Uno de los pilares fundamentales de la tarea del Banco Central y el equipo económico ha sido y es frenar la inflación que se venía espiralizando desde hace varios años. La decisión de no tocar el gasto público en el corto plazo y bajar el déficit obliga al uso de instrumentos monetarios, tasa de interés y moneda circulante como única política de lucha contra la inflación.
La reducción del gasto público llevaría a pérdida de empleos en el sector público. Es lógico, porque se recortan tareas superfluas y se hace eficiente la gestión. Pero el Gobierno ha decidido, al menos por ahora, no tocarlo. Al mantener o subir el gasto el ajuste lo hace el sector privado. En definitiva, se termina perdiendo trabajo e inversión, pero en este caso desde el sector privado.
Un punto sobre el que coinciden todos los analistas económicos es que la única forma de salir de este intríngulis es con inversión. Pero la inversión privada se resiste a la espera de reformas legales y estructurales del sector público, como la reforma fiscal, la ley de mercado de capitales (el famoso artículo 20), reformas laborales, ajuste del gasto público, etcétera.
Al ser este un año electoral y con minoría en ambas Cámaras, muchos proyectos deberán esperar hasta después de octubre, y lo mismo ocurrirá con los inversores.
La otra consecuencia del plan de lucha antiinflacionario con la emisión de deuda en dólares para financiar el déficit es el valor del peso, o lo que es lo mismo, el valor del dólar.
Este se ha apreciado en términos reales en los últimos meses y ha generado un fenómeno que tampoco ayuda a atraer inversiones: estamos exportando consumo.
Mucho se ha escrito ya sobre los volúmenes de compra de argentinos en Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y para aquellos con mayor poder adquisitivo, Estados Unidos o Europa. En lugar de abrir la importación, se ha creado una nueva categoría de viaje: el turismo shopping.
La diferencia de precios se atribuye tanto a la presión impositiva como al tipo de cambio. Se suma a eso la caída en el crecimiento de los países vecinos junto a un shock de depreciaciones en 2016 (que ahora se está recomponiendo), lo que hace que los precios de los productos hayan bajado medidos en dólares.
El Presidente fue muy claro: devolver a la Argentina a la senda del crecimiento, la inversión, el gasto normalizado, la educación, seguridad y justicia no se hace en un año ni en dos.
Lo importante será entonces un claro mensaje de hacia dónde vamos. Cuál es el plan y cómo lograremos ese cambio. Entender las ideas facilita acompañar el proceso, que se muestra como un camino cuesta arriba.
También ayudaría entender de dónde partimos y no dejarlo librado a la imaginación del ciudadano. Un claro balance de lo que se recibió y hacia dónde vamos aceleraría el proceso de inversiones y despejaría dudas.