El movimiento de mujeres en Argentina ha tenido el mérito de ser vanguardia y disparador de la enorme movilización por Ni Una Menos en todo el mundo. Ha sido esta manifestación en las calles lo que ha permitido que cada vez sea más masivo entre las mujeres y que también cada vez más jóvenes en el país, mujeres y varones, se identifiquen con valores que defendemos. ¿Quién puede negar que una de las conquistas del movimiento Ni Una Menos haya sido correr el velo a ese prejuicio que para muchos era "normal" y "natural", esto es, la violencia como parte del amor, para poder decir sin temor que el femicidio es el eslabón último de una cadena de violencias?
El debate que repercutió en medios y redes sociales a partir de declaraciones de la actriz Araceli González nos convoca a seguir defendiendo la necesidad de pelear por nuestros derechos, nos impulsa a contar nuestra historia, a convencer de que ha sido gracias a nuestra lucha y organización que hemos logrado las conquistas que hoy tenemos en cuanto a equidad con los varones. La ola #MeToo dejó una innegable huella progresiva al sacar a luz acosos y abusos que se multiplican en la industria del cine, una de las más poderosas del mundo.
Pero no podemos dejar que el debate se estanque allí, debemos profundizarlo para cuestionar la realidad que vive la mayoría de las mujeres obligadas, porque no pueden abandonar su trabajo, a soportar a su jefe acosador, a las millones que ven con dolor cómo esta sociedad capitalista y patriarcal reproduce los prejuicios que someten a la mayoría de las mujeres a múltiples formas de violencia. Ni el debate Hollywood-Cannes ni el que se dispara a partir de los dichos de Araceli González ponen esta realidad sobre la mesa. Nosotras lo debemos hacer. Precarización laboral, brecha salarial entre varones y mujeres, feminización de la pobreza: eso es lo que vive la inmensa mayoría de las mujeres en nuestro país y en el mundo.
También la derecha intenta apropiarse de estos debates para sus propios fines. Desde un editorial periodístico, la escritora Laura Di Marco llega a calificar a Patricia Bullrich como: "La mujer de armas tomar que cautiva a Macri" y, tomando la idea del siglo XXI como "el siglo de las mujeres" de la que habla el sociólogo francés Alain Touraine, la editorialista concluye que eso puede verse en "las principales espadas femeninas de Cambiemos", Vidal, Carrió y Ocaña, por su lucha contra las "mafias sindicales". Es evidente que la derecha utiliza los debates de género para cualquier cosa, incluso para apoyar a quienes, como funcionarias de Estado y legisladoras, militan contra los derechos de las mujeres, como el elemental y negado derecho al aborto o el derecho a no perder el trabajo, como pasó recientemente en el Hospital Posadas, de jurisdicción nacional y ubicado en la provincia de Vidal, donde despidieron a dos trabajadoras embarazadas, que quedan en la calle sin sustento y sin obra social. Las "espadas femeninas de Cambiemos", con la bandera del combate a los "dirigentes sindicales corruptos", son la avanzada de un ataque para debilitar a las organizaciones obreras y hacer pasar el ajuste, los despidos y el cercenamiento de los derechos laborales, materia en que las mujeres nos llevamos la peor parte.
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Al interior del feminismo y el movimiento de mujeres hay, como en todo movimiento, distintos puntos de vista, perspectivas de clase, prácticas y estrategias diferentes. Nosotras somos orgullosamente feministas socialistas porque militamos codo a codo en la lucha por los derechos de las mujeres desde una perspectiva de liberación de toda explotación y opresión. Sin el cuestionamiento radical al sistema capitalista que legitima, reproduce y garantiza la subordinación de las mujeres, no podríamos terminar definitivamente con el patriarcado. No podríamos lograrlo en un sistema donde el 1% de la población mundial, una absoluta minoría de ricos, acapara el 80% de la riqueza del planeta.
Hoy en Argentina, mientras una de cada tres mujeres son jefas de hogar, más del 50% trabaja en condiciones precarias. La historia de las luchas sociales en Argentina es en gran parte la de las mujeres que enfrentaron las crisis políticas, económicas y sociales con su coraje, su abnegación y su combatividad. Hablo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Me refiero también a esas impresionantes mujeres azucareras del Ingenio La Esperanza que hoy enfrentan los despidos junto a sus compañeros o a las trabajadoras de Pepsico que se convirtieron en un ejemplo.
Estamos cerca del 8 de marzo, cuando nos proponemos realizar un nuevo paro internacional de mujeres por nuestros derechos, para visibilizar la responsabilidad del Estado en sostener y legitimar la violencia machista. Nosotras vamos a dar la pelea, junto a mis compañeras de Pan y Rosas y el PTS en el Frente de Izquierda, para que las direcciones sindicales de todo el movimiento obrero tomen en sus manos el paro por la reivindicación de nuestros derechos, porque, cuantos más varones y mujeres paremos, más fuerte va a resonar el grito por nuestras demandas. Y también porque tenemos que ser contundentes para enfrentar la reforma laboral que se viene, que afectará más aún la situación de precarización de las mujeres. Por todas esas demandas y con la fuerza que nos da estar organizadas, vamos a salir una vez más a las calles para "que la tierra tiemble".
La autora es legisladora porteña (PTS) y abogada del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH)