Nunca ningún gobierno sufrió tantos ataques de tantos sectores durante tanto tiempo. Los militares, los peronistas, los frondizistas, los sindicatos, la Unión Industrial, la Sociedad Rural, los periodistas, la Iglesia, los guerrilleros, los fascistas.
¿Era acaso un usurpador? ¿O un pésimo administrador? ¿Un corrupto? Nada de eso. Arturo Illia encabezaba un gran gobierno. Dinámico en la economía, centrado en lo social, autónomo en el mundo, decente en lo ético.
Su principal problema son los militares. En 1930 han dejado de respetar la Constitución, en 1943 han ejercido el poder y han sido parte de la década peronista. El golpe de 1955 vuelve a ponerlos en el control político y se han acostumbrado a limitar al poder civil. Están divididos en colorados y azules. No es sencillo definirlos, pero en los años sesenta, azules y colorados han protagonizado golpes, chirinadas y hasta un enfrentamiento bélico. En 1963 ya hegemoniza el bando azul, tecnocrático y anti-partidos. Ve en el radicalismo un estorbo: Illia, a diferencia de Frondizi, no maniobra ante los planteos castrenses y es terco. Para colmo, todos, azules y colorados, influenciados por el Pentágono, ven en la natural tolerancia de la República una incitación para los sectores prosoviéticos. Imaginación pura. Pero ellos tienen los fierros.
"Había un pacto militar sindical para sacarlo a Illia del poder. Muchos no estábamos de acuerdo pero sí los que manejaban más la cosa: Vandor, Coria, Alonso". Lo cuenta Andrés Framini, el hombre que Perón eligió en 1962 para encabezar el peronismo de la provincia de Buenos Aires.
El ejemplo sindical asombra. Illia asume en octubre y el 6 de diciembre, siete semanas después, ya hay una huelga general. Fernando Donaires, uno de los principales gremialistas de la época, dirá: "Nosotros teníamos nuestras intenciones políticas de tratar de terminar con un gobierno que no tenía ninguna representatividad". Framini recordaba: "Muchas de las huelgas que se realizaban tenían un ingrediente importantísimo: reclamar la vuelta de Perón".
Aquel Plan de Lucha, como detecta Julio Godio, "será la acción sindical más prolongada en la historia del movimiento obrero argentino". Contra un gobierno que promovió la ley del salario mínimo vital y móvil que se ajustaba automáticamente. La Argentina de Illia exhibe un ingreso per cápita de 760 dólares de aquellos dólares. ¡El mismo que Japón! Dos tercios de las familias argentinas pueden ahorrar. Es la época en la que se generaliza la compra de la primera heladera, el primer televisor, la moto, y el auto, como el Citroën del padre de Mafalda.
Las grandes patronales estaban molestas. Los laboratorios jamás consintieron la ley de medicamentos que regulaba los precios de los remedios. Las compañías petroleras multinacionales no toleraron la anulación de los contratos firmados por Frondizi, la Unión Industrial Argentina emitió un aviso chabacano: "Iremos por verdurita / con una montaña de guita", en una inusual e impar preocupación por el salario obrero.
El sector reaccionario campea en la Iglesia y se resiste sordamente a aplicar las decisiones del Concilio. El Episcopado de Córdoba cuestiona sistemáticamente el liberalismo político y la democracia. El director del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de El Salvador, Raúl Puigbó escribe que el respeto a las formas estatuidas se convierte en una simple fórmula ritual".
Un párrafo especial para los medios. Varios semanarios actuaron como parte de la acción psicológica desestabilizadora del Ejército. Primera Plana, Confirmado, Análisis, se integraron a un proceso de demolición del gobierno. Uno de sus principales columnistas habla del "gobierno más largo del siglo. Lento, mediocre, anacrónico, improvisado, incompetente". Otro ensalza el golpe: "El dictador es un funcionario para tiempos difíciles". La gran prensa diaria acompaña el asedio.
Las caricaturas muestran a Illia como un anciano tonto, que espera su jubilación y alimenta palomas en la Plaza de Mayo. También como una tortuga cuyo gobierno permanece estático. Illia era lo contrario: dinámico, tenaz. Pero nunca quiso hacer propaganda. Había estado un año y medio en Europa en 1933 y 1934. Y ahí vio asqueado la acción de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler.
Grupos de izquierda acusan al gobierno de pro-norteamericano. Pero el presidente Illia promueve la venta de millones de toneladas de grano a China pese a la oposición de Washington. Y se niega a mandar tropas a la invadida Santo Domingo, como quieren los yanquis. Además, consigue en Naciones Unidas la Resolución 2065, que abre el camino a la recuperación de las islas Malvinas.
