Un antes y un después para la defensa nacional

Una institución como la Armada, que había sido obligada al silencio y a alejarse de la sociedad en la década pasada como parte del marketing político ideológico del anterior Gobierno, en los últimos 11 días tuvo a cargo las conferencias de prensa y ser voz oficial del Estado argentino

"El honor nacional requiere un esfuerzo. El jefe de la escuadra debe hacer y hará su deber. Si el éxito es favorable, todo irá bien; pero si es desgraciado, suplico se salve mi nombre y el honor de mi familia". Almirante Guillermo Brown, parte del 4 de marzo de 1826, fechado en La Colonia, a bordo de la corbeta 25 de Mayo.

Nuestra querida Argentina y en especial su círculo rojo, como el agudo y polémico Jaime Durán Barba le gusta definir a un puñado de miles de hiperinformados de la política, la economía y las relaciones internacionales de la Argentina, y con ideologías o sistemas de ideas que van desde la izquierda champagne o Palermo Hollywood hasta neoliberales, conservadores, populistas con vacaciones en Miami, pasando por otros que según conveniencia han hecho pasantías en todos estos sectores, ha pasado en los últimos meses de ser especialista en temas indígenas y en el río Chubut a ser submarinista y catedrática en defensa. Desde ya, eso se combina con otras dos pulsiones nacionales, como son la amnesia de cosas que nos desagradan y la búsqueda rápida de chivos expiatorios.

Es poco probable que alguien diga abiertamente que festejó eufórico el Mundial 78; que temía a la violencia guerrillera en los setenta, que no se detuvo, todo lo contrario, con el regreso de la democracia, en 1973; que apoyó la recuperación de las Malvinas en 1982; que votó a Carlos Menem o a Fernando de La Rúa o a Cristina Fernández y sus 54 puntos del 2011, etcétera. En ese mundo de negación y expiación de culpas, el sector de la defensa nacional de las últimas tres décadas ha quedado entrampado. En algunos casos, justificándolo por penurias económicas del país, ver a los militares como un partido político que disputaba el poder a los políticos tradicionales, la existencia de otras prioridades como la pobreza, la salud y la educación, mientras estas mismas no dejaban de empeorar, el supuesto fin de la historia y la globalización positiva de los noventa, la necesidad de enviar mensajes complacientes a sectores de izquierda para sumarlos a un proyecto político como se dio en especial a partir del 2005, etcétera.

Ello llevó a que nuestro país, miembro del G20, con superficies terrestres y marítimas imponentes y con amplias riquezas naturales, haya caído en la indefensión. La llegada de un hombre pragmático y con ideas claras como el presidente Mauricio Macri ha sido fundamental en comenzar a detener ese desbarranco. Aun en penurias económicas como se dieron en el 2016 y primera mitad del 2017, hubo gestos importantes. La realización de los desfiles patrios del 25 de mayo, un Ministerio de Defensa que no destrata a los militares, el intento de recomponer las relaciones con las principales potencias, la búsqueda de formas de moderar la problemática salarial y la existencia de un discurso oficial que trata a los militares como lo que son, o sea, argentinos de uniformes que, a diferencia de casi todas las profesiones, están dispuestos a dar la vida por el país, son todos pasos en el sentido adecuado.

La positiva recepción que dio el Presidente y comandante en jefe al amplio plan de reformas y reestructuración elaborado y presentado por el Estado Mayor Conjunto es un hito fundamental en la posibilidad de tener una hoja de ruta realista de mediano y largo plazo. Nuestro país pasó de invertir en defensa porcentajes en torno al 3,5%-4% de su PBI a fines de los setenta y comienzos de los ochenta al 1,5% al promediar esa década y primer tramo de los noventa, para finalmente caer al 1%, y luego al 0,8% en los últimos años del anterior gobierno. El promedio de nuestra región era del 2% y a nivel internacional, 2,3 por ciento.

El traumático y conmovedor colapso del submarino TR1700 San Juan marca la necesidad simbólica y material de un antes y un después. En las últimas horas el Presidente ha optado por consolidar la opción más propia de un estadista y no meramente un político hábil y pícaro como han abundado en nuestro país. Ha evitado finalmente caer en los cantos de sirena de tirar las responsabilidades sobre los militares en general y la Armada en particular.

Por un momento, pareció que el Gobierno no había aprendido la lección fundamental que dio el caso Maldonado, cuando contra viento y marea el Ministerio de Seguridad, con el respaldo del Poder Ejecutivo, evitó las clásicas y demagógicas razias en la Gendarmería y su estigmatización. Pese a que miembros del círculo rojo, aun algunos cercanos al Gobierno, lo exigían. Por esas vueltas y giros bruscos de la Argentina, una institución como la Armada, que había sido obligada al silencio y a alejarse de la sociedad en la década pasada como parte del marketing político ideológico del anterior Gobierno, en los últimos 11 días tuvo a cargo las conferencias de prensa y ser voz oficial del Estado argentino.

Sea cual sea el resultado de la búsqueda y el rescate que de manera masiva la Argentina y una decena de países llevan adelante, incluyendo y de manera muy constructiva y activa al Reino Unido, Brasil y ni que decir de Estados Unidos, el presidente Macri, después de las semanas de duelo o, milagro de por medio, de festejo, tiene el desafío de clavar un cartel en la puerta simbólica del área de la defensa nacional. El primero podrá decir: "Hombres y mujeres trabajando. Cerrado por reparaciones. Sepa disculpas las molestias. Próxima reinauguración". El otro: "Cerrado por remate". No queda espacio ya para medias tintas. La sangre y el dolor nos pusieron un límite a la ignominia que como sociedad en general y su dirigencia en particular sometimos a los herederos de San Martín, Güemes, Alvear, el almirante Brown… "¡Es preferible irse a pique que rendir el pabellón!". Señal dirigida por el almirante Brown a la escuadra, antes del combate de Quilmes, el 30 de julio de 1826.