Hace unas décadas, incluso siglos, los ancestros acostumbraban a nombrar a sus hijos con el nombre del santo del día en que nacieron, no en vano en las famosas “Mañanitas” hay una estrofa que dice: “Hoy por ser día de tu santo te las cantamos aquí…”.
El onomástico es el día en que se festeja algún santo, aunque es común que mucha gente lo use como sinónimo de cumpleaños, lo cual es erróneo, pues al hablar de él sólo se alude al listado de los nombres del santoral.
Como todos los días del año, este 27 de agosto también se conmemora a las mujeres y hombres que destacaron por tener conexiones especiales con las divinidades, que hicieron buenas acciones por el prójimo, y que tenían una elevada ética y moral, motivos que los llevaron a ser canonizados o beatificados y formar parte del santoral.
Santo del día
Santa Mónica de Hipona nació en Tagaste (hoy Argelia en África del Norte) en el año 332 y es recordada y venerada por sus virtudes cristianas y por haber logrado la conversión de su hijo, San Agustín de Hipona.
Mónica creció en el seno de una familia cristiana y, aunque quiso pasar su vida dedicada a la oración y en soledad, sus padres la obligaron a casarse a corta edad con un hombre mayor de origen romano llamado Patricio, sin embargo, era un hombre violento que además de cometer adulterio era jugador y no creía en lo espiritual. Antes de morir, Mónica convirtió a Patricio al cristianismo.
Este matrimonio tuvo tres hijos: dos hombres y una mujer, pero sólo dos sobrevivieron a la infancia, Agustín y Navigio. El mayor, Agustín, haría ver la suerte de Mónica, pues era un hombre rebelde, vago e indisciplinado que además abrazó el maniqueísmo, lo que lo llevó a alejarse de su madre.
Luego de seguir a su hijo hasta Roma y tras pasar adversidades, finalmente logró convencerlo de cambiarse al cristianismo a los 28 años de edad luego de ser bautizado en la Iglesia de San Juan Bautista en Milán.
Con Agustín ya convertido, la familia optó por regresar a su tierra natal, pero en el camino la fiebre invadió a Mónica y falleció a los 55 años de edad. En algunas páginas del libro Confesiones San Agustín plasma cómo fueron sus últimos días con su madre y cómo se sintió tras su muerte.
Debido a su historia, madres y esposas recurren a orarle a Santa Mónica, además de ser un ejemplo de piedad y bondad, una madre abnegada y preocupada por la familia capaz de vencer las adversidades.
Junto a este personaje hay otros santos a los que también se les celebra este día, como los siguientes:
Santa Antusa mártir
San Cesáreo de Arlés
San David Lewis
San Gebhardo de Constancia
San Guarino de Sión
San Juan de Pavía
San Licerio de Couserans
San Narno de Bérgamo
San Poemeno de Tebaida
San Rufo de Capua
Beato Ángel Conti
Beato Carlos Renato Collas du Bignon
Beato Domingo de la Madre de Dios Barberi
Beato Fernando González Añón
Beato Francisco de Santa María y compañeros
Beato Juan Bautista Vernoy de Montjournal
Beata María del Pilar Izquierdo Albero
Beato Raimundo Martí Soriano
Beato Rogerio Cadwalador
Qué es la canonización
La Iglesia Católica y ortodoxa usan la canonización para declarar como santo a una persona ya fallecida, lo que implica incluir su nombre en el canon (lista de santos reconocidos) y el permiso de venerarla, reconociendo su poder ante Dios.
Durante el Cristianismo, las personas eran reconocidas como santas sin necesidad de un proceso formal; sin embargo, ello cambió en la Edad Media.
En el caso del catolicismo, la Iglesia debe hacer una investigación exhaustiva de la vida de la persona a santificar y existen cuatro formas de lograr el nombramiento: la vía de las virtudes heroicas; la vía del martirio; la de las causas excepcionales, confirmadas por un culto antiguo y fuentes escritas; y la del ofrecimiento de la vida.
Además, se considera si la persona vivió las virtudes cristianas en un grado heroico o si sufrió martirio a causa de su fe, asimismo, es requisito indispensable que haya hecho al menos dos milagros (o uno en el caso de ser mártir).
La canonización se hace en una solemne declaración papal y se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica.
No hay un periodo establecido para realizar la canonización de un personaje, pues incluso hay casos como el de San Pedro Damián que fue canonizado hasta 756 años después de su muerte o, por el contrario, el caso de San Antonio de Padua que fue nombrado hasta 352 días después de su deceso.
La última canonización tuvo lugar en octubre de 2019, cuando el Papa declaró santos al cardenal John Henry Newman y a la hermana Dulce, de Brasil.
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