Muchos estudiantes marchan en manifestaciones opositoras. Con el corazón ligero corean : Illia y Onganía, la misma porquería. No advertían que la Universidad vivía un momento de esplendor. Desde profesores de excelencia hasta la primera computadora de Sudamérica. La Editorial Universitaria de Buenos Aires inspirada por Boris Spivacow logra un extraordinario éxito con libros baratos que se ofrecen por las calles. Canal 7 tiene al frente a Francisco Petrone, "una de las mejores gestiones que se recuerden", como remarcan Ulanovsky, Itzkin y Sirvén.
El ambiente de libertad se perfecciona, con total respeto por la creación artística. El Instituto Di Tella premia grandes pintores de la Nueva Figuración, como Rómulo Macció y Luis Felipe Noé. Estalla Marta Minujin. Romero Brest logra traer una filial del museo de arte moderno de Nueva York. Un crítico francés escribe: "Buenos Aires es uno de los centros más activos de la pintura actual" (Jacques Lassaigne).
Pocos gobiernos en la historia argentina han sido tan eficaces en tan corto tiempo como la administración Illia para liquidar la violencia, tanto de ultra derecha como de extrema izquierda.
Tacuara era una organización de ultra derecha, fascista y anti-semita, anti-liberal. Ha participado del motín de un brigadier y asaltado la fábrica de armas Halcón en Avellaneda. Eran pesados y eran muchos. En marzo de 1964 -el gobierno de Illia no tenía seis meses- son detenidos numerosos Tacuara y la organización languidece para siempre.
Jorge Masetti, un periodista de origen nacionalista queda conmovido por la Revolución Cubana y prepara un foco rural en el norte. Quiere convertir las alturas salteñas en una Sierra Maestra. Masetti le envía una carta a Illia. Le pide la renuncia y firma como Segundo Comandante. Ejército Guerrillero del Pueblo. Detectados por gendarmería, se meten en la selva. Y la selva se los traga. Nunca se volvió a saber del Comandante Segundo.
¿Por qué un gobierno tan popular, tan democrático, tan patriótico cayó en silencio, sin que nadie, salvo un puñado de radicales, hiciera nada para impedirlo?
Más allá del complot, hubo errores. La legitimidad de origen venía complicada. Cuando alguien saca un cuarto de los votos, debe ampliar su esfera de alianzas. Porque ese es el mensaje de las urnas. Y en el gabinete sólo había radicales. No alcanzaba. Este es, acaso, el grave error de la administración.
Peor le fue a los desestabilizadores. Un mes después de la caída de Illia es atacada la universidad. 8.600 docentes son cesanteados o renuncian en repudio. Se van marxistas, liberales, positivistas. Los sabios profesores inofensivos son reemplazados por jóvenes docentes católicos –las llamadas Cátedras Nacionales- que teorizarán a favor de la lucha armada.
La dictadura militar hizo pensar a muchos jóvenes argentinos que la democracia no alcanzaba. Que si al electo por el pueblo se lo sacaba con los fusiles, para gobernar no había que ganar elecciones sino juntar tropas. Por eso los nombres de las nuevas organizaciones. Fuerzas Armadas de Liberación, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Fuerzas Armadas Peronistas, Ejército Revolucionario del Pueblo. La guerrilla, que Illia había parado fácil y rápidamente, se generalizó.
Los sindicatos recibirán las obras sociales pero el "Lobo" Vandor, líder indiscutido de la poderosas Unión Obrera Metalúrgica y de las 62 Organizaciones Peronistas será asesinado tres años después del golpe. Un año más tarde cae baleado José Alonso, el otro jefe sindical de las movilizaciones contra Illia.
El coronel Luis Perlinger, que le pidió la renuncia, recordará años después que Illia "serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo".
El comandante el Ejército, general Julio Alsogaray, recibirá diez años después el cadáver de su hijo muerto por el Ejército en Tucumán.
La jerarquía religiosa sufrirá un duro cuestionamiento por el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Los empresarios vivirán un momento de decadencia y desnacionalización,.
Estudiantes y docentes que marchaban contra Illia caerán en los tiroteos con las fuerzas de seguridad o contra otros sectores peronistas. La sociedad, que asistió indiferente al complot, pagaría esa inacción con sangre, persecuciones y empobrecimiento material y cultural.
Periodista, historiador y socio del Club Político Argentino