Qué santo se conmemora hoy: onomásticos de este miércoles 2 de noviembre

Consulta el listado de los santos y mártires para que no se te olvide ninguna felicitación es este día

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Buenas acciones, sacrificios mortales e incluso sucesos inexplicables surgidos por una aparente divinidad, son las razones por las que diferentes individuos fueron beatificados y canonizados por el Vaticano para llevar consigo el nombre de santo.

Todos los días, marcados en el calendario, se conmemora la vida y muerte de estos seres, hombres y mujeres, que dedicaron su existencia a la iglesia católica misma que les valió el nombramiento.

Este es el santoral del miércoles 2 de noviembre.

Celebración del día: Todos los fieles difuntos

Hoy son multitudes las que van y vienen a los cementerios que están durante todo el día llenos. En los alrededores hay puestos de flores con cantidad de ofrecimientos para adornar siquiera sea por fuera las tumbas y nichos de los seres queridos. Hasta la Iglesia premia determinadas actitudes de los fieles con indulgencias aplicables a los muertos.

Se lee en cada tumba RIP —DEPA en versión moderna hispana— bien como oración que indica deseo vehemente, bien como afirmación. Al cristiano ese fonema -iniciales de Requiescat in pace en latín o de Descanse en paz en castellano- le suena a oración con tintes de esperanza al recordar lo bueno realizado en vida por el muerto y teniendo muy presente lo mucho que abarca la misericordia de Dios; desde la increencia sólo suena a voz hueca expresiva de la quietud del muerto, del profundo silencio del cementerio considerado como su última morada y juzgando la separación pretérita como una "pérdida irreparable".

Sin querer, se mezcló la mentalidad pagana: terror y ambiente macabro. Corrupción, abandono y soledad. Vino el espíritu tenebroso del Renacimiento que resumía su pensamiento al respecto con calaveras, tibias cruzadas y columnas rotas como iconografía ridícula, válida para animales cuyo ser muere en su totalidad y no para el cristiano, que vive esperando su resurrección y hace de su propia muerte el acto humano capital de entrega al Creador, sin dudosa improvisación, adiestrado por las continuas entregas diarias.

Contemplar el hecho de la muerte a lo pagano se hace irresistible para una sociedad hedonista que bien querría eliminar de raíz su recuerdo. Se contempla a diario que va en auge y tomando cuerpo el "piadoso" ocultamiento casi sistemático del cadáver como si el muerto hubiera hecho algo muy malo o vergonzoso al morirse; como si el muerto fuera algo que es preciso disimular en el tanatorio -sin mortaja a la vista- y con velatorio breve y de compromiso.

También se aprecia que la frecuente dificultad de pagar costos elevados por la muerte del familiar tiene gran parte de la culpa de que se haya borrado tan pronto la memoria de muchos muertos, o se borrará en breve y consecuentemente desaparecen también los posibles sufragios; el tarro de las cenizas que entregaron al poco de la incineración se conservó en el sitio de honor de la casa el tiempo que duraron las lágrimas, luego llegó a estorbar porque los vecinos decían que era algo macabro, fue pasando a lugares menos dignos hasta que las cenizas se espolvorearon en el campo con hipócrita manifestación romántica y sentimentaloide, o sencillamente acabaron en el contenedor de la basura una buena noche.

Una ineludible interrogación está en la cabeza de los que creemos y también ronda en el pensamiento de los que aún conservan un recuerdo, aunque sea débil y lejano, de la existencia del más allá ¿Están ya en la Patria los muertos motivo del recuerdo o han de purificarse todavía

La celebración de "los que nos han precedido con el signo de la fe" comenzó con san Odilón de Cluny y se extendió por toda la Iglesia. No deja lugar a duda: Son los cristianos muertos los que motivan hoy nuestro rezo. Con los testimonios bíblicos veterotestamentarios, la fe y práctica de la Iglesia Católica confiesa como verdad perteneciente a la fe la existencia del Purgatorio, ese misterioso ámbito, más allá de esta vida, donde se realiza la purificación previa a la gozosa y definitiva proyección hacia la beatitud.

La muerte, ¿esqueleto con guadaña Los fieles difuntos no se evocan entre las brumas otoñales como un signo de muerte, sino de gozo por la segura, aunque retardada, conquista de la eternidad con Dios. La muerte no abre las puertas de la nada, sino de la plenitud de la vida, no hay otra visión posible desde la fe.

