San Martín y Bolívar en Guayaquil

Diego Lo Tártaro

Guardar

El pasado 25 de febrero se cumplieron 240 años del nacimiento de don José de San Martín. Para recordarlo nos parece oportuno hacer referencia a una página de su vida que motivó y motiva diferentes interpretaciones. ¿A qué hacemos referencia? A la entrevista de Guayaquil entre los dos libertadores de América: San Martín y Bolívar.

Durante más de un siglo y medio, los historiadores se enrolaron en dos corrientes historiográficas, según su origen, bolivarianos y sanmartinianos, con apasionamiento patriótico, idealizando a sus próceres, quitándoles su condición de hombres para transformarlos en héroes míticos. Esta confrontación solo los llevó a alejarnos de la verdad histórica, y este accionar nos separó de la realidad histórica. Como resultado, lo único que se logró fue confundir, y enturbiar los hechos y sus consecuencias.

Para comprender y hacer este análisis tomé tres componentes: el terreno en que se desarrollaron los hechos, las circunstancias y luego los hombres que serían sus protagonistas.

El escenario

La conquista de América básicamente la llevaron adelante tres potencias europeas: España, su descubridora, Portugal y solamente en una mínima parte, Inglaterra.

De este análisis vamos a excluir la parte de América portuguesa, porque esta se mantuvo unida y compacta por la Corona, luego consolidada con el traslado a América por las circunstancias que se vivían en Europa, la invasión napoleónica a la península ibérica.

La inglesa no tiene ninguna implicancia en el resto de América. Sí la tiene la revolución americana en lo que hace a sus ideas sobre la libertad y la república. Esto sí tendría una importancia fundamental en todo lo que hace a la emancipación americana y en el espíritu de Guayaquil.

España se encuentra, en América, ante todo un continente con pueblos que tienen culturas muy desarrolladas y con gran población: aztecas, mayas, incas. A diferencia de Inglaterra y Portugal, que solamente encuentran grupos minúsculos y dispersos de aborígenes incultos.

Quienes toman a su cargo inicialmente la conquista española son en su mayoría aventureros incultos, por ejemplo, Pizarro, Almagro; otros no, como Cortés. Pero a todos los unía y movía un común denominador: la codicia por el oro y la plata que estas tierras tenían en abundancia.

Junto con ellas vino la Iglesia, con el propósito de la evangelización. ¿Por qué hago esta pequeña observación? Porque la América española estuvo y quedó poblada por sus primeros habitantes, los pueblos originarios, a los que se incorporaron los españoles, con sus costumbres, su cultura y su religión. Estos pueblos tendrían una importancia decisiva en la conformación cultural y política de la América española, que se prolongaría en el tiempo hasta nuestros días.

Muy por el contrario, la conquista de los pueblos originarios de Norteamérica, con excepción del sur de California y Texas, como así también de la Florida, que fueron evangelizadas por los españoles, el resto recién se concretó mediante la conquista militar, y recién cuando el resto de América se había independizado.

Esto desde luego conforma un escenario fundamentalmente diferente entre la América española y la inglesa y, por lógica consecuencia, un futuro diferente.

Los dos protagonistas: Bolívar y San Martín

Los orígenes y la formación de Bolívar y San Martín son indudablemente muy diferentes. Bolívar era un americano de familia opulenta y con fuertes raíces locales; no olvidemos que la sociedad caraqueña estaba conformada por españoles y criollos que compartían los cultivos y los negocios del café, el algodón, el tabaco y el cacao, que a fines del siglo XVIII significaban entre el 30% y el 100% de sus exportaciones. Estos cultivos requerían de mano de obra intensiva. Por otra parte, esta riqueza generaba conflicto de intereses entre españoles y criollos, prueba de ello era la actitud del coronel del Batallón de Milicias, Juan Vicente Bolívar, padre del futuro libertador, de quien este no guardaría recuerdos personales por el hecho de que murió cuando él tenía apenas dos años y medio.

En 1782, junto con dos distinguidas personalidades de Caracas, se dirigió por carta a Francisco Miranda, por el trato y "tiránicas providencias e insultos" que daba el "maldito señor ministro Gálvez" a los americanos, "sin importarle estirpe, rango o circunstancias, como si fuesen esclavos viles". Es decir, Bolívar conoció y padeció los problemas locales, su familia era parte, como diríamos hoy, del establishment. Luego, su juventud, que transcurrió en Europa, le dio una visión más completa y real del mundo, de su tiempo y sus circunstancias. En él estaban la conjunción de lo americano y lo europeo, por ello su visión más republicana de la forma de gobierno.

