Un mensaje para Abbas: con socios como Hamas, la paz está cada vez más lejos

La Autoridad Palestina haría bien en no fiarse de Hamas si no quiere que el extremismo islamista termine por engullirles y, de paso, se lleve por delante cualquier oportunidad para la paz

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Decíamos en pleno verano, bajo el intenso calor que cae sobre Israel y el Medio Oriente en el mes de julio, que sólo el fin de la violencia terrorista podría traer luz al conflicto palestino-israelí. Fue el pasado 14 de julio, un viernes, en el que nos levantábamos con un nuevo ataque terrorista que sesgaba la vida de dos policías israelíes en las inmediaciones del Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas. Un atentado que, por cierto, desató una tensión renovada de violentas protestas palestinas que hacían temer lo peor, semblanzas de intifadas pasadas en las que nadie gana, todos perdemos.

Entonces, nos aferrábamos a un deseo, que el vil asesinato del mes de julio fuese el último, que ya nunca más entrara el terrorismo en la ecuación de un conflicto enquistado en el tiempo. Precisamente es el terror el gran obstáculo para avanzar hacia una solución aceptable para ambas partes. Sin seguridad y con terrorismo, se antoja imposible un diálogo basado en la confianza mutua. Queríamos gritar bien alto: "¡Basta ya!".

Pero la triste realidad nos vuelve a golpear ya pasado el verano, justo en medio de las celebraciones de las altas fiestas judías. El martes por la mañana, un palestino disparaba con su arma y asesinaba a tres israelíes, agentes de seguridad, en un asentamiento a 15 kilómetros de Jerusalén, antes de ser abatido. Con este atentado, ya son 12 las vidas robadas en seis ataques, por atropello, apuñalamiento o arma de fuego.

El balance es demoledor, pero además llega este atentado en un momento particularmente sensible en el lado palestino. Resulta que Hamas, la milicia terrorista que gobierna con mano de hierro en la Franja de Gaza, y que, por cierto, ha aplaudido el acto terrorista del martes, anunció que quería ceder el poder en el enclave a la Autoridad Nacional Palestina de Mahmoud Abbas, que gobierna en Cisjordania, para avanzar hacia la reconciliación palestina entre los islamistas y Fatah, inmersos en una lucha fratricida.

En realidad, este movimiento puede ser un caramelo envenenado para Abbas y Fatah, que se verían forzados a negociar un proceso de elecciones en el que existe el riesgo de que Hamas acceda al poder en Cisjordania, algo inadmisible para Israel y el conjunto de la comunidad internacional. De todas formas, no es la primera vez que Hamas y Fatah anuncian un proceso de reconciliación que finalmente se desbarata. Hasta la fecha, ambas fuerzas han demostrado ser incompatibles entre sí e incapaces de lograr acuerdos que puedan llevar a los palestinos a un futuro de estabilidad entre ellos y de paz con Israel.

Con la sangre derramada de ayer, celebrada por Hamas, ¿con qué cara va a ir el presidente de la Autoridad Palestina Abbas o cualquier otro miembro ejecutivo de Fatah a Gaza a negociar una pretendida reunificación? Mientras Hamas no renuncie a la violencia y no acepte la existencia del Estado de Israel, es inviable pensar que una reconciliación entre las dos grandes facciones palestinas pueda, en primer lugar, tener éxito entre los palestinos, y en segundo lugar, reunir la legitimidad necesaria para iniciar un diálogo de paz con el gobierno israelí. Acercarse a Hamas no es un movimiento fiable ni aceptable. Esto lo tiene que tener claro Abbas, y la prueba la tiene en el atentado de ayer.

La Autoridad Palestina haría bien en no fiarse de Hamas, si no quiere que el extremismo islamista termine por engullirles y, de paso, se lleve por delante cualquier oportunidad para la paz.

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