Transporte urbano: deudas que no son pasajeras

Federico Saravia

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Más de 3,5 millones de personas ingresan diariamente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) desde los diversos municipios del Gran Buenos Aires. En ese marco, el tránsito automotor en los ingresos a la ciudad creció cerca de un 85% en los últimos diez años: pasó de 214 millones de vehículos en 2002 a 394 millones en 2013.

Los datos presentados muestran un explosivo crecimiento de la motorización, que produce como principal consecuencia los graves problemas de congestión y tráfico en la Ciudad de Buenos Aires.

En este sentido, la calle es una buena metáfora de los intercambios que realizamos como individuos cuando vivimos en sociedad. Cuando esperamos el paso de un semáforo, buscamos un lugar para estacionar o aminoramos la velocidad en las bocacalles para dejar pasar al otro conductor o cruzar a algún peatón desprevenido. Lo efímero de estos contactos muchas veces no nos permite dimensionar el impacto de las condiciones de tránsito en el marco de nuestra convivencia en comunidad.

Según un informe realizado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), entre 2003 y 2013 el sistema de transporte público de pasajeros metropolitano sumó cerca de un millón de pasajeros por día; el automóvil particular pasó de explicar menos de la mitad a cerca del 60% de los viajes en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), y el tráfico en los accesos a CABA creció consecuentemente más del ochenta por ciento.

Asimismo, la demanda de transporte del AMBA creció un 15%, con una mayor presión sobre la red vial: el uso del colectivo creció un 32 por ciento. Sin embargo, el 60% de los viajes del AMBA se realizan en transporte privado, que creció en los últimos 15 años, mientras que el uso de los ferrocarriles se derrumbaba un diez por ciento. En consecuencia, la congestión en los accesos a la ciudad casi se duplicó en la última década.

Estos datos desnudan con particular crudeza una realidad innegable: el sistema de transporte de la Ciudad de Buenos Aires ha sobrepasado sus propios límites de lo posible y requiere la puesta en marcha de políticas públicas de planificación urbana con el objetivo de avanzar en un plan de acción de mediano y largo plazo que no se quede en el anuncio de soluciones mágicas, sino que apunte a encontrar soluciones efectivas y sustentables en el tiempo.

Calles, avenidas y autopistas dibujan día a día una misma postal: interminables filas de autos que avanzan a paso de hombre y que disputan salvajemente el espacio público con los taxis y los colectivos de la ciudad, en coexistencia con los ciclistas y los camiones de recolección. El transporte público de pasajeros en el ámbito metropolitano comprende más de 130 líneas de colectivos de jurisdicción nacional, provincial y municipal, siete líneas de ferrocarriles de pasajeros, seis líneas de subterráneos y un premetro en la ciudad. Según datos de la Comisión Nacional Reguladora del Transporte (CNRT), por los ferrocarriles del AMBA circula diariamente un millón de pasajeros, mientras que por la red de subterráneos lo hacen 700 mil pasajeros.

En este contexto, el uso del colectivo representa alrededor del 80% de los pasajeros del transporte público, mientras los ferrocarriles metropolitanos experimentaron una caída cercana al 40% en la cantidad de pasajeros pagos transportados durante la última década. Por su parte, la red de subtes absorbió un 10% más de viajeros en los últimos años.

Por día, circulan más de seis millones de pasajeros por la red de transporte público del AMBA. La cantidad de viajes en transporte público creció un 15% en el AMBA desde 2003: ese año, se realizaban cinco millones de viajes diarios. El transporte metropolitano sumó entonces un millón de pasajeros por día en tan sólo una década (CNRT, 2015). Durante 2013, 2.200 millones de pasajeros utilizaron colectivos, trenes y subterráneos del AMBA (CNRT, 2015).

Esta creciente congestión de la red de transporte de pasajeros tiene sin dudas efectos perjudiciales sobre la calidad de vida de las personas. En particular, la excesiva motorización del transporte incrementa inevitablemente la probabilidad de accidentes y las emisiones contaminantes relacionadas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias según la Organización Mundial de la Salud.

En este contexto, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha venido desarrollando una serie de acciones para atenuar las dificultades ocasionadas por el crecimiento en el volumen de circulación de las personas por el área metropolitana y su consecuencia en el sistema de transporte. En esta dirección, se crearon carriles exclusivos para colectivos como los llamados metrobuses.

También se ha avanzado significativamente en el sistema de transporte público de bicicletas, con una red de bicisendas que ya supera los 150 kilómetros de extensión. Y, recientemente, se han anunciado también importantes mejoras en las frecuencias de los subterráneos.

Sin dudas, el tránsito y el transporte no son un problema de hoy, pero se torna cada vez más necesario que la administración porteña se involucre en la búsqueda de acciones que permitan mejorar las distintas alternativas para viajar y circular en Buenos Aires, y se impulse la búsqueda de equilibrio entre el norte y el sur. En este sentido, lugares como el Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA), en donde confluyen los aportes de diversas organizaciones, serán claves para contribuir a vivir mejor en la ciudad.

 

El autor es presidente del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA).

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