Por el contrario, San Martín era accidentalmente un americano, tenía un desconocimiento total de la tierra que lo vio nacer. En su primera infancia, cuando partió para España, no tenía ni dejó familia, amigos, ni bienes, es decir, no tenía nada que lo arraigara. Su vida de niño, adolescente y adulto la hizo en España. Su formación, su pensamiento y sus actitudes eran las de un militar europeo, sus ideas de gobierno favorables a la monarquía. Nada hay en su personalidad con rasgos americanos.

La revolución americana que había comenzado en la primera década del siglo XIX se vio favorecida por la aparición de Napoleón en el escenario europeo, que obligó a todos los Estados del Viejo Continente a destinar todos sus recursos materiales y humanos a combatir al nuevo conquistador imperial. Esta situación las llevó a desatender a sus posesiones en América; como consecuencia lógica, los movimientos revolucionarios se multiplicaron, las revoluciones se extendieron y fortalecieron. Pero, en junio de 1815, luego de la batalla de Waterloo, Europa respiró nuevamente los aires de la paz y la tranquilidad de los antiguos regímenes. Consecuentemente, volvió a poner la vista en sus colonias. Las nubes de la tormenta que habían ensombrecido al cielo europeo por muchos años se hacían entonces presentes en el horizonte de América; los criollos tomaban conciencia de que la situación requeriría de valor, unión, firmeza y serenidad, ya que la lucha se avecinaba.

Los años trascurridos durante el inicio del siglo habían generado la aparición de hombres valientes, capaces y decididos a jugarse por las libertades que habían comenzado a lograr. Sin embargo, sería solo en dos hombres providenciales, San Martín y Bolívar, en quienes habitaba, en sus espíritus e intelectos, la genialidad de materializar esos propósitos.

No voy a explayarme en las gestas libertadoras de estos dos hombres, pero sí en las circunstancias en que el destino de América y de ellos se encontraban en momentos decisorios. Los hechos se producían con rapidez, ambos venían con los laureles en sus sienes de la libertad y la gloria. Sin embargo, en muy diferentes condiciones llegaban al encuentro.

Las circunstancias

El lugar del encuentro de los dos Libertadores fue Guayaquil. Ello aconteció los días 26 y 27 de julio de 1822, se reunieron en privado y sin la presencia de terceros. El primer día permanecieron a puertas cerradas hora y media, el segundo día, cuatro horas. Lo tratado entre ambos hombres solamente se puede deducir, ya que guardaron secreto. ¿Entonces cómo podemos desentrañar el secreto de Guayaquil? Analizando las circunstancias, las personalidades de estos dos hombres, los propósitos y los resultados de este encuentro.

Guayaquil fue el lugar de encuentro entre los dos hombres más poderosos de la América del Sur. A uno lo acompañaba el éxito y sabía qué quería y cómo obtenerlo. El otro llegaba con serios problemas de poder sin resolver, desgastado, falto de apoyo político, de recursos y hombres; por otra parte, seriamente resistido por los sectores más conservadores de Lima. En estas condiciones, debía enfrentar una muy dura situación militar, con un ejército español mucho más numeroso que el de él, pero, sin embargo, intacto y experimentado.

Bolívar, idealista, altivo, espontáneo, oportunista, arrebatado, intuitivo, soñador, con un espíritu capaz de genialidades. San Martín, noble, austero, frío, prudente, reservado, inteligente, racional, observador, que medita todos los pasos a dar en todas las circunstancias y con un profundo sentido de la realidad y las circunstancias que lo redaban y le tocaban vivir.

Sintetizando, Bolívar: un republicano, por origen; San Martín: un monárquico por origen y formación.

¿A qué voy con estas semblanzas? A que ya cuando estos dos hombres se encontraron por primera y única vez en Guayaquil, estaban en la cumbre de sus vidas, y sus personalidades y su obra eran conocidas en el mundo, que los observaba, sabía que sus decisiones tendrían una importancia definitiva para la conformación de esta parte de América.

La reunión se produjo en Guayaquil. Ninguno de los dos dejó testimonio escrito, solamente se sabe por comentarios muy escuetos, aislados y personales que cada uno aportó. Por ello, tenemos únicamente para indagar sus condiciones, las circunstancias y, luego, sus resultados.

Develando el misterio

El gran misterio de Guayaquil creo que está expuesto con franqueza, ironía y resignación en la carta de San Martín a Bolívar, datada en Lima, el 29 de agosto de 1822, donde expresa: "Querido general: Los resultados de nuestra entrevista no han sido lo que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, o que usted no ha creído sincero mi ofrecimiento de servirle bajo sus órdenes con las fuerzas a mi mando, o que mi persona le es embarazosa". Luego se explaya sobre cómo están sus fuerzas, las españolas y las circunstancias que se deben afrontar, como así también sus dificultades materiales y políticas. Le advierte: "No se haga usted ilusión, general: las noticias que usted tiene de las fuerzas realistas son equivocadas".

