¿Podrá un robot ser más inteligente que un humano?

Alfredo Atanasof

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Hace algún tiempo analizamos algunos aspectos de la robótica, nos parece pertinente insistir con el tema, volver sobre ello teniendo en cuenta la importancia que tendrá la inteligencia artificial en nuestras vidas. Seguramente en los próximos años la inteligencia artificial tendrá un violento impacto sobre nuestros trabajos, la educación de nuestros jóvenes y el cuidado de nuestros mayores.

Se considera que el primero en utilizar la expresión "inteligencia artificial" fue John McCarthy, en 1956. Él era profesor de Matemáticas de la Universidad de Dartmouth, Hanover, New Hampshire y se abocó a la tarea de convocar a investigadores en un evento de verano para estudiar el tema.

El estudio partía de la base de que todos los aspectos del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia podrían ser descritos con tal exactitud que se podría fabricar una máquina para imitar esas conductas. Bajo esa premisa se trabajó, hasta llegar a nuestros días con definiciones más precisas.

Hoy se acostumbra a dividir a la inteligencia artificial (IA) en varios campos, entre los que se destacan la robótica, el reconocimiento del habla y el lenguaje, y la visión computarizada. Pareciera que la robótica no necesitaría mucha explicación: se podría decir que se trata de construir máquinas capaces de realizar tareas físicas, pero es algo más.

Hoy los avances han sido de tal magnitud que en Japón existen robots para el cuidado de los ancianos, en una sociedad que llegó a un promedio de 86 años para las mujeres y 80 para los hombres. De sus 127 millones de habitantes el 27% son mayores de 65 años y 65 mil son centenarios, lo que los llevó a buscar soluciones imaginativas para el futuro.

En la residencia Shintomi, en Tokio, a los ancianos los despierta un robot llamado Sota, que, más allá de darles los buenos días, les recuerda la hora de su medicación. A su vez, posee una cámara con rayos infrarrojos que detecta si los ancianos se mueven demasiado en la cama y activa una alarma, las camas tienen un sensor bajo el colchón que controla permanentemente los signos vitales, cuenta las horas de sueño y evalúa el descanso, junto con otros robots. Para ayudarlos a levantarse, caminar y hacerles compañía a los ancianos, la residencia usa un robot de juegos llamado Palro, creado por Fujisoft.

Otra clase de robots ofrece ayuda psicológica, en lugar de física. Paro, el terapéutico, imita la apariencia de una foca peluda que responde cuando se lo interroga. Entre otras cualidades, se demostró que potencia la motivación, aumenta la sociabilidad y mejora la relajación.

Un ejemplo significativo de lo que puede lograr la inteligencia artificial es la aspiradora Roomba 980. En su última versión, se desliza por el suelo, reconoce las alfombras, retorna a su estación de carga cuando se le agota la batería, y va creando un mapa de los ambientes que le permite asegurarse de que todos los lugares fueron limpiados y hacerlo con mayor velocidad.

Una versión no menor es la de los multi-robots, coordina actividades de grupos de robots desde algún sistema centralizado informático. Kiva Systems, comprada por Amazon hace algunos años, coordina las acciones de varios robots para llevar los productos a las estanterías y luego empaquetarlos. Tan importante es el sistema de multi-robots que se celebra anualmente una competencia denominada RoboCup en la que compiten equipos de fútbol con robots.

El desarrollo en materia militar ha llegado a tal punto que existen drones que pueden transportar cargas con explosivos a lugares determinados con total precisión, armas que pueden identificar objetos preseleccionados y disparar de forma autónoma, o minas de tierra que solo explotan cuando determinados tipos de vehículos están al alcance. Tal es la preocupación que Naciones Unidas está estudiando los aspectos éticos en el uso de municiones de esta precisión que sustituye a humanos en zonas de guerra.

Estos son solamente algunos ejemplos de lo que seremos testigos en los próximos años, un dramático crecimiento de los tipos de tareas que pueden realizarse mediante máquinas, con su consecuente impacto sobre la productividad y el empleo.

Aún no está claro, para especialistas, hasta dónde puede llegar la IA. Los seguidores de la IA fuerte dicen que las máquinas tienen o llegarán a tener mente. Los que se inscriben en los conceptos de la IA débil creen que las máquinas solamente simulan, pero que no duplican la inteligencia real.

Por lo tanto, con cualquiera de las teorías que se imponga, lo cierto es que estamos frente a un desafío que nos obliga a considerar la IA como un fenómeno nunca antes visto, y entender y convivir con mecanismos computacionales capaces de realizar acciones complejas, percibir y razonar en algunos aspectos.

El autor es ex jefe de gabinete de ministros del Gobierno Nacional.

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