El suspenso reina en la finca bonaerense de Cambiemos. Mientras las otras dos porciones de la torta electoral parecen definidas —Margarita Stolbizer y Sergio Massa, el tándem de la ancha avenida del medio, y Cristina Fernández (más algún secuaz) en la trinchera nac&pop—, en la coalición gobernante la ruleta de los apellidos gira sin cesar. En juego está nada menos que el capital político de María Eugenia Vidal.
Porque más allá de los mimos de la opinión pública (el trípode ciudadanía-líderes de opinión-medios de comunicación), la mandataria se juega la validación de su gestión. Es el momento de transformar el perfume de las encuestas en una credencial para el 2019.
Por eso, resulta esencial el candidato que tendrá en su jardín. No será lo mismo recorrer la provincia con Jorge Macri, Elisa Carrió o Facundo Manes, los tres que suenan en la terna amarilla. Cada uno de ellos presenta un ADN político, social y electoral diferente. Según cuál sea el elegido, el perfil de Vidal variará.
Jorge Macri, un poco de barro. El mandamás de Vicente López traería más picardía, muñeca y rodaje, algo que, según varios analistas, le falta a Cambiemos. Joaquín de la Torre, un hombre que entiende perfecto los engranajes del Conurbano, llegó el año pasado para suplir esa carencia de realpolitik (y lo está logrando: desde su arribo a la ciudad de las diagonales, los jefes comunales le atienden el teléfono al operador junior, Federico Salvai). En una línea: El "Macri de ojos negros" reforzaría la familia peronista en la especie Cambiemos.
¿El bemol? Primero, el apellido. Hasta el momento, el ángel demoscópico de Vidal (su imagen positiva sigue arriba del 70%) se mantiene por tres razones: lo baja que dejó la vara Daniel Scioli (la honestidad parece un lujo), su capacidad para pararse siempre enfrente de la vereda maldita (Policía Bonaerense, Aníbal Fernández, narcotráfico) y su ubicación en la cadena de responsabilidades (la provincia le permite sortear los problemas del metro cuadrado —inseguridad, limpieza, transporte, etcétera— que el vecino le endilga al intendente, y los males estructurales —inflación, corrupción, desempleo, etcétera— que recaen sobre el Ejecutivo nacional). En este sentido, la marca Macri podría disparar una asociación perjudicial.
El segundo inconveniente es el currículum. Jorge Macri posee una larga trayectoria política (con luces, sombras y mucha, pero mucha neblina). Cuenta con antenas propias y, además, tiene línea directa con Casa Rosada. Todo indica que será un dron político manejado por el capataz del Presidente, Marcos Peña, futuro contrincante de la gobernadora en la línea sucesoria. Vidal lo sabe: las batallas que no se nombran son las que determinan el rumbo de la política.
La cheklist sigue con Elisa Carrió. Sin duda, la ficha más fuerte de la mesa (y ni hablar si Cristina Fernández está en la otra esquina del ring, lo que garantizaría un escenario polar). A Lilita también le coquetean las encuestas. La sociedad reconoce su valentía, su coherencia y valora su papel como cancerbero interno de Cambiemos. Resumiendo: con ella, los globos estarían casi asegurados.
El inconveniente es psicopolítico. Trabajar con Carrió implica negociar con la ambición de una dirigente, maniobrar con el ego de una celebrity y cuidarse de la desesperación de una periodista freelance. Todo un cóctel. Puertas adentro, puede llegar a ser algo algo estresante; puertas afuera, puede llegar a ser letal para Vidal and company. Recordemos que la líder de la Coalición Cívica ha dinamitado varios edificios políticos: ARI, Acuerdo Cívico y Social y UNEN. ¿Por qué esta sería la excepción?
Desde el quirófano, pide turno Facundo Manes. El candidato in vitro. Una posibilidad que le cierra en varios aspectos a Vidal: la virginidad política del neurocirujano cuaja perfecto con la imagen fresca que intenta proyectar. El volante de la campaña quedaría exclusivamente en sus manos, y, quizás, lo más erotizante, sería un dirigente bautizado, moldeado y promocionado por ella. Oficialmente, comenzaría el vidalismo.
El calendario trae las pálidas. Manes es un outsider, necesita tiempo para sacarse el ambo, patear el barrio y hablar el lunfardo político. Y las urnas están en la otra esquina. Tendría que someterse a un coaching express. Nada nuevo: Martiniano Molina, Miguel del Sel y Mac Allister, por nombrar algunos, ya pasaron por el experimento. Este tipo de ensayos trajo al mundo PRO un municipio gravitante como Quilmes y numerosas bancas legislativas. El bisturí tienta.
La sombra de Hamlet acecha a Vidal. De los tres candidatos en danza, sólo el médico le permitiría ser ella en un cien por ciento. Desplegarse totalmente. Con Elisa Carrió o Jorge Macri, la campaña quedaría tercerizada. Egos, trayectorias, apellidos y tironeos partidarios mediarían entre la gobernadora y cualquiera de los dos. Resta saber cuánta incidencia tendrá la jefa del Ejecutivo provincial en la confección de la boleta. Su deseo parece obvio. Pero, como dice la diputada socialista Alicia Ciciliani: "La voluntad es sólo el prólogo de la política".