En distintas etapas de la historia reciente la Argentina alternó por ciclos de alta y baja inflación. En algunas oportunidades, como durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la gestión se resignó a una continua escalada de precios a cambio de moderar la contracción de la economía y mantener bajo el desempleo.
Con indicadores económicos mucho más sólidos, el segundo mandato de Cristina Kirchner apostó por la elevada inflación, complementada con restricciones al dólar, para incentivar el consumo y sostener el ritmo de actividad.
Otros gobiernos optaron por políticas que apuntaron a pisar la inflación a niveles mínimos, como durante la convertibilidad (1992-2001), aunque para ello aumentaron el endeudamiento externo y llevaron a la sociedad a soportar niveles de desocupación inamovibles sobre 10% de la población activa.
El denominador común del déficit fiscal, presente en 26 de los 33 años desde el retorno a la democracia, es evidente germen de aquellos desequilibrios. No atacarlo a tiempo llevó a situaciones de colapso, como ocurrió en 1989-1991 y 2001-2002, las dos grandes debacles económicas que soportó la Argentina desde 1983.
Según datos del IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal), el rojo fiscal consolidado (Nación más provincias) alcanzó niveles alarmantes en épocas de crisis: el 7,9% del PBI en 1988; 7,8% en 1989; 4,7% en 1990; 5,6% en 2001.
A la gestión de Macri le faltó pericia para evitar dos males en simultáneo: recesión con alta inflación
La hiperinflación derrumbó el PBI (-2,6% en 1988; -7,5% en 1989; -2,4% en 1990), aunque el bajo desempleo, inferior al 10%, fue un amortiguador del profundo deterioro socioeconómico. Hay que recordar que el salto de precios minoristas acumuló el 3.079% en 1989 y un 2.314% en 1990.
Con la caída de la convertibilidad, capítulo final de un período de cuatro años de recesión, la baja del Producto fue inédita (-4,4% en 2001 y -10,9% en 2002) y el desempleo se disparó sobre el 20 por ciento. La inflación se situó en torno al 40% acumulado en 2002, una cifra que parece modesta si se tiene en cuenta la devaluación de 67% del peso (salto de 300% del precio del dólar) al promediar aquel año.
Al partir de una base de comparación tan baja, la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) lució claramente exitosa, con notable crecimiento económico, recuperación del empleo (en 2006 cedió debajo del 10%) e inflación moderada en la comparación histórica, debajo de 10% anual, a excepción de 2005 (12,3%).
Durante el gobierno de Néstor Kirchner hay que ponderar un escenario internacional que benefició a la Argentina a partir de 2002 y una mejora de la economía que se complementó con superávit fiscal consolidado, entre Nación y provincias, que perduró entre 2003 y 2008.
ELEVADOS COSTOS, POBRES RESULTADOS
La administración Macri recibió enormes desequilibrios, empezando por un déficit que en 2015 alcanzó el 7% del PBI en el resultado financiero, "cepo" cambiario, inflación en ascenso y financiamiento externo bloqueado, más un PBI que prácticamente no variaba desde 2011.
Sin embargo, y a fuerza de simplificar el análisis, en los primeros nueve meses al gobierno de Mauricio Macri le faltó pericia para evitar dos males en simultáneo: recesión económica junto con alta inflación, incluso cuando aún no se pudo aplicar un aumento tarifario que le generó alto costo político. Se pagaron grandes costos políticos y económicos y a la vez se postergó el ajuste fiscal que podría haberlos justificado. Así se empieza a ir el 2016, con el sello de la inflación y la recesión.
"Tenemos, sin dudas, una recuperación cíclica por delante, porque la política fiscal es expansiva, porque hay aumentos a jubilados y porque, como dice el ministro de Hacienda, los salarios reales se cayeron. Pero después de cuatro trimestres de caída, la recuperación del cuarto trimestre va a ser casi imperceptible para nosotros", dijo el economista Miguel Ángel Broda.
Profundizar la caída de actividad y el salto inflacionario con un déficit fiscal que se agranda deja expuestas grandes falencias de un Gobierno que no heredó una crisis económica terminal como la que debió afrontar Eduardo Duhalde en aquel 2002 en el que hubo que convivir con alta inflación y recesión a la vez.
El Gobierno consume el período de gracia de inicio de gestión sin actuar sobre el alarmante déficit
Aunque la crisis de 2002 fue de las más grandes de la historia, debe atribuírsele a Duhalde el tremendo esfuerzo fiscal que se produjo durante su gestión: el déficit consolidado de nación y provincias se redujo a 2% del PBI en 2002, y sentó las bases para el superávit de 0,9% de 2003.
Daniel Artana, economista Jefe de FIEL, remarcó que la actual "es una recesión a la mitad de caída de otras recesiones que hemos tenido en la Argentina en el sector industrial. No estamos ante una situación dramática. La economía este año al final de todo caerá alrededor de 1,5% como máximo. La expectativa que tenemos es que esto se va a revertir sobre el final de año".
Pero consumido el período de gracia que acompaña todo nuevo gobierno, el 2016 deja más facturas pendientes que logros. Será un año comparable al 2014 (caída de 2,6% del PBI e inflación de 38,5%), y con más inflación y menos caída del Producto que en 2009 (14% y -6%, respectivamente).
Las expectativas de crecimiento para 2017 siguen firmes, aunque queda la foto de un período de transición laxo y mediocre, con la sensación de una política económica dispersa, responsabilidad del propio Presidente antes que de sus técnicos.