Se cumplen en estos días 200 años del cruce de los Andes por el general José de San Martín y su ejército. Como admirador de la singular personalidad del Libertador, creo que vale la pena estudiar todo lo que sobre él se publique. En este caso, el notable volumen de Emilio Ocampo, historiador y economista formado en la New York University y miembro de la Napoleonic Society de Montreal.
Entiendo que los historiadores honrados no deben silenciar las obras de sus colegas sino ventilarlas y debatirlas, por una cuestión de honestidad intelectual. Algunas cosas que dice Ocampo: "Las cuatro provincias argentinas por herencia virreinal que componían el llamado Alto Perú, hoy llamadas Bolivia en obvio homenaje a Bolívar, quien fue su verdadero Libertador, junto a Sucre, constituían el objetivo que el gobierno argentino encomendó a San Martín. Eran provincias argentinas. San Martín, al cabo de diversas incidencias, descartó esta misión, optando por cruzar los Andes e invadir la Capitanía General de Chile. No cumplió la indicación de convocar a delegados de ese territorio para un Congreso Constituyente, sino que declaró la independencia de Chile, respecto de España y de la Argentina. Evidentemente, tenía sus propios planes y conceptos, que no coincidían con los de Buenos Aires".
En realidad, San Martín tampoco liberó a la Argentina, en cuyo territorio libró sólo una batalla —San Lorenzo, con reducidos alcances—, pero sí liberó a Chile, separándola claramente de las autoridades de Buenos Aires. Cabe señalar que, como subraya el autor Antonio Calabrese, Chile más Argentina hubieran constituido una poderosa nación bioceánica, y ni que hablar si retenían otros territorios virreinales perdidos como Uruguay, Paraguay y el propio Alto Perú, que no pudieron conquistar Manuel Belgrano ni San Martín.
Dice Ocampo: "Si San Martín fue el padre de la patria, nos abandonó justo cuando más lo necesitábamos, es decir, cuando debíamos crear un gobierno nacional. Como sociedad sufrimos inconscientemente un síndrome de abandono paterno".
Otro prócer del nacionalismo, el general Juan Manuel de Rosas, propuso entregar las Malvinas en pago del famoso empréstito de la Baring Brothers. Los ingleses respondieron, lógicamente: "¿Cómo nos va a entregar usted algo que ya tenemos?". Si la propuesta la hubiera efectuado algún liberal tipo Bernardino Rivadavia, hoy no quedaría una mísera calle con su nombre. Y menos cierto célebre sillón.
En 1803, el conde de Liniers, hermano mayor de Santiago de Liniers, el prócer argentino fusilado por la Revolución de Mayo en 1811, presentó a Napoleón un plan para conquistar todo el Brasil a partir de Buenos Aires. En aquellos tiempos abundaban los proyectos militares de ida y vuelta en Inglaterra y Francia, las dos potencias que se disputaban el mundo. Al parecer, San Martín sintonizaba mejor con Inglaterra, mientras que Carlos de Alvear jugaba su ajedrez con Francia y los Estados Unidos. El ministro inglés Castlereagh aseguraba que su interés en Sudamérica era exclusivamente económico y procuraba no enemistarse con al reino de España, que a veces era su aliado y a veces no. Lo seducían los grandes mercados de Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Lima, el Callao, Caracas, para colocar sus manufacturas que no tenían entrada en Europa debido al bloqueo establecido por Napoleón.
En cuanto al cruce de los Andes propiamente dicho, Ocampo discute la trascendencia única que se atribuye al episodio, no porque careciera de méritos, sino porque estaba comparativamente muy lejos de hazañas como el cruce de los Alpes por Aníbal, con una dotación militar diez veces mayor y con una caballería que incluía elefantes.
Escribimos este modesto artículo para destacar la obra de Emilio Ocampo, quien sostiene que la Argentina no alcanzará su madurez mientras no abandone la fábula para abocarse a la historia verdadera. Como veneramos a San Martín, nos proponemos estudiar más y mejor estos temas, incluyendo los vínculos de Napoleón con la Revolución de Mayo y otros.