Buenas acciones, sacrificios mortales e incluso sucesos inexplicables surgidos por una aparente divinidad, son las razones por las que diferentes individuos fueron beatificados y canonizados por el Vaticano para llevar consigo el nombre de santo.
Todos los días, marcados en el calendario, se conmemora la vida y muerte de estos seres, hombres y mujeres, que dedicaron su existencia a la iglesia católica misma que les valió el nombramiento.
Este es el santoral del martes 10 de septiembre.
Celebración del día: San Nicolás de Tolentino
Nació en 1245 en Fermo (Italia). La mayor parte de su vida la pasó en el convento agustino de Tolentino, cerca del lugar donde nació.
El hecho de su nacimiento fue una gracia del Santo Nicolás de Bari a sus padres, Compañón y Amada, que no se resignaban a tener, año tras año, vacío su hogar; de ahí que agradecidos al santo lo nombraran Nicolás.
Recibió las sagradas Órdenes en el año 1269. Aunque predicaba con el ejemplo, las buenas prendas de predicador le llevaron de un lado a otro. Tuvo visión de las almas del Purgatorio que solicitaban sufragios. Guía de almas muy estimado, llamaba al concurrido confesonario “el lecho de los moribundos” y siempre estuvo dispuesto a dar el perdón de los pecados, imponiendo penitencias suaves mientras él se reservaba completarlas después en su cuarto. Dormía en jergón de paja y tenía como cubierta sólo su manto. Flagelaba su carne con ásperos instrumentos, reconociendo sus huellas, después de muerto, los notarios. También, como al Cura de Ars, le maltrató el Demonio muchas veces, apaleándole, causándole heridas y dejándolo finalmente cojo. Lo mejor de las limosnas que recibía lo daba a los pobres. Los últimos años de su vida fueron de mucha enfermedad y aún así, ayudado por un hermano y apoyado en una muleta, curó de su parálisis a un enfermo con una bendición. Durante varios días, un meteoro luminoso que alumbraba a todo Tolentino predijo su muerte.. y su gloria en los días últimos de su vida. Una vez muerto, el agua con que lavaron sus manos se conservó limpia y curandera. Célebre fue, más que otros, la resurrección de la joven de Fermo. La reliquia de su brazo ha derramado sangre más de dos docenas de veces.
Resalta en esta vida ejemplar, tan llena de amor de Dios y dedicación a los hombres, el apoyo fontal que para él fue la Eucaristía. Se preparaba para la Misa con el dolor de los pecados y la confesión sacramental incluso diaria. Refieren los testigos tanto religiosos como laicos que no dejó de celebrar la Santa Misa aún con los achaques de la enfermedad, repetidas veces se acercaba apoyado en un bastón y otras, llevado en volandas, a peso.
Confortado con el Viático, murió en el 1305.
Junto a este personaje hay otros santos y mártires a los que también se les celebra este martes 10 de septiembre como los siguientes:
San Agabio de Novara
San Autberto de Avranches
San Eduardo Barlow
San Nemesio de Alejandría
Santa Pulqueria de Constantinopla
San Salvio de Albi
San Teodardo de Spira
Beato Jacobo Gagnot
Beato Oglerio de Locedio
Beato Sebastián Kimura y compañeros
La canonización
La Iglesia Católica y ortodoxa usan la canonización para declarar como santo a una persona ya fallecida, lo que implica incluir su nombre en el canon (lista de santos reconocidos) y el permiso de venerarla, reconociendo su poder ante Dios.
Durante el Cristianismo, las personas eran reconocidas como santas sin necesidad de un proceso formal; sin embargo, ello cambió en la Edad Media.
En el caso del catolicismo, la Iglesia debe hacer una investigación exhaustiva de la vida de la persona a santificar y existen cuatro formas de lograr el nombramiento: la vía de las virtudes heroicas; la vía del martirio; la de las causas excepcionales, confirmadas por un culto antiguo y fuentes escritas; y la del ofrecimiento de la vida.
Además, es requisito indispensable que haya hecho al menos dos milagros (o uno en el caso de ser mártir). La canonización se hace en una solemne declaración papal y se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica.
No hay un periodo establecido para realizar la canonización de un personaje, pues incluso hay casos como el de San Pedro Damián que fue canonizado hasta 756 años después de su muerte o, por el contrario, el caso de San Antonio de Padua que fue nombrado hasta 352 días después de su deceso.
La última canonización tuvo lugar en octubre de 2019, cuando el Papa declaró santos al cardenal John Henry Newman y a la hermana Dulce, de Brasil.