El libro del Éxodo narra la salida del Pueblo de la esclavitud con el apoteósico paso del mar Rojo donde termina el enemigo; luego vinieron la Alianza, el maná y camino largo sembrado de dificultades por el inhóspito desierto donde se hace resplandecer el cariño de Dios, la esperanza de la tierra prometida y su posesión. Encierra con su tipología un formidable paso de lo transitorio a lo estable que podría servir para explicar lo que pasa el día en que se conmemora a los fieles difuntos e incluso para revitalizar el espíritu cristiano ante la muerte, porque así es el comienzo y fin de la vida del cristiano.

Muchas cosas convendría revisar porque no pocas veces viene precedida la muerte de la falsa y burguesa idea de no facilitar la presencia del sacerdote con pretextos erróneos de respeto a la intimidad del moribundo y de sus deudos. La debilidad de la fe y el falso sentimiento de piedad hacia el agonizante impiden, en casos cada vez más frecuentes, recibir el perdón de los pecados con el sacramento de la Confesión y las mejores disposiciones ante la ruptura próxima con el sagrado signo de la Unción.

El bautizado vibra con agrado y consuelo por la comunión del Cuerpo de Cristo tomada como Viático, porque sabe que recibe al Buen Pastor -frecuente motivo evangélico en las catacumbas, pensado por los primeros cristianos-. Se siente amparado por los santos y sus méritos en su definitivo paso a la eternidad, apoyado por la Virgen María y rodeado de quienes, queriéndole, le despiden con los honores del que terminó su pelea. Sí, el Rosario y las Letanías son como las salvas de honor. ¡Cómo no besar la imagen del crucifijo redentor en la hora postrera, cuando se unen y compenetran la iglesia de la tierra, la del purgatorio y la del cielo!

Pedimos hoy que se abrevie la dolorosa impaciencia de poseer el Bien seguro y cierto, que la ansiada Luz ilumine ya sus tinieblas esperanzadas y que sean nuestros valedores cuando caminamos.

(Fuente: archimadrid.es)

Junto a este personaje hay otros santos y mártires a los que también se les celebra este miércoles 2 de noviembre como los siguientes:

San Acindino y compañeros

San Agauno abad

San Ambrosio de Agauno

San Carterio de Sebaste y compañeros

Santa Daría Bochana

San Ernino anacoreta

San Jorge de Viennes

San Justo de Trieste

San Malaquías de Armagh

San Marciano de Calcedonia

Santa Margarita de Lorena

San Victorino de Pettau

Santa Winefrida de Holywell

Beato Juan Bodey

Beata Margarita de Lorena

Beato Pío Campidelli


Consulta las biografías de cada uno de estos personajes dando clic aquí.

El origen de los santos

Santoral"
El Papa Francisco asiste a una misa por la beatificación del Papa Juan Pablo I en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el 4 de septiembre de 2022. (REUTERS/Remo Casilli) (Vatican Media/Folleto)

La Iglesia Católica y ortodoxa usan la canonización para declarar como santo a una persona ya fallecida, lo que implica incluir su nombre en el canon (lista de santos reconocidos) y el permiso de venerarla, reconociendo su poder ante Dios.

Durante el Cristianismo, las personas eran reconocidas como santas sin necesidad de un proceso formal; sin embargo, ello cambió en la Edad Media.

En el caso del catolicismo, la Iglesia debe hacer una investigación exhaustiva de la vida de la persona a santificar y existen cuatro formas de lograr el nombramiento: la vía de las virtudes heroicas; la vía del martirio; la de las causas excepcionales, confirmadas por un culto antiguo y fuentes escritas; y la del ofrecimiento de la vida.

Además, es requisito indispensable que haya hecho al menos dos milagros (o uno en el caso de ser mártir). La canonización se hace en una solemne declaración papal y se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica.

No hay un periodo establecido para realizar la canonización de un personaje, pues incluso hay casos como el de San Pedro Damián que fue canonizado hasta 756 años después de su muerte o, por el contrario, el caso de San Antonio de Padua que fue nombrado hasta 352 días después de su deceso.

La última canonización tuvo lugar en octubre de 2019, cuando el Papa declaró santos al cardenal John Henry Newman y a la hermana Dulce, de Brasil.

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