La crisis provocada por los migrantes provenientes del norte de África que parten de modo casi excluyente desde Libia es hoy insostenible luego de más de cuatro años de incesante crecimiento. La impotencia de Italia y de la Unión Europea al respecto es tan patética que genera actitudes, propuestas y presuntas soluciones absurdas e impracticables.
No se puede creer la falta de imaginación, solidaridad y clemencia puestas de manifiesto por casi todos los países, excepto Alemania. Desde el 1º de enero de este año hasta hoy, llegaron a Italia 86 mil migrantes (16% más que el año pasado, mismo período), 6.400 a España, 9.200 a Grecia. Cerca de tres mil murieron en el mar.
¿De dónde vienen? Nigeria, Gambia, Costa de Marfil, Mauritania, Etiopía, Somalia, Congo, Sudán, Níger. El 90% son migrantes que escapan de la pobreza, el hambre y las epidemias. No son refugiados políticos, son migrantes por razones económicas y sociales, por ende, no les corresponde asilo. Deberían ser devueltos a sus países de origen, cosa que no ocurre, por supuesto. El 15% de ellos son menores no acompañados y mujeres embarazadas, ¿a qué lugar se los "devuelve"?
Voy a seguir un paso más adelante. Todos llegaron a las costas italianas (Sicilia, Lampedusa, Calabria, Campania) traídos por naves de la guardia costera italiana, naves de la marina italiana, naves de la guardia de finanza italiana, naves de la marina sueca, noruega, finlandesa, naves de ONG (hay ocho barcos privados que pertenecen a distintas ONG) que colaboran para salvar a los migrantes.
El procedimiento es este: sale un lanchón de madera o un gomón maltrecho de las costas líbicas, de manera clandestina, con trescientas, cuatrocientas personas, sobrecargado y con combustible para superar las aguas territoriales y en ese momento llaman vía teléfono satelital (alguien desde la costa lo hace) al centro operativo de la acción conjunta de países de la Unión Europea para el Mediterráneo norte. Este llamado dispara un SOS y el primer buque que patrulla la zona se acerca, asiste y remolca, ¿a qué lugar? A las costas italianas, sólo a ellas, aun los barcos franceses y españoles lo hacen de ese modo.
Francia y España no los quieren, Portugal está lejos, Grecia es casi tan pobre como sus países de origen; sólo queda la vieja Italia que recibe a todo el mundo, así sea de paso para intentar llegar a los países del norte de Europa.
Hoy en el Parlamento italiano se discute agregar a la ley de ciudadanía el principio del Ius soli. Es decir, los hijos de inmigrantes residentes en Italia son automáticamente italianos si llegan hasta el quinto grado de la escuela primaria, que paga el Estado italiano, por supuesto.
Muchos esperamos que esto no ocurra sin antes resolver los problemas que todavía subsisten del principio jurídico hoy vigente (y así es en el derecho romano), el Ius sanguinis. Es decir, es italiano el hijo, nieto, bisnieto, etcétera de un nacido en Italia. La otra alternativa, engorrosa por cierto, es la de adquirir la ciudadanía por matrimonio, cada vez más complicado.
Yo no voto este cambio, propuesto sólo con fines de clientelismo político, si no se resuelven los temas pendientes con el principio vigente: 1) atender en tiempo y forma a todos aquellos que tengan derecho a convertirse en ciudadanos italianos, sustentado en el principio del Ius sanguinis, en la red diplomática consular italiana en el exterior; 2) reintegrar la ciudadanía a todos los italianos nativos y sus descendientes que hayan perdido su condición de tal por razones de trabajo, persecución política o exigencias de los países de destino de los emigrantes de las corrientes migratorias italianas de las posguerras; 3) permitir a las mujeres italianas casadas con extranjeros trasmitir la ciudadanía a sus hijos nacidos antes de 1948, entre otras.
Sólo así será Justicia. Aprobar el Ius soli (ciudadanía fácil para un millón de jóvenes que hoy viven en el país) implica colgarle al mapa de Italia una zanahoria para hacerla más atractiva para los migrantes del mundo entero, sin antes resolver los problemas que tienen sus ciudadanos legítimos. Un error.