El diseño de la reunión que incluyó un almuerzo en el austero comedor de la Casa Blanca abre una expectativa política significativa para Mauricio Macri a poco de comenzar una campaña electoral clave para los intereses de su Gobierno y el futuro de la coalición Cambiemos. El encuentro sin duda representó más recaudación para el argentino, con sólo un punto donde podrían coincidir sin costados subalternos: la virtual guerra interna que castiga a los venezolanos.
A pesar de los intereses diferenciados en la relación de Argentina con Estados Unidos, el ambiente comenzó a retornar a la normalidad después de un período de tensión política que se extendió por doce años, cuando el gobierno kirchnerista (2003-2015) no dudó en expresar, cuando pudo, los envejecidos argumentos del "antiimperialismo yanki". El punto culminante tuvo lugar en 2005, en Mar del Plata, cuando el Gobierno de Néstor Kirchner organizó la reunión presidencial de Las Américas y aprovechó para atacar a George W. Bush de manera directa a través de un grupo de políticos orgullosos de combatir al hombre de Washington con una "contracumbre". Cristina Kirchner, a su vez, no se quedó atrás y, en 2014, reclamó atención con algún atentado que "desde el norte" pretendiera perjudicarla.
El desk Argentina del Departamento de Estado incluirá entre otros temas el caso Mar del Plata en la documentación que entregarán al presidente Trump para la reunión con Macri. Sólo servirá para un mal recuerdo, hoy la situación es totalmente distinta, pero nadie podría augurar que será una ecuación permanente, sobre todo en un país donde el Congreso de la Nación no logra acuerdo para generar una moción de repudio a la violencia en Venezuela reclamando la restauración de las instituciones de la democracia. No lo ha motivado la decisión del Supremo Tribunal de Justicia de Venezuela, que, siguiendo una línea coincidente con los intereses políticos del presidente Nicolás Maduro, clausuró las facultades del Congreso y se atribuyó funciones legislativas. Tampoco la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene una respuesta feliz para contribuir a solucionar la crisis, empujar al Gobierno del presidente Maduro al precipicio es la peor de las recetas y probablemente sirva a los intereses más oscuros del régimen de Caracas, ahora sí, proponiendo la guerra contra el "intervencionismo".
Después de Venezuela, donde Macri sobresale claramente sobre los presidentes latinoamericanos con un incansable discurso reclamando por la vigencia de los derechos humanos y políticos, y que comenzó en la campaña electoral del 2015, el presidente Trump debió dedicar una buena parte de su tiempo a explicar el conflicto con Corea del Norte que tiene en alerta al vecino sur de la península y a Japón, dos aliados permanentes de Washington.
En este punto tan sensible Macri no debería escuchar solamente. Japón es un amigo permanente y de muchos años de la Argentina, ciclo apenas interrumpido durante la Segunda Guerra Mundial. La sociedad comenzó en 1904, durante la guerra ruso-japonesa por la disputa del territorio de Manchuria, ocupado militarmente por Rusia, y la península de Corea, cuando el gobierno argentino se vio obligado a modificar el plan naval después de la firma de un tratado de paz con Chile (Pactos de Mayo) que obligaba a ambos países a desprenderse de unidades de la marina de guerra. El presidente Roca aceptó el interés de Tokio de adquirir dos cruceros acorazados, Moreno y Rivadavia, que estaban casi finalizados en astilleros italianos. Entraron casi de inmediato en combate y fueron parte del éxito militar de Tokio. Los japoneses no olvidan el gesto, los embajadores argentinos en el exterior han tenido manifestaciones del gobierno de Tokio en este sentido.
Sin duda el presidente Trump está al margen del acontecimiento histórico mencionado, de lo contrario estaría promoviendo alguna posición favorable de Macri en una disputa que mantiene al mundo alterado. Además, el actual jefe de la Casa Blanca tal vez hizo referencia a otros dos focos dañinos para la paz mundial, el plan nuclear de Irán y la cuestión de la sociedad entre Rusia e Irán para apoyar al régimen tiránico de Al Assad en Siria. Moscú es un soporte diplomático y militar de Siria a cambio de mantener el puerto de Tartus para su flota del Mediterráneo, siguiendo una línea histórica del Kremlin que necesita obtener asientos navales en aguas cálidas para evitar los seis meses de hielo en el Báltico que cancelan las tareas de sus barcos de guerra.
El conflicto de Rusia con el amigo japonés tiene hoy otro costado que también debería motivar al presidente Macri, si se abrió la conversación en la reunión con Trump. La disputa de las islas Kuriles ocupadas por tropas de la ex Unión Soviética también sirven como base para el reclamo argentino por la ocupación ilegal de las islas Malvinas. Rusia instaló, en 2015, bases militares que aumentaron la tensión en la zona aledaña a la península de Corea.
El autor es un ex embajador argentino y escritor