Ahora que el Gobierno estadounidense se ha embarcado en una relación especial con el ruso, principalmente a través de su Presidente y el secretario de Estado, y los embrollos y la renuncia del flamante secretario de Seguridad, es el momento de considerar esa vinculación.
Aunque hay chantajes, espionajes y amenazas veladas y no tan veladas por parte de los secuaces de Vladimir Putin con base en informaciones confidenciales de todo tipo que el Gobierno ruso ha ido acumulando sobre la vida íntima de políticos estadounidenses, incluido Donald Trump, aunque esto ocurre, el nuevo jefe de la Casa Blanca estima que acercamientos con el Kremlin pueden rendir frutos positivos a contracorriente de todo lo sucedido en los últimos cien años desde 1917, problemas con el Gobierno de Estados Unidos que se acentuaron a partir de la finalización de Yalta. Ahora Trump justifica su anunciado acercamiento al decir: "Putin es muy apreciado por su pueblo y por la comunidad internacional" (?).
Trump preside el otrora baluarte del mundo libre y en el contexto de sus diatribas contra la prensa llama poderosamente la atención que abandone su responsabilidad de cuidar la constitucional libertad de la expresión del pensamiento. En lugar de explicar lo que no comparte opta por insultar y por prohibir a los medios la entrada a sus ahora llamadas conferencias de prensa, como si fuera el dueño de la Casa Blanca y no respondiera ante el público por sus actos igual que en una república bananera, o como si su vocero fuera el comisario de los medios de comunicación.
Estremecen sus embates a la Justicia en lugar de respetar la división de poderes. También alarman sus reiterados ataques contra el libre comercio, su xenofobia, su militarismo y el aumento astronómico del gasto público que promete (esta avalancha inaudita de insensatez no da espacio para ponderar la reducción de ciertos impuestos y el intento de mejora en algo de los esquemas de educación y salud). En su primer discurso ante las dos Cámaras del Congreso tocó muchos temas, pero el eje central fue su nacionalismo —mal llamado "proteccionista" desde el decimonónico Friedrich List en Alemania—, lo cual acarreará muchos sinsabores para el pueblo estadounidense y para el resto del mundo.
En este cuadro de situación, preocupa su acercamiento a un gobierno corrupto y sus ininterrumpidos asaltos a las libertades individuales que, sin los campos de exterminio soviéticos, en buena medida ha continuado con aquella política hasta el presente, comandadas por un ex matón de la KGB.
Rusia está dominada por un gobierno de mafias desde el colapso del comunismo. Los mismos capitostes de la KGB se instalaron en el gobierno y se repartieron empresas y mercados cautivos como botín de guerra. Ahora que el peligro se acentúa, se hace necesario reiterar algunos pasajes que escribí antes.
La historia de Rusia es en verdad muy desoladora, primero, el terror blanco de los zares y zarinas con su criminal policía secreta (Ojrana), luego, el asesino terror rojo y ahora las mafias. En sus memorias, Vladimir Bukovsky, uno de los tres disidentes de mayor calado junto con sus amigos Solzhenitsin y Sajarov, declara: "El monstruo que crearon nuestros Frankenstein mató a sus creadores, pero él está vivo, muy vivo. A pesar de los informes optimistas de ciertos medios de comunicación occidentales, que en los años transcurridos desde entonces han proclamado que Rusia entró en la era de la democracia y la economía de mercado. No hay evidencias, ni siquiera perspectivas de que así sea. En lugar de un sistema totalitario, ha surgido un estado gangsteril, una tierra sin ley en la cual la antigua burocracia comunista, mezclada con el hampa, se ha convertido en una nueva élite política, así como en una nueva clase de propietarios".
Como es sabido, la Unión Soviética provocó el mayor descuartizamiento humano de 1917 a 1989, matanzas sin precedentes llevadas a cabo por un gobierno (sólo sobrepasadas por Mao) y, sin embargo, Putin reivindica en la Universidad de Moscú a los verdugos y también enaltece las atrocidades en Hungría, en la ex Checoslovaquia y en Chechenia en un contexto de mordazas a la prensa y simulacros electorales administrados por la antigua nomenklatura.
Yuri Y. Agaev explicó en una visita a Buenos Aires que después del fiasco de Gorbachov y su perestroika (un subterfugio para implantar "el verdadero socialismo"), el Fondo Monetario Internacional desbarató la posibilidad de contar por primera vez con liberales en el gobierno al financiar abundantemente al grupo opositor que finalmente se hizo con el poder.
Personas de gran coraje como los mencionados y como lo fue Anna Politkovskaya (luego asesinada) han contribuido a poner su valioso granito de arena para modificar la dramática situación de los rusos. Politkovskaya fundó en Moscú, con un grupo de amigos, el diario Novaya Gazeta, con la idea de competir nada menos que con Pravda, el periódico oficial que paradójicamente significa "verdad". Desde ese nuevo periódico denunció permanentemente la corrupción y los atropellos del Gobierno de Putin en todos los frentes. Como sucede en esos sistemas, fue reiteradamente amenazada de muerte y advertida de los serios peligros que corría incluso por amigos periodistas de Occidente, como el director de The Guardian de Londres. Esto ocurría en un contexto donde, según el Grupo Helsinki, solamente en Moscú, durante los Gobiernos de Putin, fueron asesinados por los esbirros del régimen seis periodistas, sesenta y tres fueron golpeados malamente, cuarenta y siete fueron arrestados y cuarenta y dos fueron imputados penalmente.
