Nota escrita en colaboración con Melisa Galvano Quiroga
La llegada de Cambiemos al Ejecutivo no sólo ha generado cambios económicos a nivel interno, que eran necesarios para encauzar tanto la micro como la macroeconomía, sino que también se ha dado un vuelco en la perspectiva de mirar hacia el mundo: ahora se busca una estrategia de inserción con el mundo y no contra el mundo.
Desde el Gobierno parecen haber entendido que la inserción inteligente en el mundo es uno de los ejes principales para lograr el desarrollo económico con crecimiento sostenible. En ese camino, el comercio internacional es un socio estratégico para la participación de Argentina en las relaciones económicas internacionales.
Como muestra de la voluntad de cambio en este perfil de relaciones con el mundo no sólo debe destacarse el acercamiento del presidente Mauricio Macri con los líderes de las principales potencias mundiales y de los mayores socios comerciales, sino también algunos resultados de la gestión de dicha estrategia.
El cambio de política comercial se basó en entender que para vender hay que comprar, algo lógico en las relaciones comerciales pero que en años anteriores no se concebía así. En ese sentido, es importante el entendimiento de que se puede importar sin ir en detrimento de la producción nacional, y que, al contrario, ambos forman diferentes pilares del crecimiento económico generando valor agregado, fomentando las economías regionales para consolidarse como un proveedor mundial serio y confiable.
Prueba de la voluntad de integrarnos al mundo es el papel de los mercados agroindustriales. En ese sentido, debemos resaltar la importancia de la apertura de más de cuarenta mercados llevada adelante en los últimos 20 meses de gestión, lo cual demuestra que la política comercial se basa en lograr la presencia y la participación, no solamente de los nichos tradicionales en los que el país ha tenido un papel, sino también, y fundamentalmente, en la exploración de nuevas oportunidades.
En ese sentido, se destaca el buen diálogo en la elaboración de una agenda conjunta de temas que despierten el interés de los socios, el envío de señales claras de apertura y la búsqueda de la complementariedad. Se trabaja por consolidar la exportación de productos primarios en los mercados en funcionamiento ya abiertos, mientras que, por otra parte, se explora la existencia de nuevos destinos demandantes de valor agregado impulsando el desarrollo de las economías regionales como motores del crecimiento económico. Este proceso implica grandes desafíos por superar las barreras sanitarias y fitosanitarias, entendiendo las políticas públicas comerciales de cada una de las partes y transformando las debilidades en oportunidades.
En este escenario, se identifican cinco socios claves en la configuración de mercados agroindustriales. En primer lugar se ubica China, destino de legumbres, bovinos, porcinos, leche y otros productos lácteos, frutas, vinos, miel, maní, pesca, productos orgánicos y oleaginosas. Le siguen los Estados Unidos, con una demanda basada principalmente en productos bovinos y porcinos, lácteos, vinos, pesca, azúcar, miel, productos orgánicos y hortalizas. En tercer lugar está Rusia, con demanda de productos avícolas y porcinos, lácteos, frutas, pesca y maquinaria agrícola. Luego se ubica Brasil, quien es un doble socio estratégico por la relación bilateral consolidada y por la pertenencia de ambos al Mercosur, cuya demanda se basa en lácteos, harinas, arroz, vinos y productos específicos de la industria pesquera. Por último, México, a donde se exportan legumbres, productos avícolas y porcinos, arroz y hortalizas en general.
Respecto a las gestiones de nuevos mercados, un dato interesante a considerar son los cambios que se están dando en las pautas de consumo a nivel mundial y la emergencia de nuevas economías con capacidad de compra, tal como sucede con países del norte de África, Medio Oriente y el sudeste asiático. En la actualidad, se está trabajando en una agenda conjunta con India, Vietnam, Filipinas, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Turquía, Egipto, entre otros.
Por lo tanto, si bien se trata de una estrategia que llevará un tiempo consolidar, puede ser el puntapié inicial para cambiar el esquema de producción e inserción internacional vigente durante los últimos años, fomentando la orientación de las exportaciones, en principio de los productos agroindustriales, pero con enormes potencialidades de extenderse al resto de los sectores productivos que estén dispuestos a producir en la frontera de productividad internacional y competir con el resto del mundo, para generar de esta forma un círculo virtuoso de crecimiento y desarrollo económico.