El submarino San Juan expone el rencor hacia los militares

Gral (R) José Luis Figueroa

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ACOMPAÑAMIENTO Y REFLEXIÓN.

Los hombres de armas sabemos que muchas veces los combatientes comienzan a morir mucho antes de recibir el fuego certero del enemigo, así como las naciones comienzan a ser derrotadas antes de su rendición, de su colapso.

Muchos argentinos estamos tristes y consternados acompañando a los familiares y esperando noticias de la dotación del submarino San Juan. Submarino que comenzó su desgracia mucho antes del 15 de noviembre de 2017, a pesar de que las investigaciones arrojarán que las causas del accidente son de índole material o humana, con lo cual las autoridades podrán enrostrar eficiencia en la investigación, exponiendo las causas y responsabilidades del triste suceso y tomando las medidas correctivas necesarias, incluyendo la separación de los causantes, con una fuerte acción comunicacional para blindar la imagen de las autoridades políticas.

Esto implicaría una gran hipocresía. Las causas que produjeron esta situación son consecuencia del desempeño de una dirigencia nacional que en las últimas décadas ha demostrado incompetencia, desinterés e irresponsabilidad en el manejo de la Defensa Nacional.

El submarino San Juan expone también el miedo, el rencor y la indiferencia hacia los militares. Los marineros implicados son parte de la sociedad argentina, salen de ella y son educados y entrenados por el Estado nacional. Sus dolientes familias habitan en casi todas las provincias del país y no justamente en los barrios más ricos.

El advenimiento de la democracia trajo aparejado el juzgamiento de los responsables del gobierno militar y los jefes de la guerrilla que envolvieron al país en una guerra insólita, que solo podía terminar como terminó, en una tragedia.

Sin embargo, los juzgados en democracia, en pleno estado de derecho, fueron solamente los militares. Paradójicamente, fueron los únicos actores con capacidad de autocrítica y reconocimiento de los errores y horrores cometidos en la historia reciente.

Lamentablemente todo esto sirvió para que el resto de los actores –de la cultura, empresarios, gremialistas, religiosos y particularmente políticos– eludieran sus responsabilidades, miraran para otro lado e inculparan de todos los males a la "Dictadura", por cierto nefasta, de la cual no hay nada para atenuar o reivindicar, pero que tampoco es causa para justificar los desempeños de la dirigencia en los años previos a la misma, boicoteando los esfuerzos institucionales de Perón y Balbín para reencauzar al país.
Nada puede justificar el desempeño de esa dirigencia posterior a la Dictadura, que luego de los juicios impulsados por el Dr. Alfonsín para asegurar terminar con los golpes militares, le pusieron trabas a él y al Dr. Menem para pacificar el país. Ambos presidentes deseaban evitar el juzgamiento de los militares sin responsabilidad política por los hechos de los años de plomo, aquellos que no tenían ninguna capacidad de controlar la situación y solo podían cumplir las órdenes.

Fue más fácil inculpar de todos los males a los militares, humillarlos y hambrearlos y por otro lado desfinanciar las FFAA, con lo cual simultáneamente se iniciaba el deterioro sistemático de la capacidad de Defensa. La Defensa se convirtió en un símbolo de la Dictadura y allí se decidió el abandono de esa función constitucional. ¿Comenzó allí el triste accidente del submarino San Juan?

Luego del colapso nacional de 2001, las Fuerzas Armadas esperaron el apoyo del Comandante en Jefe para reincorporarse al Estado y servir a la Nación. Sin embargo, nos encontramos con un Presidente como Néstor Kirchner, que en el Colegio Militar en el día del Ejército nos gritó: "No les tengo miedo", como le grita un cobarde a un moribundo.

El kirchnerismo se desentendió de la Defensa y dejó a las Fuerzas Armadas en manos de un grupo perteneciente al lumpen de la guerrilla. Antiguos terroristas destruyeron a las Fuerzas Armadas imponiendo un relato ideológico afín a las guerrillas de los 70, escudándose detrás de una política de derechos humanos sesgada y tergiversada. Aquí también encontraremos causas del accidente.

Así los aviones no volaban y se caían, los buques se incendiaban o hundían y los tanques no tenían ni un proyectil para tirar. El sistemático deterioro del capital humano y recursos materiales se incrementó notoriamente, mientras los responsables del área de Defensa se preocupaban por la política de género, el manoseo de los derechos humanos, etc. y en ocupar cargos de gestión corriente con designaciones políticas altamente rentadas.

