Voy a hacer algo que está mal: autorreferirme. Nosotros tenemos la tendencia de hablar en primera persona y eso es bastante aburrido, pero en esto necesito hacerlo.
Tiene que ver con Raúl Eugenio Zaffaroni. El caso tiene dos miradas. Una per se, que es lo que acaba de decir, y otra que muestra lo difícil que es salirse de la grieta cuando uno quiere hacer un comentario.
¿Por qué es una autorreferencia? Porque yo estudié con los libros de Zaffaroni. El derecho penal se divide en dos: los principios y los delitos. La primera se suele denominar "parte general" y nosotros la estudiamos con los libros de Zaffaroni. Era deslumbrante.
Yo tengo 53 años, así que los debo haber leído a los 20, hace 30 años. Y el tipo era de avanzada. Todavía conservo sus tratados, en donde utilizaba términos que eran revolucionarios.
Cuando se discutía para qué sirve la pena, algunos autores decían que tenía un fin meramente sancionatorio, otros creían que tenía un efecto psicológico (si yo te pongo una pena, el resto de la sociedad se va a asustar y no va a cometer el mismo delito)… También estaban quienes decían que la pena era meramente conmutativa.
Y Zaffaroni introducía algo que era muy raro: el concepto de la repersonalización. Decía que no hay que resocializar. Es un término autoritario. Vos tenés que darle la posibilidad a esa persona de que pueda convivir libremente en sociedad. Darle su derecho a constituirse como persona libre. Era algo deslumbrante.
Mucho más tarde, ya recibido, vine a hacer un curso a la Facultad de Derecho. Recuerdo que los jueves me tomaba el colectivo para ir a escucharlo a la facultad de derecho de la UBA. Y el tipo era increíble. Vos lo escuchabas hablar y era un sabio. Un docente en serio por las dudas. Es consultado por casi todos los países de habla hispana. Costa Rica hizo la reforma de la Constitución y lo llamó. En México es un prócer, por poner un par de ejemplos.
Entonces cuando vos tenías la posibilidad de entrevistarlo a él era una cosa medio fenomenal. En mi segundo programa en Radio La Red tuve la posibilidad de hacerlo. Y fue una nota que tuvo muchísima repercusión. Jugamos a que en el próximo cumpleaños nos invitara –él solía hacer grandes fiestas–. Tiempo después yo hice un comentario que no le gustó y sé que se disgustó.
A un tipo que yo admiraba jurídicamente, escucharlo decir que el gobierno de Mauricio Macri debe terminar cuanto antes, es una gran desilusión. Yo no sé si a Zaffaroni le importará o no que un alumno suyo se desilusione. Pero me pasa.
Es verdad: él juega semánticamente con la inteligencia que lo caracteriza y no resulta aparentemente golpista lo que dice. No pide derrocar a Macri. Él juega con las palabras. Dice que le gustaría que se fuera porque hace mucho daño. Ahora agregó y dijo que por la vía de un sistema institucional "se vayan antes porque están endeudando al país".
Uno podría admitir algunas de sus opiniones y preguntarse, por ejemplo, qué pasa con la inflación, qué pasa con la exclusión social, qué pasa con el endeudamiento externo… El diagnóstico de Zaffaroni es muy ajustado en muchos casos o, al menos, tiene todo el derecho de decirlo; pero él como las personas brillantes e inteligentes utiliza un concepto que no se puede escapar: pedir que se vayan antes. Eso es romper el orden constitucional y él lo sabe.
Es un hombre de derecho. Para mí sería muy fácil correrlo –como hacen muchos– con el argumento de que él juró por el estatuto del proceso cuando fue juez. Pero no lo voy a hacer porque creo que en aquel momento muchos hicieron lo que pudieron y trabajaron de lo que podían. Y para mí no hay dudas de que Zaffaroni tenía una vocación democrática insospechable.
¿Pero que vuelva a insistir con esto? ¿Tiene necesidad? Acá pueden pasar dos cosas. O no se da cuenta, algo que me cuesta creer. O dándose cuenta, su rabia y su odio por no soportar que el kirchnerismo haya perdido las elecciones lo lleve a decir eso.
Si es lo primero, lo que me cuesta creer, tendría algún margen de entendimiento. Está nublado, no piensa lo que dice.
Si es lo segundo: la ira, el odio, el no tolerar haber perdido, es propio de los intolerantes. Entonces, es bueno decir hoy que me equivoqué cuando era alumno e iba a admirarlo a las cátedras. Es una desilusión.
Hoy debo decir que el tipo era absolutamente antidemocrático como quien dice a sabiendas que está bueno que un gobierno se vaya pese a que tenga razón con las críticas que hace.