina la participación en OBOR "es una oportunidad que no queremos dejar pasar", ya que se alinea con los objetivos locales de desarrollo de infraestructura y reducción de pobreza.

Sin embargo, en la Argentina, replicando el patrón de la región latinoamericana, las inversiones chinas, que continúan por debajo de la de países como Estados Unidos, Holanda, España o Alemania, se dirigen principalmente a recursos naturales y responden a las necesidades de abastecimiento del país asiático. Todo indica que las inversiones chinas en infraestructura no son más que una apuesta para abaratar los costos logísticos y de transporte de materias primas, energía y minerales, y muchas veces son obsoletas frente a la necesidad argentina de generar un crecimiento sostenible en el largo plazo. Como lo demuestran el caso de Asia central, hace falta mucho más que inversión en infraestructura para la reconversión de la economía hacia una matriz productiva que se aleje de la exportación de materias primas y apueste por el desarrollo industrial.

La participación de la Argentina en OBOR representa una óptima oportunidad para reforzar nuestro relacionamiento con la República Popular China y con el mundo, así como una oportunidad para el sector productivo y de servicios de nuestro país y para toda la sociedad. Sin embargo, como dicta el dicho, cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Ante las evidencias del comportamiento de la inversión china hasta el momento, será importante ser cautos para saber aprovechar las oportunidades que acarrea el gran futuro que China tiene por delante.

El autor es profesor investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Fundación UADE, Conicet.

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