En ese contexto se reparó el submarino San Juan.

Con la esperanza del cambio se hizo cargo del gobierno el ingeniero Macri, quien en lo relacionado a Defensa se encuentra en una encrucijada, afectado con una tragedia conmocionante y con un interrogante sin respuesta sólida sobre qué hacer con la Defensa y las FFAA. La solución no discurre únicamente con el relevo de personas.

En esta instancia señalaría que la atención de los familiares y del cuerpo de submarinistas es prioritario, en lo psicológico, espiritual y material, sin mezquindad, pero en silencio, para adentro, sin especulación.

La solución de la Defensa Nacional se iniciará cuando se valore a las FFAA y se atienda la moral de sus hombres, se entienda que su calidad depende de la dirigencia nacional, que los debe formar, emplear, exigir y proteger, haciéndose cargo de las órdenes y omisiones que con ellos acontece. Es esencial entender que el poder político le delega autoridad a las FFAA para cumplir sus misiones, pero no delega su responsabilidad.

Para abordar la primera parte se debe recuperar el tiempo perdido en los primeros años de gestión y ascender al personal discriminado por portación de apellido y por Semana Santa. Es necesario atender la situación de los detenidos por cumplir órdenes cuando eran jóvenes oficiales o suboficiales, cuando la responsabilidad estaba en otros niveles. Fue doloroso que en el primer año de gestión el ministro Martínez enviara pliegos de ascenso a la aprobación del CELS.

Establecida una relación armoniosa caracterizada por la subordinación, el respeto, el afecto y la responsabilidad llega el momento de atender el planeamiento, las leyes, la organización y el ansiado equipamiento.

Ante una pregunta sobre el rol de las FFAA, el ministro Aguad, increíblemente respondió sonriente que debemos esperar unos meses para obtener la respuesta. Esta respuesta sincera, inicialmente irritante, nos ubica exactamente en la posición que nos encontramos, porque la verdad cada uno puede tener una visión honesta del rol de las FFAA, pero como Estado no existe y definirla por consenso requiere gran madurez.

En ese sentido, ¿deberíamos esperar una concepción de Defensa gestada y consensuada entre los distintos espacios políticos y quehaceres de la Nación? ¿Será el momento de terminar con los parches legales y avanzar en nuevas leyes de Defensa, Seguridad e Inteligencia, que aseguren la vida y desenvolvimiento del Estado y de las personas?

La Defensa Nacional debe ser conducida por estadistas que entiendan y dirijan con visión estratégica y geopolítica, se debe evitar administradores neófitos en la materia que visualizan el éxito de su gestión en la contención del gasto o la elaboración de planes de equipamiento aislados e incoherentes con una visión integral de la Defensa.

Se deben concentrar los escasos recursos humanos de la dirigencia capacitados en defensa en áreas específicas. La concientización y capacitación de la futura dirigencia en Defensa debe ser un punto a atender.

Poco a poco los políticos fueron avanzando sobre cargos de gestión corriente con sueldos altamente costosos, sobre áreas administradas eficientemente por personal de carrera capacitado, como el Instituto de Ayuda Financiera de las FFAA, la Obra Social de los militares, el Instituto Geográfico y sus similares navales y aeronáuticos, etc., todos organismos que requieren conductores de carrera, con permanencia y no, de administradores seleccionados políticamente, limitados en tiempo a los vaivenes de la coyuntura política.

Es necesario que los políticos se capaciten, hagan y se concentren en la política de defensa, deben ser conscientes de que esta es una oportunidad para revertir su vergonzoso desempeño durante las últimas décadas en relación a la Defensa Nacional, es llamativa su ausencia y silencio en esta situación, excepto el Presidente, Carrió y alguna otra honrosa excepción.
Este drama, e intenso dolor que como sociedad vivimos, acompañados por la comunidad internacional, debe llevarnos primero a sostener ahora y en el tiempo a los familiares, a reflexionar y tomar esta tragedia como una oportunidad para crecer como Nación. Algún día dejaremos de hablar de los submarinos de la Armada para hablar de los submarinos argentinos.

Con toda franqueza, confiamos en la única persona que parece comprenderlo, el Señor Presidente de la Nación. Adelante, Señor, imponga su liderazgo y termine con estas décadas de decadencia de la Defensa Nacional. Son muchos quienes lo seguirán, en su honestidad están depositadas la confianza y expectativas.

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