¿Todo da igual?

¿Qué nos está pasando como sociedad para aceptar pasivamente la desmesura de este gobierno injusto y cruel?

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Mi generación nació en un país formado en los ideales del humanismo y del progreso, improntas hoy inexistentes. Eran tiempos de integración social, de crecimiento, de expectativas. No conocíamos la inseguridad, y la desocupación no alcanzaba proporciones alarmantes.

Vivimos el derrocamiento de Perón asestado por el brutal golpe militar del 55, la llamada Revolución Libertadora, con los fusilamientos de Valle y Cogorno, la masacre de los basurales de José León Suárez, cárcel, persecución ideológica, inéditas prohibiciones de nombres, cánticos, alusiones y la proscripción del líder del Justicialismo durante 17 años.

Fueron tiempos difíciles aquellos de la resistencia. Entre tanto, hasta la vuelta de Perón en el 73, se sucedieron gobiernos elegidos por la ciudadanía, como los de Frondizi e Illia, prontamente volteados por los militares.

Resulta necesario recuperar esos gobiernos, liderados por dos políticos de raza que fueron elegidos con la proscripción del peronismo, naturalmente, pero no por ello, dejaron de tener virtudes y pasión por la Patria. En cierto modo, asumo que la dictadura de Lanusse llegó a tener rasgos más patrióticos que los democráticos gobiernos de Carlos Menem. Y me duele decir que, en este aciago presente, los términos radicalismo, peronismo y liberalismo se han convertido en un puro significante, vacíos como están de contenido y de respeto por un ideario.

Lo esencial de un gobierno, de una etapa, no es el nombre de sus ideólogos o la apropiación del pasado, sino la forma en que defiendan su expresión como nación. Las sangrientas dictaduras de Brasil y Chile fueron más patrióticas que la nuestra, pues, al elegir las estructuras financieras por encima del desarrollo industrial, jamás valoró a la patria.

Hemos dicho muchas veces que nuestra decadencia surge del último Golpe de Estado, el del 76, el de Videla y Martínez de Hoz. Si antes se debatía la democracia, ahora están en juego el patriotismo o el colonialismo, dato importante que cambia la esencia de nuestra situación. Fuimos productores de más de la mitad de la riqueza del continente y hoy no llegamos ni al 20 por ciento.

Las generaciones no son, sin embargo, un suceder permanente. Para dar un ejemplo afín al pueblo argentino, el fútbol de Brasil era vencedor intocable y de pronto, perdió su vitalidad. Podríamos llevarlo a nuestra política: nosotros que tuvimos extraordinarios ensayistas que intentaron interpretar la esencia del ser nacional, desde Sarmiento a Martínez Estrada pasando por Raúl Scalabrini Ortiz, estadistas con formación universitaria y solvencia política, interesantes pensadores con una visión humanista del mundo, hemos caído en una concepción de la complicidad y del desarrollo de la dirigencia por encima de las necesidades colectivas, sin escrúpulo alguno. Da lo mismo votar una ley que ratificar su veto pocos días después, sin inmutarse. Da lo mismo la indiferencia -cuando no cierto regodeo- ante la feroz represión a legítimas manifestaciones en defensa de los trabajadores jubilados. Y dará lo mismo soportar el veto absoluto que Milei anuncia para la ley de financiamiento universitario. ¿Todo dará igual? ¿Qué nos está pasando como sociedad para aceptar pasivamente la desmesura de este gobierno injusto y cruel?

Mi desaliento disminuye sólo cuando, a esta altura de la vida, disfruto de la visita, del conocimiento, del debate, con decenas de jóvenes que se vuelven a apasionar por el sueño de devolverle el sentido a la Patria. Algunos de ellos son universitarios; otros, trabajadores. Es un viento de la historia que me recuerda a aquellos años, en tiempos de Onganía, cuando no había casi política, pero sí, un nivel de rebeldía que terminó destronando a aquella dictadura. La situación no es similar. Es obvio que no estoy pensando en un derrocamiento del gobierno aunque considero indispensable generar una alternativa superadora, limitar sus acciones altamente dañinas y cuestionar a aquellos personajes que se venden por cuatro denarios, que cambian sus opiniones a partir de las prebendas otorgadas por el poder de turno.

En el triste presente de un gobierno que enriquece a los poderosos, como la baja de tasas de Bienes Personales, medidas que favorecen al poder económico concentrado a costa de un mayor empobrecimiento de los sumergidos y de las clases medias, buena parte de las cuales simula no percibirlo y aún cree en lo ineludible del pago de este doloroso precio. Parecen surgir jóvenes dispuestos a devolver un destino a la nación. Espero no equivocarme.

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