Operativo Aprender: la novedad son los datos

Juan María Segura

Que los niños aprenden poco y mal en la escuela argentina ya no es una novedad. Lo dijeron a viva voz tanto el presidente Mauricio Macri como el ministro Esteban Bullrich en conferencia de prensa en marzo pasado, en oportunidad de presentar los primeros resultados del Operativo Aprender.

Recordemos que el operativo de referencia censó cuatro niveles diferentes de enseñanza (grados 3, 6, 9 y 12), en cuatro áreas de estudio diferentes (matemáticas, lengua, ciencias sociales y naturales), en 31 mil escuelas de gestión pública y privada de las 24 jurisdicciones educativas, lo que supone una población de 1,4 millones de alumnos. Si bien la tasa promedio de respuesta fue despareja, con algunas provincias con menos del 50% de respondientes, el promedio nacional estuvo por encima del 70%, lo cual permite trabajar con más de un millón de datos.

Para ponerlo en perspectiva, las pruebas TERCE, impulsadas por Unesco en 15 países de la región para medir aprendizajes en los grados 3 y 6, totalizan 200 mil mediciones, mientras que las pruebas PISA, impulsadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en el grado 9 para medir 65 sistemas educativos del mundo, totalizan 500 mil mediciones. Por lo tanto, poseer un millón de resultados de carácter censal, comparables en tópicos y grados con las pruebas regionales e internacionales nos ubica en una posición novedosa. Lo dije antes y lo vuelvo a reafirmar ahora: es inobjetable, a mi juicio, que este es el dato diferente del arranque de este año y de la actual administración. ¡Habemus datos!

Por suerte los datos empezaron a fluir, con cierto nivel de desagregación. Ya se puede comenzar a elaborar algunos análisis y cruces, y animarse a conjeturar algunas conclusiones, aunque sea para organizar un poco mejor el debate público.

Del primer informe de resultados, publicado semanas atrás por el Ministerio de Educación y Deportes, donde se analizan los datos de los aprendizajes de los niños de los grados 6 y 12, aquí sólo me quiero concentrar en un aspecto: el de la repitencia y su vínculo con la calidad de los aprendizajes.

En los alumnos de último año escolar (grado 12), en donde se evaluaron los cuatro contenidos, en todos los casos se verificó un deterioro en la calidad de los aprendizajes a medida que los alumnos rinden con mayor nivel de sobreedad. En lengua, los que nunca repitieron en la escuela primaria y rindieron por debajo del nivel básico alcanzaron el 21,2% de los evaluados, mientras que ese valor asciende al 51,3% para los que repitieron tres o más veces. En el mismo tópico, los que rindieron por debajo del nivel básico en la escuela secundaria y nunca repitieron alcanzan el 20,9% de la muestra, en comparación con el 35,2% de los repitieron tres o más veces.

En matemáticas pasa lo mismo: el valor asciende del 38,8% al 59,5% sin y con máxima repitencia en primaria, respectivamente, y del 38,1% al 52,4% sin y con máxima repitencia en secundaria, respectivamente. En ciencias naturales se visualiza el mismo fenómeno: el guarismo trepa del 15,7% al 38,7% sin y con máxima repitencia en primaria, respectivamente y del 15,6% al 26,5% sin y con máxima repitencia en secundaria, respectivamente.

Para no ser menos, en ciencias sociales también se verifica el mismo comportamiento: el porcentaje asciende del 17,5% al 41,9% sin y con máxima repitencia en primaria, respectivamente y de 17,4% a 28,4% sin y con máxima repitencia en secundaria, respectivamente.

Con los alumnos de mitad de ciclo escolar (grado 6), en donde sólo se evaluaron aprendizajes en matemáticas y lengua, se observa exactamente el mismo patrón de rendimiento. En matemáticas, el grupo de los que rindieron por debajo del nivel básico pasa del 16,0% al 37,5% entre los que no repitieron y aquellos con tres o más años de sobreedad, respectivamente, mientras que en lengua el valor asciende del 12,6% al 36,6%, respectivamente, cuando se realiza la misma comparación.

Al hacer la apertura de ambos grupos de estudio por nivel socioeconómico, vemos que la conducta se vuelve a observar, aunque partiendo de niveles de aprendizajes diferentes para cada segmento.

El análisis se completa al verificar que en el año 6 de escolaridad primaria el aula ya presenta un porcentaje importante de alumnos con sobreedad (18% en la escuela estatal y 5% en la privada), y que ese valor asciende aún más al final de la escuela secundaria (32% y 11%, respectivamente).

La conclusión, a mi juicio, es obvia: la escuela se convirtió en una trampa, tanto para los que repiten (bajo la creencia de que con esa estrategia y política pedagógica los estamos favoreciendo) como para los que deben lidiar con ese alto porcentaje de peores aprendices que entorpecen la dinámica del aula y el proceso general de aprendizaje.

Si tenemos datos, sentémonos a discutirlos, pues así no podemos seguir.

El autor es director general del Plan Integral de Educación Digital del Ministerio de Educación, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.