El escenario que el Gobierno esperaba

Un peronismo dividido, una Cristina candidata y un Massa devaluado era lo que deseaba Cambiemos, que llegó silbando bajito y sin stress a la presentación de las listas

(Nicolás Stulberg)

Sun Tzu dijo:

Por tanto, quien es hábil en la batalla busca la fuerza en el shih y no la pide a los demás. De este modo, puede pasarlos por alto y emplear el shih.

Nunca más apropiado esto que dijo el militar y filósofo de la antigua China acerca de cómo se construye una victoria. Para él, la máxima habilidad se consigue apoyándote en la estrategia (el shih). No es necesario que se produzca batalla alguna porque, para él, el triunfo no se basa en la calidad de los hombres que se utilicen en la batalla, ni en la fuerza de voluntad que ellos posean, tampoco es necesario rehacer las líneas ni modificarlas. "Más bien, practica el shih que te resulte ventajoso para configurar el campo de batalla", explicó el maestro Sun.

Puede que el Gobierno de Cambiemos no sea lo bueno que se esperaba. Desconfían de todos los que llegaron con talento propio y produjeron logros fenomenales al comienzo de la gestión, como la salida del default (Alfonso Prat-Gay), el relacionamiento con el mundo (Susana Malcorra), la construcción de consensos políticos (Emilio Monzó), por nombrar unos pocos casos, a los que se les podría sumar el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, siempre a tiro de picota. Eligen -o amenazan con elegir próximamente- reemplazos grises y obedientes. Parecieran encantados con los "Oscar Parrilli" de la era M, funcionarios a los que se les perdonan todos los errores porque son amigos del Presidente y le deben a él su carrera política.

Pero en algo son imbatibles, los mejores de la clase: saben diseñar su estrategia, es decir, configurar los escenarios que los favorecen para ganar. Ni siquiera fuerzan los acontecimientos. Dejan que se exprese la naturaleza de las cosas y se colocan cómodamente donde más les conviene, sin demasiadas ínfulas, modestitos, porque saben que tampoco se podrán comer a los chicos crudos.

El escenario de candidaturas que competirá el 13 de agosto en las PASO y el 22 de octubre en las elecciones generales de medio término es el que el Gobierno imaginó. A saber:

– Un peronismo dividido.

– Una Cristina candidata.

Un Massa devaluado.

Que el peronismo concurrierra dividido era algo tan obvio que solo los que desconocen la historia del peronismo podían creer que era posible otra cosa. No se trata de una cuestión de voluntad. Ningún partido de poder puede recomponer su liderazgo en dos años.

Que Cristina Elisabet Kirchner sea candidata es la única opción que tiene la ex presidente si quiere protegerse a sí misma (con fueros) y a su tropa (con cargos). Si ella no se presentaba, no había ninguna forma de que sus soldaditos de La Cámpora ocuparan algunos cargos y tuvieran cierta influencia política.

Que Sergio Massa pierda relevancia en estas elecciones también era lo esperado. Hace esfuerzos denodados por mantenerse en el centro del ring, pero no es su tiempo. La alianza con Margarita Stolbizer no lo acerca a los sectores progresistas y, al mismo tiempo, lo aleja del peronismo. Por otro lado, pretende volver al momento de su "nacimiento" político, cuando tuvo la valentía de enfrentar a Cristina en el momento en que era poderosa, y le ganó. Enorme patriada, del pasado.

Para colmo, le apareció un contendiente justo en ese espacio del que se alejó, Florencio Randazzo, que más temprano que tarde se quedará con el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires.

¿Por qué esta cronista está tan segura de que eso es lo que sucederá? Porque Randazzo también empleó el shih. En la política hay una sola manera de construirse un futuro, desafiar al poder en retirada. Y lo hizo por una sola razón, porque no tiene chances si hiciera otra cosa. Para lograrlo, cuenta con un aparato político exótico, constituido en el siglo XXI y con recursos del Estado, el Movimiento Evita. ¿Cómo va a desaprovechar este momento para intentar quedarse con todo?

Y mientras el peronismo busca el piso de sus desgracias, que es lo que le toca en esta etapa, el Gobierno llegó silbando bajito y sin stress. Como lo tenía previsto, entregó al mediodía su lista de la Ciudad de Buenos Aires, encabezada por Elisa Carrió como candidata a diputada nacional y Andy Freire a legislador porteño. A media tarde, presentó la lista para la provincia de Buenos Aires, que lleva a Esteban Bullrich y Gladys González como candidatos a senadores nacionales y a Graciela Ocaña y 'Toty' Flores como candidatos a diputados nacionales.

En la provincia de Buenos Aires, además, un grupo de jóvenes militantes del PRO irán a disputar concejalías en el conurbano, buscando posicionarse como candidatos a intendentes para 2019. Es el caso de Pablo Alaniz (29 años) en Florencio Varela, Lucas Delfino (33 años) en Hurlingham, Alberto Czernikowski (25) en Malvinas Argentinas, Ezequiel Pazos (31) en José C. Paz y Alex Campbell (36) en San Fernando. Ellos son la verdadera nueva política. Pibes que dejan sus despachos en la Casa Rosada para hacer política territorial sana en barrios abandonados al clientelismo y la violencia.

El Gobierno tiene como objetivo llevar a Cambiemos como la fuerza política más votada a nivel nacional, algo que no logró en las elecciones de 2015 por pocos puntos. Ahora el desafío parece mayor, porque se trata de una legislativa, pero están confiados en lograrlo. Tienen una fuerza nacional consolidada, que incluso superó complicadas rispideces con sus socios radicales.

También esperan ganar en la provincia de Buenos Aires. Hablan de 35%. Y 37% en la Ciudad. Son objetivos modestos que esta cronista supone que podrán superar, aunque nunca le alcanzarán para tener mayoría en el Congreso de la Nación. Seguirán siendo primera minoría, sólo un poco más holgada.

Fuera de las PASO, el peronismo protagonizará su propia interna. Cristina vs Florencio. Aunque Randazzo pierda (lo que está por verse), es el que tiene más posibilidades de sentarse a la mesa donde el peronismo decidirá la candidatura a presidente de 2019. Es verdad que la ex Presidente se vistió con un ropaje comunicacional del siglo XXI. Aquí mismo lo hemos comentado. Igual, aunque se vista de seda, en el siglo XX queda.