Argentina no tiene futuro mientras existan los Báez, los López y los Jaime

Por Gabriela Michetti

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Cada vez que aparecen situaciones como la que estamos viviendo con el "caso López", me pregunto lo mismo: ¿qué es lo que lleva a estos funcionarios públicos a poner sus afectos, su familia, su prestigio público, su libertad, su paz interior, a veces hasta su vida, en riesgo por tener más y más dinero, más y más poder?

Es sabido que los seres humanos somos imperfectos y que no tenemos ninguna posibilidad de hacer todo bien. Pero de ahí a estos hechos indescriptibles -porque provocan tantos sentimientos y emociones que se hace imposible nominarlos con palabras-, ¡hay un camino eterno!

No tenemos ninguna posibilidad de que nuestro país se fortalezca y se encamine en la senda del progreso y la prosperidad mientras existan los Baéz, los López, los Jaime, y todos aquellos que van sembrando de desconfianza los corazones de los ciudadanos en relación con la política y las instituciones públicas.

En una meditación sobre nuestro Himno Nacional, Monseñor Víctor Manuel Fernández, dice: es muy sano que la canción patria nos recuerde que somos "mortales". Es verdad, la letra podría haber dicho "ciudadanos", "patriotas", "hermanos". Pero nos quiere recordar nuestra condición de mortales y así nos devuelve un sano realismo.

La meditación sobre la propia muerte ayuda a liberarse del ego y la soberbia, y nos permite darle a cada cosa su justa dimensión. Reconociendo la fugacidad de la vida, uno se puede poner a reflexionar acerca de en qué quiere gastarla y sobre todo, qué cosa le gustaría dejar tras de sí, después de haber pasado por este mundo.  Dice textualmente Monseñor Fernández: "No se trata de una especie de morbosa necrofilia, sino de una gran liberación interior que nos impide creernos dioses imprescindibles".

Cumpliéndose los 200 años de nuestra Independencia, los casos como éstos, que nos llenan de bronca, impotencia, dolor y náuseas, podrían convertirse en una invitación a pensar cuál es el sentido de nuestra vida. Para qué le sirvió a cada uno de estos funcionarios o amigos del poder llenarse y llenarse de plata que no les pertenecía? 

¿Y si hubieran puesto su vida al servicio de las millones de familias pobres de nuestro país?  ¿Y si hoy pudieran estar rodeados del amor y la admiración de sus hijos, sus nietos, sus amigos?  ¿Y si también gozaran del agradecimiento y el honor que todos les regalaríamos por su trabajo honrado en pos del bienestar de la Patria?

La muerte, la cárcel, el desprestigio, la vergüenza pública, la soledad. ¿No son riesgos demasiado grandes para andar revoleando por el aire millones de dólares robados nada menos que a nuestros compatriotas más necesitados?

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