¿Podrán los robots mejorar la distribución del ingreso?

Marcelo Revich

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La automatización, el potencial reemplazo del trabajo humano por robots y la inteligencia artificial son temas centrales para la agenda del futuro. Según un estudio de la Universidad de Oxford, en 2030 el 50% de los puestos de trabajo serían automatizados. Más allá del escepticismo de muchos y el fanatismo apocalíptico de otros, tarde o temprano ocurrirá y sería necio y hasta peligroso negarlo.

En este escenario surgirán los nuevos desafíos a resolver, tales como el desempleo. ¿Qué haremos con los humanos desocupados o reemplazados por la automatización? ¿Será posible reconvertirlos a todos ellos? Recientemente, Bill Gates planteó la posibilidad de aplicar un impuesto para los robots trabajadores, que podría ayudar a los Estados a no desfinanciarse por dejar de percibir los recursos de la seguridad social y al mismo tiempo volcarlos en la reinserción de los empleados desplazados.

También está en estudio y discusión a nivel mundial la posible aplicación del ingreso básico universal, aunque hay mucho escepticismo al respecto. En Finlandia se realizó una prueba sin mucho éxito y en Suiza el 75% de sus ciudadanos lo rechazó, sólo por citar dos ejemplos.

Como podemos ver, el cambio no es solamente tecnológico ni económico, es eminentemente cultural, es un cambio de paradigma, un antes y un después. Implica el cambio de estructuras muy arraigadas. Quizás frases famosas tales como "el trabajo dignifica" deban ser reemplazadas o al menos actualizadas.

Ahora bien, en caso de que los robots realmente puedan automatizar muchas de las tareas que hoy realizan los humanos, pensando meramente en términos matemáticos, podríamos llegar a una conclusión, no sé si errada, pero al menos simplista. Podríamos creer que estamos ante un win-win del estilo: "Podremos producir lo mismo o más trabajando menos". Quizás esto pueda ser técnicamente correcto, o una verdad a medias, pero el principal problema entonces será, como siempre lo fue, la distribución de los ingresos generados. Debemos pensar no sólo cuantitativa sino cualitativamente, ya que, en el fondo, se trata de personas.

Sabemos que la tecnología nos ayuda a democratizar, a incluir, a eliminar las intermediaciones, a bajar costos, pero en este punto entiendo que no será suficiente. Quien es dueño del factor de producción robot se quedará con esa plusvalía robótica, como ocurre hoy con el trabajo humano.

Otra vez, deberemos centrarnos en el problema de la distribución, ya que este siempre fue más difícil de resolver que el problema de la generación. Podríamos citar algunos ejemplos o dilemas: ¿Por qué Argentina produce alimentos para 400 millones y no puede alimentar a 40? ¿Por qué hay gente que no tiene vivienda y miles de departamentos están vacíos? ¿Por qué mucha gente tiene problemas para transportarse o lo hace en pésimas condiciones y muchos otros viajan solos en sus autos?

Quizás no todos los ejemplos son 100% aplicables, pero nos ayudan a entender que el problema central es cómo distribuir y hacer llegar el avance y el bienestar que estos cambios traen aparejados a la mayor cantidad de gente posible. El avance tecnológico en sí mismo no es suficiente.

Debemos, en este contexto cambiante, volver a poner en valor lo humano, porque características tales como la empatía difícilmente sean reemplazadas y pensar también el capitalismo 4.0 con un importante foco en la distribución y en lo humano.

El autor es socio de S&A.

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