La primera será la de Costa Rica, el 4 de febrero, con candidatos como Antonio Álvarez Desanti, Juan Diego Castro, que reemplazarán al presidente Luis Guillermo Solís. De los países que cuentan con segunda vuelta, es el país con el umbral más bajo, 40% + 1 de los votos. Seguramente en 2018 habrá segunda vuelta, puesto que las encuestas ponen a Antonio Álvarez Desanti con apenas el 22%-25% de intención de voto. Hay un desencanto generalizado hacia la clase política, un rechazo por los escándalos de corrupción que sacuden a los partidos políticos y salpican al Poder Judicial.
Un candidato inesperado es el ex ministro de Seguridad Pública durante la administración Figueres Olsen, Juan Diego Castro. Castro recibió notoriedad a través de redes sociales con videos irreverentes y de crítica a la clase política, principalmente al Gobierno y a la primera fuerza de oposición, el Partido Liberación Nacional del que fue parte. Debido a sus videos y su retórica antipolítica, Castro ha sido comparado con Donald Trump, y se lo ha acusado de populismo de derecha. Hoy las encuestas lo ubican en segundo lugar. Costa Rica cerró 2017 con el mayor índice de violencia en la historia del país, con altos niveles de desempleo, corrupción y desencanto generalizado. Esto hace que la popularidad de Luis Guillermo Solís haya caído estrepitosamente.
Las elecciones en Paraguay están previstas para el 22 de abril de 2018. Es el séptimo acto electoral general y nacional que se realiza desde el golpe de Estado que puso fin a la dictadura de Alfredo Stroessner, en febrero de 1989. El presidente electo asumirá el cargo el 15 de agosto de 2018, hasta agosto de 2023, sin posibilidad de reelección.
El presidente Horacio Cartes, del Partido Colorado, gobierna desde el 15 de agosto de 2013. En abril de 2017 manifestó su intención de ser reelecto modificando la Constitución y, en respuesta, manifestantes quemaron el Senado de la Nación; debió retractarse. El Partido Liberal y el Frente Iguazú hicieron una alianza. El Partido Colorado gobernó los últimos 80 años con la única excepción de Fernando Lugo.
La política en Paraguay, similar al resto de América Latina, suele ser clientelar. Horacio Cartes llegó a la presidencia como alguien que no venía de las filas del Partido Colorado. Se presentó como un gran reformista. Lo bueno de Paraguay es que tiene 4,5% de crecimiento económico, indicadores que no tienen los otros países de la región (las malas políticas de sus vecinos lo beneficiaron).
En Colombia se celebrará el 27 de mayo. El futuro del acuerdo de paz firmado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) será uno de los temas centrales y la fragmentada campaña política que le espera a Colombia en los próximos meses. El líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, se presentará como cabeza de lista del partido sucesor de la guerrilla. En el otro extremo se encontrará con Iván Duque, candidato del Centro Democrático, partido controlado por el ex presidente Álvaro Uribe, opositor al acuerdo de paz y con un gran capital político.
El candidato con mejores resultados al día de hoy en intención de voto para sustituir a Juan Manuel Santos es, sin embargo, Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín y gobernador de la región de Antioquia. Fajardo concurriría como cabeza de lista de Coalición Colombia. Se ha mostrado favorable a consolidar la paz con las FARC como un objetivo de Estado en el futuro de Colombia. También concurrirán como candidatos el ex vicepresidente Germán Vargas Lleras, la conocida ex senadora Piedad Córdoba y el ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro.
México tendrá su elección presidencial el 1° de julio, inmerso en un contexto desgarrador. Como en pasadas elecciones, la gran pregunta es si el histórico dirigente de la izquierda mexicana, Manuel López Obrador, logrará por fin la presidencia. Enfrente tendrá a un candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, al que tratan de presentar como independiente por no estar afiliado al partido y haber servido en administraciones tanto al PRI como al Partido de Acción Nacional (PAN). Meade cuenta con una larga trayectoria política. Ha ocupado varias secretarías de Estado en los últimos años.
En su contra tendrá el desprestigio de una administración en altos cargos implicados en casos de corrupción y sin haber propuesto soluciones a ninguno de los grandes problemas del país. Su última decisión polémica consistió en proponer una ley de seguridad para la militarización de la seguridad pública, denunciada por la oposición y por varios relatores de la ONU como muy peligrosa para el futuro de los derechos humanos.