A pesar de todo, la extraordinaria periodista de marras proseguía con sus denuncias en sus valientes artículos de investigación. Consignó que el fundamento de su actitud era: "Si alguien cree que puede vivir una vida confortable basada en pronósticos optimistas, allá ellos, es la forma más fácil pero también constituye la pena de muerte para nuestros nietos" (este pensamiento hay que refrescarlo también en otros lares).
Random House de Nueva York publicó su impresionante y muy ilustrativo diario bajo el título de A Russian Diary. A Journalist Final Account for Life, Corruption and Death in Putin's Russia. La autora murió asesinada en el ascensor de su casa a manos de los sicarios del Gobierno. Antes de eso publicó un libro de una notable investigación cuyo título en la versión castellana es La Rusia de Putin, donde documenta muy acabadamente los reiterados atropellos y las iniquidades llevadas a cabo por los hampones de Putin, y los desaguisados y la miseria que debe sufrir el común de la gente.
Desafortunadamente la caricatura de democracia no sólo tiene lugar en Rusia, donde ganan tiranuelos de diversos colores, se habla de elecciones limpias como si se tratara de un torneo irrelevante sin otro fondo que lo numérico, aunque se haga tabla rasa con los derechos.
En esta línea argumental, consigno en esta nota telegráfica una reflexión del antes mencionado Bukovsky (que también nos visitó en Buenos Aires con motivo de un acto académico), elucubraciones apuntadas en sus antedichas memorias tituladas To Build a Castle. My Life as a Dissenter: "Miles de libros se han escrito en Occidente y cientos de diferentes doctrinas han sido creadas por políticos encumbrados al efecto de encontrar un compromiso con los regímenes totalitarios. Todos evaden la única solución correcta: la oposición moral".
En estos climas mafiosos siempre aparecen dictadores (de facto o electos) que resumen bien lo que ocurre, Putin no es el único ejemplo: Rafael Trujillo en la República Dominicana y Getulio Vargas en Brasil dijeron en sendos discursos "a los amigos, todo, a los enemigos, la ley", a sabiendas de lo horrendas de sus normas legales y Juan Domingo Perón, en la Argentina, espetó "al enemigo, ni justicia", por ello, contrariando toda la mejor tradición, fabricó el billete de un peso con el símbolo de la Justicia con los ojos destapados y fue uno de los pioneros en cambiar la Constitución para reelegirse, e hizo tabla rasa con la noción del derecho, lo cual reiteró en sus tres mandatos (el último, principalmente a través de sus ministros José López Rega y José Ben Gelbard).
En nuestros días han surgido nuevos sátrapas liderados por los Castro, Chávez-Maduro y la infame dinastía norcoreana y sus imitadores que achuran todo vestigio de libertad y dignidad bajo diversos ropajes y trampas inauditas, objetivos imitados parcialmente por los Correa, Ortega, Morales y Kirchner.
Ya 400 años antes de Cristo, Diógenes recurría a la alegoría de andar con una lámpara "en busca de un hombre honesto". Ahora rindo este modesto pero muy sentido homenaje a los que se ponen de pie y son capaces de escribir y decir lo necesario para cambiar. Tal como repetían los padres fundadores en Estados Unidos: "El costo de la libertad es su eterna vigilancia". En cada acto el hombre no parte de cero, no podemos apreciar el presente ni conjeturar sobre el futuro sin basarnos en el pasado, por tanto, tomemos los casos de los que hablan fuerte y claro sin concesiones al efecto de dar cabida a la luz diogenista.
En el último libro de los citados aquí de Politkovskaya se lee un párrafo que puede resumir la obra, al tiempo que pone al descubierto la raíz del problema que debemos combatir y no sólo en Rusia: "Nadie acude a buscar justicia a unos tribunales que alardean sin tapujos de su servilismo y su parcialidad. A nadie en su sano juicio se le ocurre ir a buscar protección a las instituciones encargadas de mantener el orden público, porque están corrompidas por completo".
Ni bien los burócratas comienzan a articular discursos tendientes a elaborar sobre lo que le conviene y lo que no le conviene a la gente en sus vidas privadas, comienzan los peligros, ya que a poco andar esos megalómanos se constituirán en los árbitros forzados y ladrones disfrazados de empresarios para manejar a su antojo el fruto del trabajo ajeno con lo que se apoderan de sus vidas.
Como queda dicho, el sistema gangsteril impuesto en Rusia es lamentablemente la continuación por otros medios de los horrores establecidos por el terror blanco y el aun más tremebundo terror rojo. Horrores basados en mentiras, no en errores, lo cual es humano, sino en falsear deliberada, voluntaria y sistemáticamente todo cuanto esté al alcance de gobernantes inescrupulosos.