Con 115 millones de habitantes, México es el segundo país más populoso de América Latina. El próximo 1° de julio, cerca de 80 millones de mexicanos concurrirán a las urnas para decidir quién será el sucesor del actual presidente, Enrique Peña Nieto.
En ese marco, las similitudes y diferencias entre Andrés Manuel López Obrador, el candidato que encabeza todas las encuestas, y el Presidente Mauricio Macri, resultan interesantes para analizar el escenario electoral y el futuro gobierno mexicano.
Repasemos, entonces, las tres lecciones del proceso que llevó a Macri a la victoria en Argentina que podrían replicarse en el caso de López Obrador en México.
1. Los tamaños de los partidos no definen la elección, la cantidad de electores sí
Las victorias atribuidas exclusivamente a las maquinarias de partidos colosales ya son páginas amarillentas en los anales de la historia electoral mundial. Hoy en día, prácticamente no existen partidos que puedan ganar solos, por lo que las coaliciones y frentes son casi una constante para intentarlo. Es más, en muchos casos estas formaciones son encabezadas por nuevas expresiones políticas, como en el caso del PRO.
Entre los principales candidatos en México están Ricardo Anaya por México al Frente (coalición entre el PAN, Movimiento Ciudadano y el PRD), José Antonio Meade por Todos por México (coalición de partidos entre los que destaca el tradicional PRI, actual partido gobernante) y Andrés Manuel López Obrador por Juntos Haremos Historia (coalición entre su espacio MORENA y el Partido del Trabajo).
Anaya y Meade cuentan con el respaldo de dos partidos importantes en México. Ambos espacios políticos son gobierno en la mayoría de los distritos, cuentan con una extensa historia electoral (tanto el PRI como el PAN han ocupado la tradicional "Silla del Aguila"), y fueron los espacios por donde trascurrieron o surgieron la mayoría de los actuales líderes políticos. La similitud con el peronismo y el radicalismo es, en este caso, más que evidente.
Si bien hoy López Obrador –conocido popularmente como AMLO- no cuenta con dicho respaldo, su historia política se originó en el tradicional PRI de los '70 para luego recorrer desde los '90 hasta 2012 las filas del por entonces progresista PRD (Partido de la Revolución Democrática), hoy aliado del centroderechista PAN.
Sin embargo, a las elecciones de 2018 llega con un espacio que hoy no gobierna. Incluso, se podría decir que cuenta con cierta frescura y con una imagen de algo nuevo y "distinto". Esto se vuelve una fortaleza en el marco del descontento del electorado hacia los partidos tradicionales y la creciente desaprobación popular hacia la gestión del PRI, el gobierno nacional saliente, el cual supera el 70% de imagen negativa.
El frente liderado por el PAN eligió el 12 de febrero pasado a Ricardo Anaya Cortés como su candidato. Sin embargo, este tiene que ganarse aún al 30% de los afiliados que no lo votaron. Una disputa similar a la que se dio en el peronismo en 2015, cuando la tardía definición y el endeble respaldo partidario a Daniel Scioli, se volvieron unos de los temblores electorales más importantes que sufrió el candidato.
En el caso de AMLO esta situación es para tomar nota. Quizás habrá que considerar a los votantes disconformes por la elección de Anaya, pero que a su vez tampoco votarían por el PRI, como un posible votante de López Obrador.
2. La trayectoria política no gana, per se, elecciones
AMLO no es Macri, su historia no se le parece. A diferencia de presidente argentino, López Obrador puede ser definido como un "político tradicional". Su trayectoria lo ubica en la presidencia del PRD a fines de los años '90, luego Jefe de Gobierno de la Ciudad de México de 2000 a 2006 y de allí hasta la fecha, sucesivo candidato a presidir el país.
En este sentido Macri es lo que se conoce como "outsider". Es decir, una persona que no tiene una trayectoria en la política, sino que todo lo contrario: "viene de afuera". En el caso del Presidente de la Nación, podríamos señalar que viene del sector privado (empresas) y del deporte (presidente del Club Atlético Boca Juniors).
En un contexto latinoamericano en el cual los políticos, y sobre todos los que acumulan décadas en el poder, no son bien vistos por el electorado, ser alguien con una treyectoria "limpia", alguien que viene de un club, de una empresa, del espectáculo o simplemente de la sociedad civil, puede ser una virtud electoral. AMLO no puede, ni debe, ocultar su trayectoria política. Sin embargo, se encarga de resaltar rasgos nuevos que oxigenan la política mexicana.
Hay una carta interesante de la cual López Obrador puede echar mano. Siendo el PRI y el PAN dos de los partidos que mayores distritos gobiernan y cuyas historias son más longevas, además de que se los puede considerar como los más poderosos de México, MORENA queda relegado al grupo de los partidos chicos y débiles, entre otras atribuciones disminuidas.
Lo cierto es que este escenario no es del todo dramático, sobre todo si López Obrador juega estratégicamente y busca el denominado efecto "underdog", el cual se produce cuando el electorado percibe que un partido o líder está en una situación de manifiesta debilidad respecto a otros, y ante esta desigual competencia decide apoyarlo.
3. Lo nuevo le gana a lo viejo
El desafío electoral de López Obrador es, en varios aspectos, disímil al que Cambiemos asumió en 2015. Macri no se había presentado antes en una elección para dicho cargo. AMLO tiene un adversario invisible pero muy poderoso si sus adversarios logran nutrirlo. Sobre todo, en el recuerdo del elector: la derrota. Su carrera política lo ha puesto en dos ocasiones ante una contienda electoral a nivel nacional. En ambas oportunidades perdió. Además, muchos recuerdan su actitud frente a la exigua derrota de 2006 frente a Felipe Calderón, y el movimiento de resistencia que bloqueo durante 47 días la principal arteria de la capital (el Paseo de La Reforma).
Por estas semanas la ventaja que MORENA le lleva a sus competidores oscila entre los 10 y 15 puntos, según la encuesta. Una ventaja con la que Macri no contó en su contienda electoral de 2015, pero que tampoco debe ser tomada por López Obrador como algo seguro. Más aún a la luz de la experiencia de 2006 en la que llegó a ostentar también una considerable ventaja en las encuestas, pero sucumbió ante una implacable campaña negativa que lo instaló como un "peligro para México".
Continuidad o cambio
Para los argentinos el título de este apartado les resultará familiar. Luego de los seis años de gobierno de Peña Nieto la discusión será si los mexicanos quieren continuar con el PRI o si quieren cambiar.
Según la mayoría de las encuestas "el cambio" se identifica más con López Obrador que con Anaya.
En este marco, el odio, el rechazo y/o el cansancio del electorado hacia la clase política tradicional va a jugar un rol central para el futuro del PRI, pero también del PAN y del PRD. La incógnita es si López Obrador logrará instalarse en ese marco como lo nuevo, o sucumbirá ante las tentaciones de la "vieja política".
*El autor es Sociólogo y Consultor Político. Autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar 2017)