El G20 será el mayor acontecimiento en la historia de nuestro país de cara a la reunión cumbre de los más importantes líderes mundiales que nos visitarán este año. El hecho de que Argentina haya sido elegida para ser anfitrión no ha sido casualidad; por el contrario, es la ratificación del rumbo adoptado por el gobierno en las relaciones internacionales, signado por nuestro retorno al concierto de las naciones al cual pertenecimos y que lamentablemente, en los últimos años, nos fuimos apartando sistemática e inexorablemente.
En este contexto, nos preguntamos si estamos hoy en condiciones de proveer adecuada y completa seguridad aérea a las distinguidas delegaciones que arribarán a Buenos Aires. Siendo absolutamente sinceros, la respuesta es negativa ya que carecemos de aviones interceptores supersónicos, no poseemos el armamento sofisticado para estos fines y tampoco tenemos un número apropiado de pilotos de caza adiestrados para semejante esfuerzo operacional.
La segunda pregunta es si, en el escaso tiempo disponible, podríamos superar esta deficiencia con medios propios, exclusivamente. Nuevamente, la respuesta es negativa por razones de tiempo, que hacen inviable esta opción sumado a la cuantiosa inversión millonaria que sería necesaria afrontar con el agravante que no está previsto el arribo de este tipo de aeronaves en el corto plazo.
Sin dudas, es un requisito mandatorio e irrenunciable proveer a la Fuerza Aérea Argentina de aviones interceptores supersónicos en el mediano plazo para recuperar esa capacidad invalorable que Argentina ostentó desde 1973, cuando llegaron los primeros Mirage III y que inexplicablemente hemos perdido: la realidad nos demuestra que estamos con esta letal deficiencia.
¿Cuál sería, entonces, la solución a esta crisis en la cual estamos sumergidos y que sea razonablemente apta, factible y aceptable?
Estamos convencidos de que ello será posible con la conformación de una Fuerza de Tareas Multinacional, bajo control operacional de la Fuerza Aérea Argentina.
La tragedia del ARA San Juan, fruto aparente de una emergencia fulminante, demostró la solidaridad internacional en su más amplia magnitud y con este antecedente, el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Relaciones Exteriores tiene la llave para solicitar esta nueva cooperación ente Fuerzas Aéreas amigas. Más aún, deberíamos sacar a relucir nuestra membresía como "Aliados extra-OTAN", cuya incorporación data de 1999 a instancias del ministro Jorge Domínguez, quien logró que Argentina luego de arduas gestiones se sume a la Organización Militar más importante del globo. Milagrosamente, esta adhesión se mantuvo vigente durante los últimos 19 años.
En este mundo cada vez más interdependiente y globalizado un pedido de esta índole a la comunidad internacional, estimamos, será respondido positivamente. Para ello pensamos, en una apretada síntesis, en el siguiente esquema que lo dividimos en cuatro zonas perfectamente delimitadas.
En la primera, el monitoreo de los aviones presidenciales de los líderes del G-20 sería provista por los cinco países limítrofes y Perú, mientras sobrevuelen eventualmente el espacio aéreo de dichas naciones.
La segunda zona comprendería la escolta por aviones de caza-argentinos (en el supuesto que tengamos una mínima dotación en servicio) más el apoyo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, una vez que esas aeronaves VIP mencionadas precedentemente ingresen al territorio nacional, hasta el aterrizaje en los aeropuertos designados oportunamente.
En la tercera zona se establecería el "Area de Prohibición de Vuelo" sobre un radio de 100 km con centro en Capital Federal durante los días de deliberaciones del G20, excepto el tráfico civil, comercial nacional e internacional a los Aeropuertos de Ezeiza y El Palomar. Esta zona de defensa aérea sería responsabilidad compartida también con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, siempre bajo control operacional de las Fuerzas Armadas Argentina.
La cuarta zona, el monitoreo del Atlántico Sur más allá de las 300 millas, podría estar a cargo de la Real Fuerza Aérea Británica ya que posee medios aéreos idóneos para esta tarea en particular, disponiendo de la Base Aérea de Mount Pleasant (Islas Malvinas) y como aeropuertos de alternativa, aquellos que la Fuerza Aérea del Uruguay eventualmente autorice y sean apropiados para la operación de los aviones británicos.
De esta manera, el espacio aéreo argentino estaría blindado en los 360 grados de nuestro vasto territorio.
Es importante destacar, por otro lado, que se sugiere enfáticamente que el Aeroparque "Jorge Newbery" sea utilizado durante los días críticos de deliberaciones del G20 exclusivamente por aviones militares, quedando el tráfico comercial y civil en esas fechas disminuido a su mínima expresión y operando exclusivamente desde los Aeropuertos de Ezeiza y El Palomar.
En definitiva, opinamos que esta Fuerza de Tareas Multinacional es la respuesta más adecuada, operativamente posible y económicamente aceptable desde el punto de vista de los intereses nacionales. Así, Argentina tendrá la posibilidad de liderar esta Coalición Internacional, interactuar con sus pares de otras naciones, compartir criterios de interoperatividad y aplicar las últimas técnicas y procedimientos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La operación compartida debe basarse en una visión pragmática, abierta, unida a principios de complementación e integración que son elementos extremadamente trascendentes ya que nada otorga más seguridad en esta acción combinada que percibir cooperación y confianza entre las Fuerzas Aéreas de los países integrantes de esta fuerza internacional, asociados hacia una meta común: brindar la máxima seguridad a las personalidades del G20.
La globalización productiva y la interdependencia de los mercados, dice Jorge Castro, van acompañados de un fenómeno paralelo, aunque con sentido distinto: la mundialización del escenario internacional. Es decir, la conversión del mundo en una aldea global, no en un sentido metafórico, sino estricto. Este paradigma le proporciona sólidos fundamentos doctrinarios a la fuerza combinada, en un marco de globalización sin retorno.
El tiempo es escaso para poder cumplir en tiempo y forma con la adecuada planificación de la seguridad aérea del G20. Estamos ante un gran desafío: lograr el éxito en este objetivo fundamental liderando una fuerza de tareas multinacional, quedando ahora en manos del Gobierno Nacional tomar las decisiones respectivas al más alto nivel ya que la seguridad aérea de los líderes más importantes del mundo amerita tomar todas y cada una de las medidas necesarias e imprescindibles. Es por ello que debemos comenzar a actuar de inmediato, con mentes lúcidas y abiertas que eviten el astigmatismo fruto del aislamiento.
Jorge Reta es brigadier (retirado) de la Fuerza Aérea Argentina. Fue piloto de aeronaves de combate, secretario de Prensa y director de Relaciones Institucionales de la Fuerza Aérea. Integró la Plana Mayor de los Cascos Azules de Naciones Unidas en Sarajevo, Bosnia, durante la guerra en la ex Yugoslavia. Es egresado de la Escuela Superior de Guerra Aérea, en Alabama, Estados Unidos.