A raíz de la entrevista que Luis Novaresio me hizo en este sitio, sobre mi último libro "El Hombre que sabía morir", el ex jefe de prensa de Isabel Martínez, Osvaldo Papaleo y su hermana Lidia Papaleo, viuda del banquero David Graiver, salieron a insultarme sin haber visto previamente la entrevista y sin haber leído el libro que la motivaba. Es una vieja pasión argentina: hablar sin saber de lo que se habla.
Reaccionaron ante el titular "Graiver vive", como si yo estuviera afirmando categóricamente que vivía ahora, lo cual es delirante desde cualquier punto de vista que se lo mire.
Con mi libro y con la entrevista que le concedí a Luis Novaresio en este medio no pueden agraviarse por razones más que evidentes:
1) "El Hombre que sabía morir" es una novela, no un libro periodístico. Como tal no pretende probar absolutamente nada: ni que Graiver vive ni que la Tierra es redonda.
2) En el libro no hay personajes falsos o reales que se llamen Graiver. Si, es evidente, y no lo voy a negar, que el terrible accidente o atentado en el avión alquilado por David Graiver y las especulaciones que se forjaron en el periodismo mundial en torno al siniestro fueron el disparador que me hizo pensar en una novela hace ya casi cuarenta años. Pero las peripecias que le ocurren a mi banquero de ficción con los llamados "Narcosatánicos" , el KGB y la Cuba de Fidel Castro, no tienen nada que ver ni con la vida ni con la muerte de Graiver. Hay miles de ejemplos de novelas famosas basadas en hechos policiales publicados en los diarios.
3) Cuando con mala fe, algunos pseudoperiodistas le recalcan con gula a los Papaleo: "Bonasso dice que Graiver está vivo", tergiversan lo que relaté en la entrevista: que esa afirmación categórica, hecha en abril de 1978 por el fiscal del distrito de Manhattan, Robert Morgenthau y reproducida por centenares de periódicos, desde "The New York Times" hasta "El Sol de México" , reforzaron la idea de hacer una novela que trascendiera la anécdota política. Como lo fue "El difunto Matías Pascal" de Pirandello.
4) Al margen de la novela -tan distante del mundo real de los Papaleo y los Graiver- es rigurosamente cierto que el ex jefe de Interpol México, Miguel Ponce Edmonson, cuando era cónsul en Buenos Aires, a fines del 2010, me contó en el Consulado Mexicano, que David Graiver habia "abandonado el avión en la escala de Houston". No se si es cierto o falso y no tengo manera de comprobarlo, pero en mi libro el protagonista –por exigencias de la trama novelística- se baja obligadamente en Monterrey. Nada que ver.
Reitero: es obvio que ni Osvaldo Papaleo, que no tiene absolutamente nada que ver con mi novela, ni su hermana Lidia Papaleo de Graiver, han leído mi libro. Si lo hubieran hecho no habrían salido a insultarme con la grosería con que lo hace Osvaldo: "A nosotros nos tocó estar en un campo de concentración y en la cárcel. El no estuvo ni en una comisaría 15 minutos. Nosotros estamos orgullosos de como vivimos y como seguimos viviendo. Lo vi actuar en los últimos años y no me sorprende nada. Tener final final penoso es malo". Estoy muy orgulloso de mi "final" (que incluye contradictoriamente un hijo de tres años) y de mi pasado. No creo que Osvaldo Papaleo pueda decir lo mismo respecto a su pasado como funcionario de un gobierno "constitucional" que asesinó a mil quinientos militantes populares. Él ya era funcionario de Isabel Perón en el área de medios, cuando metieron una bomba en el diario Noticias, cuando metieron otra bomba en la casa donde yo vivía con mi mujer y mis dos hijos pequeños y cuando el comisario Alberto Villar , ametralladora en mano, clausuró el diario "Noticias". No recuerdo que el colega Papaleo me llamara entonces para solidarizarse ante esas barbaridades tan poco "justicialistas". En ese momento Osvaldo estaba cerca del Secretario de Prensa José María Villone, hombre de confianza de José López Rega, que me presionó en la Rosada el mismo día en que me metieron la bomba.
Sin embargo, años después, como supe que había sido víctima de la dictadura militar, atendí sus llamados en Londres y lo vi en Buenos Aires donde me ofreció producir la versión cinematográfica de mi libro "Recuerdo de la muerte". Proyecto que no prosperó.
Lidia Papaleo, por su parte, me acusa de haber tenido una actitud "vil" y de "trabajar para Clarín". Afirmaciones injuriosas y calumniosas. Si hubiera leído el libro que la llevó a insultarme, hubiera encontrado en la página 245 un párrafo que la desmiente premonitoriamente: "los Goldberg debían ser borrados de la faz de la Tierra, mientras sus acciones pasaban a los diarios Clarín, La Nación y La Razón".
Y algo más, para cerrar: entre los personajes reales que inspiraron una parte de esta historia y los que yo inventé (de manera bastante romántica) me quedo con los de ficción. Mucho más nobles y valerosos que los de la vida real.