Obrador y Meade tendrán que enfrentarse a una coalición de partidos —PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, bajo el nombre Por México al Frente. Aún no han elegido a su candidato, y en algunos estados parecen tener dificultades para acordar las listas. En México no hay segunda vuelta, es factible que, por la fragmentación del voto, quien sea el ganador obtenga la presidencia con un porcentaje de votos lejos de la mayoría absoluta.
La caída de Brasil en los últimos años ha sido contundente. De país emergente mundial, con un modelo social y económico envidiado, ha pasado a convertirse en uno con una grave crisis económica, una violencia desatada y una lista de políticos condenados por corrupción que no deja de crecer. Tras la destitución de Dilma Rousseff en 2016, el Gobierno de Michel Temer ha gestionado en los últimos meses a un Brasil al borde del colapso. Su último obstáculo es la reforma del sistema de pensiones. Las protestas y los trámites parlamentarios rebajaron las pretensiones del Ejecutivo, pero aún así sigue siendo impopular. A pesar de todo, el actual ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, uno de sus promotores, ha comentado ya su intención de presentarse como candidato. De momento, tiene pocas opciones.
Hoy, el candidato con más posibilidades, según las encuestas, es el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a pesar de haber sido condenado en julio por un caso de corrupción. Lula sigue siendo, para millones de brasileños, quien construyó la alternativa política más esperanzadora de las últimas décadas.
El segundo candidato con más intención de voto es el diputado Jair Bolsonaro, un nacionalista de extrema derecha que propone enfrentar al crimen de forma violenta. Además se lo conoce por sus comentarios misóginos, homofóbicos, racistas y contra los indígenas.
En tercer lugar estaría la ex ministra de Lula, Marina Silva. Las elecciones serán el 7 de octubre y podría haber segunda vuelta.
Venezuela acaba de terminar uno de los años más sombríos de su historia. El régimen de Nicolás Maduro echó por tierra los resortes que permitían la existencia de un contrapoder en la vida pública del país. Desmanteló el Parlamento elegido en diciembre de 2015, de mayoría opositora, y convocó la votación de una Asamblea Nacional Constituyente, una Cámara sin representantes críticos, convertido en un brazo ejecutor del Ejecutivo.
La oposición rechazó participar en esos comicios, celebrados en julio, concurrió a las elecciones regionales —en las que denunciaron fraude— y se dividió ante las municipales del pasado otoño. Hubo cuatro meses de protestas callejeras ininterrumpidas que dejaron más de 120 muertos. La tendencia hiperinflacionista, la incompetente gestión de la política monetaria, la represión, la corrupción y el hundimiento de la petrolera estatal, coronan este dramático panorama.
El país debería celebrar elecciones presidenciales este año. Maduro ya manifestó su intención de ir por la reelección. Ha amenazado con hacerlo en condiciones que allanarían el camino a su perpetuación en el poder, la eliminación de la oposición y la consolidación del autoritarismo. Se pretende castigar a las formaciones de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por boicotear la elección de alcaldes. Asimismo denunciaron ser intimidados los partidos de sus adversarios (Voluntad Popular, de Leopoldo López; Primero Justicia, de Henrique Capriles; y Acción Democrática, de Henri Ramos Allup) y advertirles que no podrán presentar candidatos.
Si Maduro cumple su amenaza, no solo convertiría la celebración de las elecciones en una farsa, sino que dinamitaría de forma irreversible los últimos intentos de diálogo, que, tras repetidos fracasos, se celebran desde hace unos meses. Además, incrementaría la presión de la comunidad internacional. Las conversaciones con la oposición han estado acompañadas, en 2017, de gestos que se consideraron insuficientes, como las liberaciones de algunos presos políticos o la concesión del arresto domiciliario a Leopoldo López.
Sin embargo, la convocatoria de comicios presidenciales constituye la principal reivindicación desde hace años. Cita vital para la reactivación de la Mesa, que atraviesa uno de sus peores momentos, marcado por tensiones internas y divisiones. La coalición se comprometió a recuperar la unidad y a elegir un candidato único para las próximas elecciones, que todavía no tienen fecha. Dada la situación de inestabilidad que atraviesa Venezuela, los comicios seguramente contarán con la atención de la comunidad internacional.
El autor es ex presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la Nación.