Por: Axel Kicillof y Carlos Bianco
Luego de las elecciones de medio término, seguramente Macri se sentirá fortalecido para avanzar con su programa económico. Recordemos que, a pesar de que el famoso "plan" nunca fue presentado ni explicitado, la batería de medidas económicas tomadas en estos primeros 20 meses
de gobierno lo revelan como un gobierno neoliberal "clásico". Un criterio apropiado para caracterizar así a la política economica consiste en constatar que, con variada profundidad, cumplió todas y cada una de las recomendaciones del Consenso de Washington: ajuste presupuestario, recorte del gasto público, reducción de los impuestos para los más ricos, elevadas tasas de interés que atentan contra la producción, devaluación de la moneda, apertura importadora, llamado de auxilio a la inversión extranjera, privatizaciones encubiertas, desregulación de la economía y
fortalecimiento del sistema de patentes.
Para los dos años que quedan de mandato, Macri ya dio señales de cuáles serán sus medidas de corto plazo, al tiempo que se han venido negociando en las sombras medidas de mediano y largo plazo encaminadas, como sostuvo recientemente el ex ministro de economía Domingo Cavallo, a
completar las reformas estructurales que quedaron pendientes desde la década de 1990.
En relación con las medidas coyunturales, por la madrugada, incluso antes de terminar con el recuento de los votos, se incrementó el precio de los combustibles entre un 9,5 y un 10%, siguiendo las políticas de dolarización del precio de la nafta y liberalización del sector. Pero hay
más: para los próximos días se anunció una segunda oleada de tarifazos en la energía eléctrica (+26%), el gas (+40%), los taxis (5%), las prepagas (2%) y la telefonía móvil (4%), entre otros, a los que se suma el ya anunciado aumento de los boletos de trenes y colectivos para principios de 2018. Es la crónica de un tarifazo anunciado.
Por su parte, el presupuesto recientemente presentado -pero aún no debatido- anticipa un severo ajuste: se prevé un recorte de aproximadamente 2,5% del PBI, sostiene la profundización del ajuste monetario vía altas tasas de interés y prefigura un parate para la obra pública. En cuanto a los salarios, el gobierno ya anticipó que el año que viene intentará evitar las "cláusulas gatillo" que ataban salario a inflación. Nuevamente se observa que, como ocurrió en 2016 y 2017, van a postular una inflación baja para imponer un techo a las paritarias. En suma, las políticas ortodoxas de ajuste del gasto, el crédito y el salario son las tres principales premisas para el año 2018.
El ajuste se puso ‘en pausa’ para obtener un mejor resultado electoral
Son todas políticas de contracción de la demanda que tendrán mayor o menor efecto sobre la actividad según la dureza que les imprima el gobierno. Hay que recordar que, durante el segundo semestre de este año, deliberada y confesamente el ajuste se puso "en pausa" para obtener un
mejor resultado electoral: se pospusieron los aumentos, se repartieron créditos, se buscó estabilizar el salario real y se aceleró la obra pública. Todo indica que pasadas las elecciones el gobierno va sacar la pausa para dar rienda suelta al impulso ajustador.
En cuanto a las medidas de carácter estructural que ya fueron anunciadas, se destacan las reformas laboral, previsional y fiscal, así como múltiples acuerdos de libre comercio en negociación. Si bien no se conocen los detalles, distintos referentes económicos del gobierno ya han anunciado su interés por una reforma laboral "a la brasileña", para poder "competir" en igualdad de condiciones con nuestro principal socio comercial. De ser así, se trataría de una tremenda flexibilización laboral, que si no consiguen imponer en el Parlamento prometen implementar "caso por caso". Tampoco se conocen los lineamientos de la anunciada reforma fiscal, aunque sus trazos gruesos parecen ser el aumento de la base imponible y la reducción de los impuestos corporativos. Esto es, cobrar impuestos bajos a una mayor cantidad de contribuyentes. De ser así, se trata de una reforma netamente regresiva. En materia previsional, luego del fracaso de la "reparación histórica", el macrismo ya ha puesto en el debate el aumento de la edad jubilatoria.
En cuanto a la inserción externa, la política comercial apunta a una todavía mayor apertura comercial, cuya primera etapa de liberalización importadora -a través del desmantelamiento del esquema de administración del comercio- dejó en estado de agonía a numerosos sectores económicos, fundamentalmente a los sectores y PyMEs que producen para el mercado interno. Esta mayor apertura se dará de manera institucionalizada a través de la firma de múltiples tratados de libre comercio con países y regiones más desarrolladas e industrializadas, tales como la Unión Europea, Japón, Canadá, México y los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein), entre otros.
Todo indica que la inflación va a superar el 23%, lo que significa un fuerte ajuste encubierto
Es difícil no percibir las inconsistencias macroeconómicas, los efectos desindustrializadores y las dificultades para la sostenibilidad de esta segunda fase del programa económico. El análisis detallado del presupuesto 2018 muestra tremendas dificultades para cumplir la meta fiscal prevista del 3,2% del PBI de déficit primario, ya que no se descontaron ciertos ingresos que se registraron en 2017 y que no se repetirán en 2018 (los fondos derivados del blanqueo, la reducción de ingresos por rebajas en las retenciones a la soja del orden del 0,5% mensual a partir de 2018, y la devolución de tres puntos de ganancias a las provincias), así como gastos adicionales que no fueron computados en el proyecto de ley presupuestado (como por ejemplo, los aumentos por ley en la movilidad jubilatoria). A esto se suma que este año, nuevamente, se disponen a ocultar la magnitud del recorte subestimando la inflación. En 2017 se felicitaban por no haber ampliado las partidas del presupuesto, que estaban originalmente calculadas para una inflación de entre 12 y 17% cuando todo indica que la inflación va a superar el 23%, lo que significa un fuerte ajuste encubierto en términos reales.
Respecto de la insostenibilidad del modelo, no hace falta más que referirse al mega-endeudamiento que se ha producido desde diciembre de 2015 (con emisiones de deuda por más de 100.000 millones de dólares), una fuga de capitales que se ha acelerado brutalmente en los últimos meses (15.500 millones de dólares en los primeros nueve meses de 2017), un déficit comercial que ya es récord histórico (4.500 millones de dólares en los primeros ocho meses de 2017) y una inversión extranjera directa que se desplomó el año pasado respecto de 2015 (-51%) y lo sigue haciendo este año, si se excluye el ingreso de capitales con fines especulativos. Porque esa "industria", la de la "bicicleta", hay que decirlo, sigue siendo muy promisoria.
De esta forma, Macri persiste en un modelo que podríamos llamar de "escalera hacia el subsuelo", con descansos en los años electorales. En 2016 vivimos un brutal ajuste. Este año, 2017, se intentó mantener el poder adquisitivo empardando los ingresos con la inflación, se repartieron créditos (con altas tasas de interés) y se fomentó la obra pública de superficie. Todo parece indicar que estas medidas "electoralistas" serán abortadas para continuar con el plan original. En materia productiva y de inserción internacional, no se observa otra cosa que un curso a contramano: en un mundo crecientemente proteccionista, en donde la gran mayoría de los gobiernos protege sus industrias y el trabajo nacional, la Argentina se abre tontamente al mundo, retira al Estado de la regulación de la economía y debilita su mercado interno. En síntesis, todo indica que se avecina la segunda parte del ajuste de Macri. Y como todos sabemos, las segundas partes nunca fueron buenas.
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