Señales preocupantes del gobierno de Cambiemos

La economía sigue planchada, pero el Presidente y sus funcionarios continúan insistiendo en fórmulas que nunca han dado resultado

Lo malo de la soberbia es que suele imponerse con la sola promesa de triunfo y se vuelve patética cuando acompaña el duro peso del fracaso. Las figuras de Carlos Menem y Cristina Kirchner no dibujaban un Senado de los sabios sino la triste imagen de aquellos que se creyeron ser más de lo que eran. Por suerte estaba Miguel Ángel Pichetto, quién junto a los gobernadores convocaban a una cuota de cordura. A muchos de los que votamos a Macri nos asusta el riesgo de que encare el mismo camino. Con Scioli hubiera sido inexorable, con Macri queda el espacio de la duda. La debilidad de nuestras estructuras políticas nos lleva a una excesiva dependencia de los aciertos económicos.

Ideologías, restos fósiles de un siglo donde la mayoría las usó como excusa para ocultar sus proyectos. Ni los liberales dejaron de ser proteccionistas ni los marxistas respetaron la libertad mientras intentaban imponer revoluciones. El peronismo fue tan solo una etapa, en mi opinión exitosa, de la formación nacional. Luego se convirtió en el laboratorio de pruebas de las modas que en su momento había logrado superar. Menem lo hizo tan liberal de mercado como hoy lo reitera Macri y luego los Kirchner, tan agresivo y socialista como fracasa en Venezuela.

Las elecciones dejaron en el oficialismo una sinergia cercana a la euforia, que el tiempo rápidamente se ocupó en disolver. Los derrotados se reencontraron con sus razones para cultivar resentimientos, y movilizan con la agresividad de aquellos que perdieron la esperanza de ganar en las urnas. Y el Gobierno no vive ya en el paraíso encuestado del soñador Durán Barba, está aprendiendo en carne propia lo fugaz que -en una sociedad en decadencia- son los triunfos electorales.

¿Qué lugar ocupa en las ideas de Macri el inversor extranjero? Difícil responder, pero es semejante a un salvador que habita en la ideología mientras está ausente en la realidad. Sé que canso al repetir que me remite a "Esperando a Godot" del genial Samuel Beckett. Luego el presente, con la deuda desmadrada, la inflación reiterada, el dólar como anzuelo para ganancias financieras que como siempre se acompañan de quiebras productivas. Uno siente el agotamiento de que le vendan como estreno una película que se presenta como comedia y siempre termina en tragedia uno no puede asegurar en cuánto tiempo, sólo tiene claro que transitamos nuevamente por la "crónica de una muerte anunciada". Cuando el productor pierde y el que la juega en el banco gana, siempre terminamos mal.

Escuché a un ministro pedirle al mundo que "supere el proteccionismo"; antes me daba bronca, hoy me produce pena. Ya tenemos a China, espacio donde el Estado maneja a su antojo a los intereses privados, país que rompió el mito de que había que ser democrático para ser capitalista. Todavía algunos que sufren el atraso opuesto al Gobierno, restos marxistas, imaginan que el imperialismo sigue siendo el de Estados Unidos. Muestra clara de que el atraso ideológico sólo se impone en el reloj de las colonias, de las sociedades que compraron improntas generadas sólo para parasitarlas. Recuerdo cuando Europa nos daba clase de libre comercio en todo, salvo en el agro, lugar en el que nosotros éramos competitivos y ellos no.

Ni el liberalismo exacerbado del Gobierno ni el socialismo pseudo-revolucionario del kichnerismo implican un destino, ni siquiera un camino que nos permita salir de la decadencia, de este dato matemático del crecimiento de la pobreza que casualmente se inició con la muerte de Perón. Me dirán pesimista, no es cierto, soy realista; asumo el caos que nos dejaron, es enorme, ello no justifica el absurdo económico que estamos transitando. Ni mucho menos la euforia exitista de quienes debaten con frivolidad la reelección presidencial.

Nos queda transitar un año duro y de esa crisis no nos saca un maquillador como Durán Barba, de esta desesperanza únicamente nos puede sacar un conjunto de políticas de Estado que podrían convocar inversores. Lo único seguro es que el destino nacional no es un aporte gratuito del "inversor extranjero" sino que exige una clase dirigente que lo formule y eso, hace tiempo que no aparece.