Blanquear todo menos el dólar billete

A través del presidente del Banco Central (BCRA), Argentina ha dejado en claro su posición de mantener una tasa en términos reales positiva, es decir, por encima de la inflación, de forma tal de bajar el índice inflacionario

Hay dos maneras de lograr mayor crecimiento de la economía. Una es a través del sistema monetario, al estilo Estados Unidos y Europa, volcando dinero del mercado a tasas muy baratas o casi regaladas y, de esta forma, inducir a la gente a que consuma, con lo que se desincentiva el ahorro. La otra forma es directamente a través de una política fiscal mediante incentivos, reducciones de impuestos o en la obra pública.

A través del presidente del Banco Central (BCRA), Argentina ha dejado en claro su posición de mantener una tasa en términos reales positiva, es decir, por encima de la inflación, de forma tal de bajar el índice inflacionario, ofreciéndoles tasas atractivas a los ahorristas que postergan consumo hacia el futuro.

Ahora bien, he aquí una teoría adicional que es lo que hace al modelo argentino y que es lo que no ven los monetaristas en Europa y Estados Unidos: en Argentina se calcula que la cantidad de dólares circulantes per cápita es una de las mayores del mundo y esto es así atento a que luego de 50 años de fracaso económico y abuso al ahorrista es la única moneda, o más bien aquella que le ha dado estabilidad en el tiempo.

El modelo actual de tasas altas nos está llevando a una estanflación, lo cual se debe en parte al valor tan bajo del dólar. Por supuesto, nos queda claro que es la forma que tiene el BCRA de anclar el tipo de cambio.

Me dicen mis amigos comerciantes que el estabilizador de la gente es el "canuto": según ellos, es el ahorro en dólares que tienen para gastos corrientes.

La gente refuerza su consumo o compra bienes durables vendiendo sus reservas de dólar billete: cuando el dólar es muy barato respecto a la moneda local y los bienes se encarecen en dicha moneda, la gente espera y trata de gastar lo menos posible, o viaja y compra bienes tales como ropa o electrónica en el exterior.

Bajo el modelo actual, creemos que no cambia la posición del BCRA, aun cuando baje algo las tasas de interés. Por otro lado, esperamos ingreso de dólares por las exportaciones del campo (que viene muy bien), el blanqueo o la amnistía fiscal (que proyecta unos ingresos de por lo menos cinco a seis mil millones de dólares netos para el país), el endeudamiento (unos treinta mil millones de dólares para el año 2017) y por la especulación financiera que se da cuando la tasa de interés le gana a la suba del dólar billete.

Por el lado fiscal, el déficit sigue subiendo, financiándose con deuda. Pero todavía la Argentina no ha generado los brotes verdes que se esperaban a partir del segundo semestre.

Aquí se presenta el primer gran desafío tanto para la política económica como para la monetaria. ¿Está dispuesto el BCRA a comprar dólar en forma fuerte para sostener el valor de la moneda o hacerla subir? ¿El Ministerio de Economía está pensando en hacer un ajuste del gasto público como lo está haciendo Michel Temer en Brasil? Esto último permitiría evitar que el país se siga endeudando para cancelar gastos corrientes.

Y, por otro lado, ¿está el Gobierno nacional preparado para invertir en infraestructura, incluyendo proyectos energéticos, caminos, puertos, agua y cloacas a través del endeudamiento?

Esta es la famosa trampa en la que quedamos luego de años incentivando el consumo con fondos que no teníamos. Si decidimos pagar la fiesta, es decir, bajar el gasto público, frenar la inflación y buscar una reforma más ortodoxa, entonces el crecimiento seguirá empeorando.

Si, por otro lado, optamos por un modelo donde las cosas empiecen a ser más flexibles para inducir el consumo y dejamos que la inflación siga en aumento, entonces empezará a crecer la economía. Pero a ese crecimiento se lo comerá la inflación.

Este es el gran desafío que enfrenta el Gobierno, salvo que logre, a través de inversión tanto pública, privada o combinada, hacer crecer la torta y cambiar las expectativas de la gente.