El domingo 24 de septiembre próximo la señora Ángela Merkel tiene la posibilidad de alcanzar 16 años de canciller (jefe de gobierno) de Alemania como lo hizo en su momento Helmut Kohl, también del mismo partido de centroderecha, la democracia cristiana asociada con el partido socialcristiano de Baviera.
La democracia en Alemania, que elige de manera indirecta por un complicado sistema de distritos y partidos políticos a sus líderes, contempla la posibilidad inusual de convertir en eterno a un gobernante. De hecho, el señor Kohl interrumpió su carrera política de 16 años sólo por denuncias de corrupción que deterioraron su cancillería hasta terminar derrotado por el socialdemócrata Gerhard Schröder, en las elecciones de 1998.
Una curiosidad de esta democracia alemana, pero también de otros países europeos con instituciones parlamentarias, es que sostienen de manera indefinida a los gobernantes sin interrumpir la posibilidad de presentarse nuevamente a las elecciones generales cada cuatro años. Un sistema que en Argentina emociona a numerosos hombres y mujeres de la política.
La socialdemocracia, y la izquierda europea en general, atraviesan desde hace años un largo desierto no sólo en Alemania. Los franceses todavía no salieron del estupor por el desastre que provocó el gobierno del socialista François Hollande y los británicos perdieron las esperanzas frente a un partido conservador escaso de energías y sobre todo de ideas innovadoras. La última motivación correspondió al anterior jefe de gobierno, el también conservador David Cameron, que fue convocar a un plebiscito para definir la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea. Apenas tuvo tiempo de preparar la valija para salir de 10 Downing Street. Mejor revisar las ideas antes de ponerlas en práctica.
Alemania es la primera potencia europea en términos económicos, un milagro después de haber conocido la derrota en dos guerra mundiales, un fenómeno que solamente se explica por la decisión del gobierno de los Estados Unidos de inundar al país con dólares y mantener un flujo constante a través de financiar parte del déficit, específicamente en el área de defensa, y renovar los acuerdos para continuar con las tropas estacionadas en el territorio de la señora Merkel.
No les vendría nada mal a los políticos argentinos, sobre todo a los que gobiernan, observar la composición del producto bruto interno de Alemania en momentos en que se discute en nuestro país la frialdad de algunos sectores productivos, el industrial, por ejemplo.
Cifras del empleo por sector de la economía alemana: en la agricultura, 1,4% del total; en la industria, 27,7% y en el área de servicios, 70,9 por ciento. Los datos corresponden a World Bank 2016. En cuanto al crecimiento del PBI, el agro aporta 0,6%; la industria, 30,5% y los servicios, 68,9 por ciento.
En septiembre Merkel lleva las de ganar. Los nubarrones no están adentro del país. Vienen de Washington, donde el presidente Donald Trump está reclamando terminar con los subsidios en Europa y pretende que Alemania cumpla con la cuota del 2,0% de aporte a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, amenaza que provoca indignación en la canciller eterna.