Más adelante escribe: "Porque estoy íntimamente convencido de que, sean cuales fueran las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos evitar la continuación de tamaños males. En fin, general, mi partido está irrevocablemente tomado: para el 20 del mes entrante he convocado el primer Congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que solo mi presencia es el único obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército a su mando".

"Para mí hubiera sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América del Sud debe su libertad: el destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse. No dudando de que después de mi salida del Perú el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa petición, antes de partir remitiré a usted una carta de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a usted de utilidad su conocimiento".

He aquí expresado en San Martín una sutil forma de juzgar y disentir con los propósitos que animaron la acción de Bolívar en Guayaquil.

Finalmente, aparece en San Martín el espíritu masónico que ambos practicaban y el velado recordatorio del compromiso al secreto: "Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia, permítame usted, general, le diga que creo que no era a nosotros a quien pertenecía decidir este importante asunto: concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran tranzado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos Estados de Sudamérica". Luego: "He hablado a usted con franqueza, general, pero los sentimientos que expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio: si se trasluciere, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalerse para perjudicarla, y los intransigentes y ambiciosos, para soplar la discordia".

San Martín guardaría secreto durante toda su vida de lo tratado en Guayaquil, prueba de ello es la carta que le dirige desde Bruselas al general Tomás Guido, el 21 de junio de 1827, para dar respuesta a una carta en la que Guido hacía referencia a actitudes y dichos del general Bolívar adversos a San Martín. Allí sostenía: "En fin, no me queda la menor duda de las sanas intenciones de ese general en atacar mi opinión, pero yo sería un mal caballero si abusase de la situación en que se halla y que estoy seguro empeorará, aún por su carácter, para publicar secretos que solo usted sabrá y que solo verán la luz después que deje de existir". San Martín jamás efectuaría las referidas y prometidas revelaciones a Guido.

El pensamiento o sueño de Bolívar, el circunstancial dictador y finalmente libertador, era la conformación de los Estados Unidos de Sudamérica. No dudo de que en sus pensamientos y sus propósitos confluyeron  en lograr la Gran Colombia. La convicción del error de su evaluación estratégica la expresó con absoluta claridad en la carta que Bolívar escribió a Sucre, el 7 de noviembre de 1825, donde le indica: "El genio de San Martín nos hace falta y solo ahora comprendo por qué cedió el paso para no entorpecer la libertad que con tanto sacrificio había conseguido para tres pueblos". Por eso la gran frustración en los últimos años de su vida, cuando antes de su muerte sostuvo: "De América lo único que se puede hacer es emigrar". He aquí la gran paradoja de su vida: su sueño se atomiza.

San Martín, con formación europea y con una visión más inglesa, piensa en Estados independientes. San Martín se retira ante la negativa de Bolívar a continuar emancipando para formar nuevos Estados.

El resultado era previsible. Si bien coincidían en el propósito —la libertad de estas tierras—, diferían en cuanto a su estructura y su organización política; he aquí sintetizada en la convergencia la disidencia, que con inteligencia y sabiduría lograron superar y arribaron a un acuerdo, conveniente para uno y desventajoso para el otro, pero supieron preservar el objetivo, y llegaron así a su concreción. A mi modo de ver, la genialidad de Bolívar fue la de seguir solo, la sensatez y el desprendimiento de San Martín, la de retirarse. Ambos respetan hasta la muerte el secreto masónico.

De la entrevista de Guayaquil se desprende que en lo inmediato hubo un ganador, Bolívar, pero, en el tiempo, resultó San Martín. ¿Por qué? El sueño de Bolívar, los Estados Unidos de Sudamérica, nunca se concretaría. Los Estados americanos independientes buscados por San Martín son la América Latina de hoy. Bolívar, sin proponérselo, materializa el propósito de San Martín, este, en el ostracismo, ve concluido y materializado su proyecto. La historia, ese justo juez, nos demuestra que en Bolívar encontramos al caudillo victorioso. En San Martín, el estadista consumado. A ambos los aguardaba un destino común: morir en la soledad, el abandono y el olvido de quienes gozaban de la libertad por ellos dada, solo esperanzados en que la historia los reivindicara.

He aquí finalmente la gran ironía histórica entre las circunstancias, sus hechos y sus resultados: el propósito de San Martín lo concreta finalmente Bolívar. El sueño y la aspiración de Bolívar se pierden en las ambiciones y los egoísmos de los hombres que lo acompañan. Esta es la gran paradoja de estos dos hombres, majestuosos como Los Andes que les dieron el escenario para la realización de sus hazañas.

El autor es miembro de número y ex presidente del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades.

Guardar