Las redes sociales son herramientas poderosas en tanto medios de comunicación, sobre todo en lo que respecta a la búsqueda y la divulgación de datos e informaciones. Cualquier campaña política moderna que se emprenda hoy en día, pero también cualquier gobierno en su tarea de comunicar la gestión, no podrá dejar de lado las herramientas de la denominada "comunicación 2.0", al tiempo que deberá destinarles una considerable proporción de atención y recursos.
Internet permitió, sin duda, una mayor democratización de voces, una circulación masiva de discursos diversos y heterogéneos en un supuesto plano de igualdad, y una interacción si se quiere más horizontal entre emisores y receptores; todos hechos de por sí positivos. Pero a la igualdad de condiciones se le suma la posibilidad de difundir cualquier rumor o mentira en forma rápida y viral. Surgen de esta forma las tensiones propias de un ámbito que no está del todo regulado.
Hace unos días, con motivo de un encuentro con la prensa de su país, el presidente francés Emmanuel Macron anunció la próxima presentación de una ley que luche contra las noticias falsas en las campañas electorales a través de la regulación de los contenidos de internet.
Frente a este hecho, varias preguntas se imponen: ¿Está en riesgo la libertad de expresión en la red? ¿Por qué solo se apunta a períodos electorales? ¿Acaso lo que leemos pos o pre elecciones no construye opinión pública y orienta nuestras decisiones?
Así las cosas, parece claro que la intención de Macron no es proteger a los ciudadanos de noticias falsas, sino que estas no se entrometan en los resultados electorales. En este sentido, resuenan las palabras del filósofo búlgaro-francés Tzvetan Todorov: "Las afirmaciones hechas durante una campaña política no tienen como objetivo la búsqueda de la verdad, sino contribuir a la conquista del poder".
Del otro lado del Atlántico, el siempre polémico Donald Trump defendió las redes sociales con un argumento diametralmente opuesto al de su colega francés. En un tuit publicado el 30 de diciembre del año pasado, el Presidente estadounidense reconoció que usa las redes sociales: "No porque me guste, sino porque es el único modo de combatir a la prensa, tan deshonesta e injusta, a la que ahora se califica a menudo como medios de noticias falsas". Más aún, el Presidente advirtió: "Las redes sociales son como tener un periódico, pero sin pérdidas". Los hechos parecen darle la razón, dado que durante el lanzamiento de su campaña Trump llegó a 6,4 millones de interacciones en redes sociales, mientras que Jeb Bush no llegó al millón.
I use Social Media not because I like to, but because it is the only way to fight a VERY dishonest and unfair “press,” now often referred to as Fake News Media. Phony and non-existent “sources” are being used more often than ever. Many stories & reports a pure fiction!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 30, 2017
Muchas aristas para pensar el tema
Las fake news son una marca de la época y la facilidad de crearlas es alarmante. No obstante, lo que está en juego es un valor supremo como la libertad de expresión. Ante ello, cabe también preguntarse, ¿qué criterios se utilizarán para la definición de lo que es o no una noticia falsa?
Está claro que la manipulación de la opinión pública a través de la publicación de noticias falsas no comenzó con internet, sino que es algo que se remonta a los orígenes mismos de la prensa escrita. Sin embargo, es cierto que las redes sociales, en relación con su alcance masivo y su dinámica en tiempo real, pueden ser vehículos de una manipulación exponencial en un muy corto plazo .
Las noticias falsas son primas hermanas de este nuevo concepto, que ya ha sido incorporado al diccionario de la Real Academia Española, que es el de la "posverdad", y que consiste en la supremacía de los sentimientos y la imagen por sobre cualquier análisis racional. De esta manera, y vinculado con lo que Francia intentará regular, el peligro de las "fake news" es su capacidad de instalar una imagen negativa de un candidato pese a una posible refutación de ese dato o ese rumor.
Otro factor fundamental es la búsqueda (consciente e inconscientemente a través de los algoritmos de las redes sociales) de opiniones que refuercen nuestra línea de pensamiento, que no la pongan en duda o la cuestionen. La impresión que genera, entonces, una noticia falsa opera directamente en ese plano, reforzando nuestros preconceptos sobre el personaje en cuestión. Más que puentes que nos lleven a conocer a otros que no piensan como uno, las redes sociales se convierten, con frecuencia, en medios para reforzar nuestras propias convicciones, para lo que vale plantear la ironía de que Facebook denomine "muro" a su pantalla de usuario.
Las noticias falsas, el microclima generado en las redes y la posverdad ya están instalados, y su presencia plantea, sin lugar a duda, incógnitas referidas a la legitimidad de los discursos y la credibilidad, dos de los principales valores que debería apuntar la actividad política.
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ya dominan gran parte de nuestra vida cotidiana, y como herramientas, tienen tantos aspectos positivos como potenciales riesgos.
Frente a ello, la solución de prohibir parece no solo un tanto ingenua y simplista, sino que conlleva el riesgo de eludir al necesario y profundo debate sobre las nuevas formas de comunicación, ya que allí está la clave en la que basamos nuestras decisiones políticas y, en definitiva, nuestro futuro.
El autor es sociólogo, autor del libro "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar 2017).