Ante la actividad eruptiva del volcán de Fuego y los Colosos de Pacaya y Santiaguito, el Sistema de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) mantiene vigilancia continua para avisar a la ciudadanía sobre cualquier variación en las medidas de resguardo ante una posible situación crítica.
Este 13 de octubre el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH) ha dado a conocer el más reciente boletín vulcanológico en el que informa la situación de estos tres importantes volcanes de Guatemala.
Volcán de Fuego
Actividad: Se generan entre 5 a 10 explosiones de características débiles y moderadas por hora que elevan columnas de gases y ceniza a alturas de 4500 a 4700 msnm (14,763.78 a 15,419.95 pies), las cuales se desplazan hacia el suroeste a distancias de hasta 30 km. Las explosiones generan retumbos y ondas de choque débiles. El observatorio del volcán de Fuego (OVFGO) reporta el colapso y descenso de materiales volcánicos desde el contorno del cráter. Caída de ceniza sobre Panimache I e II, Morelia, Santa Sofía, Sangre de Cristo, Finca Palo verde y otros. Por la tarde y noche, las lluvias podrían provocar el descenso de lahares en diferentes barrancas del volcán.
Volcán de Pacaya
Actividad: El Observatorio del Volcán de Pacaya (OVPAC) reporta condiciones de nubosidad que dificultan observar la actividad en el cráter Mackenney. Actualmente la actividad está caracterizada por continua desgasificación débil compuesta por vapor de agua y otros gases magmáticos de coloración blanca a azul, que alcanzan alturas de entre 100 y 200 metros sobre el nivel del cráter. Estos gases son desplazados hasta 2 kilómetros según la dirección del viento. No se ha observado incandescencia, ni se han escuchado explosiones o retumbos. Las estaciones sísmicas alrededor del volcán registran eventos relacionados con la desgasificación.
Volcán de Santiaguito
Actividad: Se reporta actividad en el Domo Caliente del complejo volcánico Santa María-Santiaguito, caracterizada por desgasificación de coloración blanca a una altura de 300 metros sobre el nivel del cráter. Se generan explosiones débiles y moderadas que elevan columnas de gases y cenizas a alturas de 800 metros sobre el domo, que se desplazan por el viento hacia el suroeste. Por la noche, se observa incandescencia en el cráter. El Observatorio del Volcán Santiaguito (OVSAN) reporta el colapso y descenso de materiales volcánicos hacia el flanco sur y suroeste del domo. Durante la tarde y la noche, las lluvias podrían provocar el descenso de lahares en los cauces que descienden del Domo Caliente. La actividad se mantiene en un nivel elevado, por lo que existe la posibilidad de que, debido a las explosiones o por efecto de la gravedad, parte del material acumulado colapse y genere flujos piroclásticos de largo alcance hacia el suroeste, sur y sureste.
Guatemala y el dilema de sus volcanes
Debido a su localización en el Cinturón de Fuego del Pacífico, los volcanes cubren la mayor de la geografía del país, lo que lo convierte en una de las regiones con mayor densidad de estas formaciones rocosas.
A pesar de en Guatemala se han identificado al menos 324 estructuras de origen volcánico, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) acepta únicamente 32 volcanes, mientras que la Federación Nacional de Andinismo dice que son 37. Los 287 restantes son llamados por el INSIVUMEH como “focos eruptivos”.
Sin embargo, independientemente de las discrepancias, hoy en día son tres los volcanes que se encuentran activos y que son objeto de supervisión de las autoridades guatemaltecas: el volcán de Fuego, de Pacaya y de Santiaguito.
El volcán más peligroso de Guatemala
Ubicado entre los departamentos de Sacatepéquez, Escuintla y Chimaltenango, el de Fuego es el estratovolcán más activo de Centroamérica y uno de los que tiene mayor relevancia a nivel mundial.
Con más de 3763 metros sobre el nivel del mar, este volcán ha registrado a lo largo de su historia diversas erupciones violentas, como la de 1932, cuando cubrió con ceniza a la ciudad de Antigua Guatemala y algunas partes de Honduras y El Salvador; la de 1974 cuando sus flujos piroclásticos devastaron parte de la vegetación de los alrededores y sepultó parcialmente las comunidades de San Pedro Yepocapa y Acatenango.
El 3 de junio de 2018 tuvo su mayor erupción en lo que va del nuevo milenio, con columnas de ceniza que alcanzaron los 10 mil metros de altura sobre el nivel del mar. Esta actividad dejó 300 personas muertas, 200 desaparecidas y 600 heridos; así como dos millones de ciudadanos damnificados.
El reporte de su última actividad fuerte fue el pasado 12 de diciembre de 2022, cuando el volcán entró en erupción dejando columnas de ceniza de 500 metros de altura y generando un flujo de lava de 800 metros, con caída de ceniza en asentamientos de 45 kilómetros a la redonda.