Pobre Cataluña, ¿qué te han hecho?

El “nacionalismo” de unos y el denostado “nazionalismo” de los otros ha dividido inútilmente este bellísimo y riquísimo territorio de España

Estuve en Barcelona el fin de semana pasado, con la única finalidad de evaluar la situación de la gente frente a las elecciones del 21D. Más allá de admirar por enésima vez la iglesia (basílica menor) más linda del mundo, la Sagrada Familia.

Mario Vargas Llosa, premio Nobel en al año 2010, definió la situación de la autonomía de Cataluña de este modo: "Se trata de una epidemia de masoquismo que enferma al pueblo catalán" (diario El País, domingo 17 de diciembre). Más allá de la admiración personal que siento por el autor peruano, tiene razón, esta es la sensación que percibe un observador neutral cuando se habla con los catalanes.

Todas las charlas con la gente de a pie terminan, inexorablemente, en el tema de las elecciones. Todas, y no porque uno pregunte siempre lo mismo, solo porque la gente tiene la necesidad de hablar del tema, en todo momento, cada vez que puede; tal el peso sicológico de la temática en el pueblo.

Es un particular sesgo de este momento de la vida de Cataluña, cada ciudadano cuenta sobre el tema algún drama, personal o familiar. Todos tienen algo que lamentar, todos. Joan no se habla ya con la mitad de su familia, porque es constitucionalista ("de los del 155", artículo de la Constitución española aplicado a los sediciosos que propusieron la independencia de Cataluña), y el resto son independentistas, se quieren ir de España. Solo Dios sabe adónde. Joan trata de pactar con la mitad rebelde de su familia sobre la posibilidad de no hablar del tema en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, para pasarlas todos juntos como toda la vida. No cree conseguirlo.

María tiene un pequeño negocio de regalos en un barrio periférico de Barcelona, es separatista, independentista, afiliada al Esquerra Republica de Catalunya (ERC). Cree, muy convencida, que lo mejor para Cataluña es dejar España. Ante la pregunta: "¿Y adónde irán, porque Europa no los quiere como país independiente?", responde: "Viviremos de lo nuestro". Repregunto: "Pero si ya escaparon, huyeron de Barcelona tres mil empresas en pocos meses y su PBI creció a la mitad del resto de España en este último trimestre, ¿no le parece demasiado riesgo?". Responde: "¡Mejor pobres y libres que ricos y atados al carro de España!". Para María los que no voten la separación son unos "fachas" (fascistas-franquistas), "españoles".

Cada uno de los 7,5 millones de catalanes con derecho a voto tiene algo que contar, por esto seguramente votará casi el 86%, según las encuestas. Todos tienen que ir a las urnas el 21D, los que piensan que es ilegal (separatistas) y los que creen que es legal, los no separatistas. En cambio, en octubre pasado, por la independencia, solamente votaron dos millones. El resto no votó sencillamente porque las elecciones eran ilegales y se sufragó en lugares no autorizados y muy extraños, clubes de barrio, dispensarios, hospitales, farmacias, etcétera. Luego hubo represión, para algunos, reacción para otros, fue el 1º de octubre.

El "nacionalismo" de unos y el denostado "nazionalismo" de los otros ha dividido inútilmente este bellísimo y riquísimo territorio de España. Inútilmente, digo, porque Cataluña nunca fue colonia de nadie para justificar tanto nacionalismo. Deberíamos remontarnos al Reinado de Aragón, en época del rey Fernando y su mujer Isabel de Castilla, los reyes católicos, cuando en esta misma Barcelona le dieron a Cristóbal Colón el dinero para "descubrir" una ruta a las Indias y se topó con las Américas, corría el año 1492.

Más tarde aún, cuando la ciudad de Barcelona (Barcino) fue colonia romana. Pero, entonces, si no fueron colonia en los tiempos modernos, como diría mi abuela Ana, los nacionalistas, ¿de quién quieren independizarse? En general los nacionalismos nacieron con ese fin de sacarse de encima el yugo de los países colonialistas centrales. O esto es puro populismo y cero nacionalismo.

Otro sinsentido, los catalanes no tienen argumentos para justificar este momento de su historia, es solamente cuestión de fe la independencia. Es más cómodo creer que no creer, ya que no creer significa una posición racional y argumentada, a esto se refiere la cuestión de fe.

Partido Popular (PP), Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), Podemos, Ciudadanos, ERC, Candidatura de Unidad Popular (CUP) y otros partidos políticos locales y nacionales pelean día a día para imponer a sus candidatos como presidente de la Generalitat para el 21D.

Las encuestas hoy por hoy no saben a quién darle el triunfo; la gente encuestada dice lo que le conviene decir en el momento, no lo que hará en el cuarto oscuro. En algunas de ellas hay una ligera ventaja para Ciudadanos (Inés Arrimadas) y su primo hermano, el PP, partido de gobierno español.

El 21D tiene hoy final abierto y consecuencias inimaginables. Una sociedad inútilmente dividida por políticos que llevan adelante políticas basadas en el fanatismo y, como dije, en la cuestión de fe.

Cataluña se ha convertido en el modelo, en el catálogo, de las cosas que los políticos no deben hacer con la comunidad que les toca gestionar. El miedo a quedar afuera de España o el miedo a quedar con España es un sinsentido que divide una sociedad que muestra las fachadas de sus edificios en Barcelona con unos cuantos balcones adornados con la bandera española, otros con la bandera independentista, otros vacíos y los menos, con la bandera de la región, la senyera. Esta es hoy Cataluña.