El 23 y el 24 de abril de 1918, casi al final de la Primera Guerra Mundial, se desató el terror contra todos los representantes del pueblo armenio, fusilados, masacrados impunemente y llevados al desierto para que se murieran de hambre y de sed. Los dirigentes del Imperio turco que muy pronto se desmembraría para siempre practicaron el genocidio calculado, la matanza colectiva de más de un millón de personas (algunos cálculos agrandan esa cifra).
Hoy, a 99 años de aquel desastre, sobre 193 países miembros de las Naciones Unidas, sólo 22 (entre ellos, la Argentina, en 2007) han reconocido el genocidio armenio. Pueblos que pasaron por experiencias similares también dan vuelta la cabeza, se resisten, para no dañar sus vínculos comerciales o estratégicos con Turquía. Por ejemplo, Israel no habla del tema.
En ese Medio Oriente que es una bomba de tiempo, donde todos sospechan de todos, con países como Siria, donde las luchas entre bandos arrastraron a 300 mil víctimas, Israel mantiene con altas y bajas un vínculo estratégico con Turquía. Proviene del papel de Turquía, que prestó su territorio en medio de la Guerra Fría para que Estados Unidos colocara cohetería nuclear apuntando a la Unión Soviética. Ahora los turcos tienen un vínculo supuestamente estrecho con Washington y, a partir del sultanato del autócrata Recep T. Erdogan, también se crean puentes con Moscú, un enemigo histórico de Estambul.
Si bien los armenios se lucieron como buenos soldados en el Ejército Turco (en la batalla de Galípoli algunos sobresalieron), desde fines del siglo XIX los turcos venían emprendiendo ataques esporádicos a las aldeas armenias. Incidían odios personales desde antaño, caprichos de los generales del Ejército y animadversión por cuestiones religiosas. Los turcos son musulmanes. Los armenios fueron los primeros evangelizados. Ese proceso data del siglo I después de Cristo.
Los armenios eran ya un pueblo organizado, con tradiciones, lengua, música y una cultura afianzada a lo largo de los siglos. Los asesinos, militares de uniforme y civiles, especialmente el grupo de los kurdos, caían de pronto sobre los armenios a imagen y semejanza de los pogromos, donde en Europa oriental se asesinaba en masa a los judíos.
En junio de 1890, estudiantes armenios de la región del Cáucaso crearon la Federación Revolucionaria Armenia, que reclamaba autonomía, una nación con emancipación política y económica. Pudieron organizar una república, aunque de vida efímera. Los "dashnaks", como se los llamó, se animaron a lanzar ofensivas guerrilleras contra los turcos en respuesta a los asesinatos cometidos.
En definitiva, los armenios vivían en un clima de animadversión, prejuicio, odio manifiesto de ciertos sectores del país y eran perseguidos. Con la intención de la independencia armenia, el odio y la represalia recrudecieron y cada vez fueron más atroces los castigos sobre las aldeas armenias.
Como se sabe, el Imperio turco fue aliado de Alemania y el Imperio austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial. Estambul había prometido firmemente al Káiser que ellos generarían una yihad de las tribus árabes del desierto contra los centros militares de los ingleses. Pedían a cambio que Alemania les proveyera de armamento y otro montón de aprovisionamientos y vituallas, y la asistencia personal de altos oficiales en los distintos frentes de guerra. Todo se cumplió, pero los árabes rehuyeron el ofrecimiento turco.
En 1917 y 1918, Thomas Edward Lawrence, el increíble "Lawrence de Arabia", convenció a los árabes de dar vuelta la historia mediante la liberación de los turcos. Lo lograron con un gran esfuerzo colectivo.
El genocidio estuvo a cargo del gobierno de los "jóvenes turcos", nacionalistas civiles y militares que manejaban la política interna y externa junto al sultán, un personaje y un cargo desde hacía décadas. A estos jerarcas les llegó la noticia de que los armenios pasaban información a los rusos, sus contrincantes.
Los oficiales turcos, decididos a cortar de raíz la independencia armenia, ordenaron dar el ejemplo, comenzando con el desplazamiento de la población. Apelaron a las ejecuciones públicas masivas y los hicieron arrastrar en largas caravanas hacia la tierra yerma en el sureste de Anatolia. Se instalaron campos de concentración al estilo de los ingleses en la guerra contra los boer, en el sur de África, a fines del siglo XIX. A los soldados armenios se los desarmó y fueron fusilados, sacaron a los armenios a lo ancho y a lo largo del Imperio, con excepción de Estambul (Constantinopla) y Esmirna, donde había muchos diplomáticos y mercaderes extranjeros.
En torno de esta tragedia sobran testimonios personales de misioneros estadounidenses, ciudadanos sirios, fuentes rusas y oficiales alemanes que presenciaron los desmanes. La Embajada de Estados Unidos en la capital turca estaba a cargo de Henry Morgenthau, un joven diplomático que luego sería amigo y funcionario de Franklin D. Roosevelt, quien acumuló información precisa sobre el infortunio del pueblo armenio. Juntó todos sus recuerdos escritos, más sus testimonios y publicó un libro titulado Relato del embajador Morgenthau. El escritor austríaco Franz Werfel conoció a varios supervivientes del genocidio armenio y trasladó esos relatos al libro Los cuarenta días del Musa Dagh.
Tres figuras controlaban el gobierno de los jóvenes turcos. Uno fue Mehmet Talat, ministro de Interior y primer ministro en 1917; Ismail Enver, ministro de Guerra, y Ahmed Jemal, ministro de Guerra. Contaban con el apoyo de una organización especial dirigida por el médico Behaeddin Shakir para la efectiva ejecución masiva sin miramientos. Al caer el Imperio, todos estos huyeron de Turquía para evadir la Justicia pero fueron juzgados en ausencia y encontrados culpables. Los miembros de la Dashmak armenia ordenaron el asesinato de estos cabecillas. En 1921, en Berlín, un sobreviviente de 25 años abatió a tiros a Talat Pachá. Los vengadores armenios encontraron a Jemal Pachá en la ciudad georgiana de Tiflis y fue aniquilado. Enver logró fugarse y murió en un extremo del Asia.
Turquía sigue negando este genocidio. Lo considera una "acción dentro de las condiciones de una guerra". Ignoran los testimonios y la misma realidad.
Genocidio es un término muy usado en circunstancias que nada tienen que ver. Genocidio fue el de los judíos, los gitanos, los soldados rusos prisioneros de los alemanes. Genocidio fue el de los comunistas de Khol Pot, en Camboya, donde aniquilaron a dos millones y medio de ciudadanos. No hace mucho, en la década del noventa, se practicó una matanza genocida de casi diez mil musulmanes en medio de la guerra civil interna en Yugoeslavia. El líder serbio Milosevic fue condenado por genocidio, pero sufrió un ataque cardíaco que lo derrumbó para siempre.
Para aclarar definiciones, el genocidio, término creado por el abogado polaco Raphael Lemkin en 1944, engloba el "crimen contra la humanidad en un proceso de destrucción masiva contra una raza, o una religión o una nación, o el deseo de aniquilación de un pueblo determinado".