En los próximos cinco años, si las inversiones pudiesen crecer en forma sostenida hasta alcanzar el 20% del PBI en 2022 y, como consecuencia de ello, más alguna ayudita desde Brasil, las exportaciones crecieran un promedio del 7% anual desde hoy, el PBI podría crecer a razón del 3,5% acumulativo por año.
Este escenario no está mal, dadas las restricciones iniciales de la macroeconomía recibidas por el actual Gobierno y de nuestras características culturales para tolerar mayores correcciones; correcciones por las que los economistas ortodoxos, con razón numérica, abogan.
Una tasa de inversión del 20% del PBI y crecimiento de las exportaciones a un ritmo del 7% por año son prerrequisitos para que el PBI pueda crecer a un ritmo acumulativo de 3,5% anual
Sin embargo, con este crecimiento, el desempleo no habrá bajado significativamente y tendremos que esperar muchos años todavía para lograr el objetivo de pobreza cero. Deberíamos desear crecer a tasa más alta.
Cabe aclarar que este escenario asume que el Gobierno se consolida políticamente, continúa la agenda de reformas y se cumplen los objetivos de déficit fiscal, la inflación desciende gradualmente, Brasil se recupera en forma lenta pero sostenida, el precio de las materias primas que exportamos se mantiene estable, las tasas de interés internacionales suben gradualmente aunque se mantiene la liquidez internacional y no se prevén "cisnes negros".
Virtuosidad del ecosistema competitivo
Para lograr las inversiones, locales y las provenientes de la extranjera directa, e incrementar las exportaciones, nuestro país necesitará mejorar significativamente su competitividad. Dicha competitividad debe sustentarse en una mayor virtuosidad de nuestro "ecosistema competitivo".
El ecosistema competitivo es el conjunto de valores y atributos que les permiten a nuestras empresas y emprendedores competir globalmente, generar utilidades, inversión, empleo e innovación dentro un marco donde el país respeta las normas del comercio internacional.
Es un hecho que hemos generado, desde hace ya décadas, niveles crecientes de pobreza e indigencia, inestabilidad macroeconómica, deterioro de la educación, baja inserción en el mundo, ausencia de políticas de Estado, falencias institucionales, jóvenes que no estudian ni trabajan, drogadicción, inseguridad. Todo ello es consecuencia de no haber podido hacer funcionar adecuadamente ese ecosistema competitivo.
¿Qué compone el ecosistema que, necesaria e imperiosamente, tenemos que hacer funcionar de manera mucho más virtuosa y así lograr niveles crecientes de competitividad?
La base del ecosistema es nuestro sistema de valores.
Requisitos claves
A partir de este sistema debemos sostener ciertos atributos que, también es un hecho, la mayoría de los países competitivos y desarrollados sostienen, a saber:
1. Un buen funcionamiento del sistema democrático e institucional, que incluye la calidad del sistema jurídico, de la función de Justicia y la minimización de la corrupción.
2. El sostenimiento de la libertad económica.
3. La limitación al poder del gobierno y su transparencia.
4. La protección del derecho de propiedad y el respeto de los contratos.
5. La calidad de las regulaciones, que incluye el sistema fiscal, del comercio exterior, de las normas de competencia de mercados y las condiciones para que se genere una adecuada infraestructura.
6. El cumplimiento regulatorio, por parte de la gente y las empresas.
7. La construcción de capital humano, que comprende la calidad de la educación y las habilidades de la gente para el trabajo, y del capital social.
8. La posesión de una moneda sana, que no es otra cosa que minimizar la inflación.
9. La calidad de las empresas y la de los emprendedores.
El sistema de valores, propio de cada país, puede propender o no a la competitividad. No voy a hacer un juicio de valor sobre ello, sin embargo dejo ciertas preguntas que el estimado lector deberá responder y hacer su propio juicio.
¿Los argentinos tenemos o sostenemos?:
1. Vocación por competir
2. Valorización positiva del exitoso
3. Valorización positiva del empresario y del emprendedor
4. Apreciación por la modernidad
5. Tolerancia a la incertidumbre
6. Conceptualización del fracaso como una etapa en el camino al éxito
7. Vocación por el aprendizaje y la mejora continua
8. Valorización de la responsabilidad individual
9. Apreciación del valor del trabajo
10. Conceptualización del impuesto como una contraprestación
11. Conceptualización del poder para servir y no para servirse
12. Rechazo social de la corrupción, la corruptela y el amiguismo
13. Demanda por la eficiencia del Estado
14. Creatividad e innovación
15. Igualdad y equidad como aspiración
16. Criticidad de la educación
17. Apreciación del mérito
18. Sindicalismo como un instrumento de progreso
19. Desprecio por ciertos antivalores como clientelismo, corporativismo, ausentismo y capitalismo de amigos.
Amigo lector, espero que su juicio haya sido esperanzador. De lo contrario, las predicciones del inicio de esta nota podrán ser cumplidas o no, pero en el más largo plazo: ¡estamos en problemas!
El autor es director de la Unidad de Competitividad de Abeceb.
Twitter: @mascompetitivos