En el año 1995 se publicó un libro titulado High Inflation ('alta inflación'), cuyos autores fueron Daniel Heymann, economista argentino, y Axel Leijonhufvud. En él se abordó la complejidad de los procesos inflacionarios en varios países de Latinoamérica, como, por ejemplo, Bolivia, Brasil, México, Perú y obviamente Argentina, ejemplo mundial de país con inflación elevada y persistente. Para definir el concepto de alta inflación, se acordó que sería en los casos en que la referencia a la tasa de inflación resultara mensual. Cuando naturalmente la referencia fuese anual, no se estaría en presencia de alta inflación.
En la Argentina actual la referencia a la inflación es mensual, registramos mensualmente tasas de inflación que en la mayoría de los países del mundo son anuales y preocupa que, tras haber señalado el actual Gobierno que se trata de su principal problema a combatir, no se haya logrado ningún resultado. El diagnóstico oficial indica que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario, es decir, que la única causa de la suba sostenida del nivel general de precios a lo largo del tiempo es el ritmo de emisión monetaria. A partir de este diagnóstico, el Banco Central (BCRA) utilizó la emisión de instrumentos de deuda de corto plazo (Lebac), fijó elevadas tasas de interés, de manera de que resultaran atractivas a los inversores y de esta forma quitar pesos del circuito. En la jerga económica a esto se lo denomina "esterilización".
En una etapa inicial, las tasas de interés fijadas por el BCRA fueron de 38% anual y las licitaciones de Lebac se realizaban con frecuencia semanal. Luego, erráticamente se fueron bajando las tasas de interés, hasta llegar al 26,75% de la última licitación, y a partir de un momento se decidió que las licitaciones fuesen mensuales, como ocurre en la actualidad. A dos años de implementada esta política monetaria los resultados indican que la economía permanece estancada, la inflación, persistente y elevada, a la vez que se realizó una transferencia de ingresos muy fuerte hacia sectores de ingresos altos, y el BCRA construyó una bomba de tiempo monetaria que no puede desarmar.
En cifras, según datos oficiales, la actividad económica cayó un 2,2% en 2016 y luego recuperó un 2,9% en 2017. Esto resulta en una variación positiva de solo 0,7% en dos años. Para una economía que registra una tasa de crecimiento poblacional anual de un 1%, esto implica una caída del PBI per cápita. La inflación resultó de un 41% en 2016 y de un 24,8% en 2017. Considerando el 1,8% de inflación de enero, la inflación acumulada desde el inicio asciende a más de un 67 por ciento. En el caso de los sectores de menores ingresos, la inflación enfrentada es mayor todavía (96,1% acumulada desde noviembre 2015, según IET-UMET), ya que presenta variaciones más altas en bienes y servicios básicos, como alimentos, tarifas y transporte.
A lo largo de estos dos años se pagó, solo de intereses de Lebac, en pesos, el equivalente a 21 mil millones de dólares, más de diez mil millones de dólares por año. Se trata de un monto más elevado que el récord histórico presentado el año pasado en la balanza comercial (-8471 millones de dólares). Estos capitales terminaron en manos de inversores, locales e internacionales, con alta capacidad de ahorro, que solamente apostaron a la renta financiera. Como consecuencia de esta política, en la actualidad el stock de Lebacs asciende a más de un billón de pesos, lo que supera en casi 25 mil millones de pesos a la base monetaria total. Esto configura una verdadera bomba de tiempo monetaria.
A pesar de la disputa interna, evidenciada en la conferencia de prensa del 28 de diciembre, donde quedó clara la preocupación de un sector del Gobierno por intentar reactivar la actividad económica, para lo cual resulta necesario bajar las tasas de interés, el BCRA no puede hacerlo. La tasa de interés de las Lebac no la fija el BCRA sino el mercado. Como un quebrado con mal rating crediticio, las tasas que enfrenta son altas. Las dos pequeñas bajas, de 0,75% en cada caso, realizadas desde el momento de la conferencia de prensa, tuvieron como contraparte una devaluación del peso de alrededor de un 14 por ciento. Estos movimientos abruptos en el tipo de cambio tienen traslado a precios y aceleran la dinámica inflacionaria.
El fenómeno inflacionario en nuestro país resulta multicausal, de manera que su abordaje debe ser amplio, y debe considerar acuerdos de precios y salarios en el marco de un plan económico productivo integral, debe apuntar a la desconcentración de mercados, debe coordinarse con administración del comercio externo, deben regularse a los formadores de precios, entre otros aspectos. Todo esto implica enfrentar sectores de poder. El Gobierno ha elegido que sean los salarios de los trabajadores el ancla a la dinámica inflacionaria, lo que debilita aún más el mercado interno y conduce a la economía a un círculo vicioso cada vez más complejo.
El intento de simplificación y subestimación del fenómeno inflacionario por parte del Gobierno únicamente condujo a un claro fracaso, aún no asumido, y de consecuencias alarmantes para el conjunto de la población.
El autor es economista referente de PJ Cumplir.