Para que la indumentaria se vea reluciente, como nueva, cada vez que la Selección representa al fútbol argentino en una competencia o amistoso, detrás están ellas. Son las empleadas de la lavandería del complejo de Ezeiza, que día a día se proponen que el celeste y blanco (o el azul/negro del atuendo alternativo) se detecte impecable.
"Cuando hay barro se hace más difícil", resalta una de ellas, que viven la Copa del Mundo con los latidos conectados a los de los jugadores. "Provoca emoción, más cuando se acerca el Mundial", acepta.
Hay un rito, que se cumple cada vez que Argentina parte hacia una competencia importante y, más aún, en la previa de un Mundial. Mientras el micro recorre todo el predio desde el Complejo 2, donde está la concentración de Argentina, hasta la puerta, los empleados se ponen al costado del caminito y saludan con entusiasmo y buena energía.
"Nosotras los saludamos desde la puerta de la lavandería cuando van al Mundial. Y queremos que ganen. Estoy emocionada", continúa la interlocutora.
El conjunto de trabajadoras de lavandería, a diferencia de lo que sucede con los empleados de cocina, o los mozos, no viajan a Rusia. Pero hacen todos los esfuerzos posibles para que el apoyo viaje. "Les gritamos a la tele y decimos cosas… Malas palabras se dicen", acepta.
De todos modos, cuando en el Mundial salen a la cancha las camisetas inmaculadas, ellas gritan su humilde pero valioso gol.