Verdad y justicia para poner fin a la impunidad

Hoy, nuestro mejor homenaje es renovar con firmeza un ferviente pedido de verdad y justicia para que se termine la impunidad de su asesinato, y para que haya juicio y castigo para quienes planearon, participaron y ejecutaron la masacre de la AMIA

(Nicolás Aboaf)

Existe una antigua tradición judía, ciertamente preservada por quienes visitan nuestros cementerios comunitarios, de dejar piedras y no flores sobre las tumbas. Las piedras representan la visión del judaísmo frente a la muerte, nos recuerdan que el alma es eterna y que nuestro pasaje por este mundo nunca es irrelevante. Las flores frescas son exactamente lo contrario: tienen muy corta vida y demuestran la fugacidad de la belleza y la fragilidad del mundo material.

Las piedras son también un homenaje a la memoria de la persona fallecida y a los méritos de su paso por este mundo. La acumulación de piedras en una tumba da cuenta de las visitas que ha tenido quien descansa allí y expresa el reconocimiento de sus méritos.

Esto explica por qué, desde hace tres años, hay un sitio en el histórico cementerio de La Tablada en el cual las piedras no han dejado de multiplicarse. Allí yacen los restos del fiscal Alberto Nisman, quien durante más de diez años fuera el responsable de la Unidad Fiscal Especial de Investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

La violenta muerte de Nisman impactó brutalmente en toda la sociedad y su repercusión traspasó de inmediato las fronteras de nuestro país, a causa de la cantidad de información brindada a la opinión pública sobre las circunstancias que rodearon su trágico final.

Tan solo pocos días atrás había denunciado a la entonces Presidente de la Nación y a otros altos funcionarios de ese Gobierno por gravísimos delitos, con lo que alteró por completo el escenario político nacional.

Desde esos momentos críticos, la AMIA se mantuvo prudente y clara en su enfoque: no aceptamos las manipulaciones y reclamamos justicia. Alzamos la voz para pedir que se investigase con premura y seriedad, sin sumar ruido al coro de especulaciones que se sucedían intencionadamente por aquellos días hablando de un posible suicidio.

Mientras tanto, la AMIA se disponía a recibir los restos del fiscal, definiendo el lugar para su entierro. Ese fue nuestro modo de hablar, con nuestros actos.

Es sabido que la religión judía condena el suicidio y quienes lo cometen son ubicados en sitios apartados de los cementerios comunitarios, mas Alberto Nisman fue sepultado en un lugar central, notoriamente visible, dentro de la parte nueva del cementerio. Un gesto, tal vez, que expresó mucho más que las palabras.

Es que la muerte de Nisman, sin dudas, tal como lo determinó la Corte Suprema de Justicia, está indisolublemente ligada a la tarea que llevó adelante en la investigación del atentado terrorista a la AMIA. Fue una consecuencia directa de la impunidad de los crímenes precedentes en los atentados de la AMIA y la Embajada de Israel.

Hoy, nuestro mejor homenaje es renovar con firmeza un ferviente pedido de verdad y justicia para que se termine la impunidad de su asesinato, y para que haya juicio y castigo para quienes planearon, participaron y ejecutaron la masacre de la AMIA.

El autor es presidente de la AMIA.