La Unión Europa (UE) está atravesando dos procesos paralelos de consecuencias aún impredecibles. Por un lado, el Brexit, comenzado en marzo de 2017 y, por el otro, la declaración de independencia de Cataluña de España. Ambos esquemas han desencadenado fuerzas y consecuencias de difícil manejo y resolución.
Hoy la UE advierte que el Brexit podría no llegar a concretarse y que Londres no tendrá otra alternativa que explicar a sus ciudadanos por qué, a pesar de haber votado la salida de la Unión, sus costos son tan altos e inasumibles que la permanencia es la mejor alternativa.
Cataluña tuvo que congelar rápidamente su independencia, ya que todo lo prometido e incitado desde su gobierno separatista generó tanto ruido y tensión en España como en el resto de la UE que, de concretarlo, sus secuelas serían impredecibles.
Algunos de los puntos que unen la independencia de Cataluña con el Brexit son que los 27 gobiernos europeos se mantienen firmes y homogéneos con respecto al no reconocimiento de la independencia de Cataluña, y frente a una salida dura y con altos costos para la salida del Reino Unido.
Tanto en el Brexit como en la independencia catalana fueron las fuerzas políticas las que guiaron ambos procesos poniendo en evidencia que aquello que parecía irreversible hace unos años hoy no lo es. En efecto, las entidades estatales estaban tironeadas como un chicle hacia arriba, en busca de la supranacionalidad consolidada en la UE y, hacia abajo, por las fuerzas subnacionales, catalanas, vascas, flamencas, entre otras. La UE parecía el triunfo sin retorno de la primera y que las segundas energías estaban condenadas a licuarse en procesos mayores.
Los casos del Brexit y catalán son los leading cases que la UE va a utilizar como ejemplos de desobediencia política frente a posibles casos de países que busquen salirse de la Unión o entidades subnacionales que intenten abandonar su estado y convertirse en nación soberana.
¿Cuál es el as que aún poseen la UE y España para lidiar con el Brexit y la independencia catalana? Las armas secretas y silenciosas que tienen para tratar estos dos y futuros casos son las económicas, financieras y comerciales. En efecto, mientras los procesos políticos en Cataluña y el Reino Unido llevaron a ese camino sin salida, por debajo fluyen otras fuerzas y con direcciones opuestas que hicieron que aquello que fue planteado como irreversible (la salida del Reino Unido de la UE y de Cataluña de España) se conviertan hoy en una expresión de deseo.
El Reino Unido y Cataluña sufrirán si logran desmembrarse de la UE y de España, respectivamente. Tanto en Gran Bretaña como en Cataluña son las grandes corporaciones bancarias-financieras y las empresas las que están presionando para que ambos procesos se detengan. Son esos motores y no los políticos los que presionan a los diversos actores para que vayan en una dirección contraria a las asumidas.
La city londinense sabe que la economía y las finanzas de su país tendrán un severo y profundo choques si se produce el rompimiento de la UE. Sabe que la economía y las finanzas no podrán seguir funcionando normalmente y que, en consecuencia, perderá su lugar de privilegio y poder en manos de Amberes, Rotterdam, Frankfurt o Ámsterdam, entre otras.
Semanas atrás, las empresas y los grandes bancos privados habían amenazado con dejar Cataluña si se separaba de España. Apenas conocida la especulación del freno independentista que podía usar el líder catalán Puigdemont con respecto al futuro de su región, la Bolsa española aumentó. Ahora habrá que observar el comportamiento de los grandes actores económicos frente a la decisión de no llamar a elecciones anticipadas en Cataluña, avanzar en el proceso independentista sui generis y la segura aplicación del artículo 155 de la Constitución española cuyas consecuencias pueden ser devastadoras y violentas.
El autor es magíster en Relaciones Internacionales de Flacso. Profesor en las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la UBA y UB.