Belgrano, eslabón que une las tradiciones coloniales con los principios revolucionarios

Por Juan Pablo Bustos Thames

Belgrano hace bendecir la bandera

Junio es el mes de Belgrano, que nació el 3 (1770) y murió el 20 (1820); en su honor, el 3 de junio es el Día del Inmigrante italiano –su padre era un comerciante originario de Liguria- y el 20, como es más sabido, el Día de la Bandera.

Manuel Belgrano es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más puras que vieron la luz en nuestro suelo y un hombre sin el cual sería prácticamente imposible rememorar nuestra gesta de lucha para constituirnos en una nación independiente. Tanto es así, que su primer biógrafo de relevancia, el ex presidente Bartolomé Mitre, entrelazó la narración de la historia de la Independencia argentina con el estudio de la biografía de Manuel Belgrano, justificándolo de este modo: "Combinada la biografía con la historia, el argumento del libro es el desarrollo de la idea de independencia, desde sus orígenes, a fines del siglo pasado, hasta la descomposición del sistema colonial, en 1820, en que acaece la muerte de nuestro héroe, explicando, en el curso de la narración, lo que esa idea debe a Belgrano".

Es más, explica acertadamente Mitre que "la vida de Belgrano está tan identificada a la vida del pueblo a que consagró su existencia toda, que es imposible escribir la una sin historiar la otra. Sin pertenecer precisamente al número de aquellos grandes hombres que dominan y resumen una época, a la que imprimen el sello de su genio, Belgrano es una de aquellas figuras simpáticas, que, bajo cualquier punto de vista que se miren, se destacan en relieve, haciendo converger hacia ellas, los rayos luminosos de la historia".

El valor moral de Belgrano trascendió tanto a sus compatriotas, que un relevante contemporáneo suyo, el general inglés John Miller, que sirviera a las órdenes del general José de San Martín, lo describió así: "Belgrano fue uno de los hombres más liberales, más honrados, más desinteresados que ha producido la América del Sud".

El primero en escribir sobre su vida fue el propio Manuel Belgrano quien, hacia 1814, empezó a redactar su "Autobiografía". Consta de tres partes. La primera abarca cuarenta años de su vida: desde su nacimiento, en 1770, hasta la Revolución de Mayo. La segunda parte, que quedó trunca, comprende su Campaña al Paraguay. La tercera, también inconclusa, narra sus peripecias antes de la Batalla de Tucumán. La primera parte de la autobiografía del prócer fue originariamente publicada como Apéndice del Primer Tomo de la obra de Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (1857). La segunda y la tercera fueron publicadas como apéndices, al fin del primer tomo de las Memorias Póstumas del general José María Paz (1855).

“Yo emprendo a escribir mi vida pública, (…) con el objeto que sea útil a mis paisanos, y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia” (Manuel Belgrano)

¿Cómo llegó la primera parte de la Autobiografía de Belgrano a manos de Mitre? Explica el ex presidente que por algún motivo el manuscrito originario terminó en poder de Bernardino Rivadavia, íntimo amigo del prócer, quien lo conservó "entre sus papeles hasta 1841, época a que pasó a poder de Florencio Varela". De este original, luego extraviado, salió el texto que conocemos hoy.

Belgrano inicia su Autobiografía con un aviso: "Nada importa saber o no, la vida de cierta clase de hombres que todos sus trabajos y afanes los han contraído a sí mismos, y ni un solo instante han concedido a los demás; pero la de los hombres públicos, sea cual fuere, debe siempre presentarse, ó para que sirva de ejemplar que se imite, ó de una lección que retraiga de incidir en sus defectos. Se ha dicho y dicho muy bien que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir; porque, desengañémonos, la base de nuestras operaciones, siempre es la misma, aunque las circunstancias alguna vez lo desfiguren". Reconoce, con sensatez, que a nadie le interesa saber sobre aquellas personas que en sus vidas únicamente se han interesado por sí mismos; sin haberse nunca brindado a los demás. Ahora bien, la vida de los hombres públicos sirve como ejemplo a imitar o para evitar incurrir en sus mismos errores.

“Con la espada o la pluma, mandando u obedeciendo, protagonista o simple actor, Belgrano tiene siempre un rol en el drama de la historia” (Mitre)

"Belgrano es uno de aquellos hombres –escribe Mitre- que no tienen vida privada. Todas sus acciones fueron tendentes al servicio público; todas sus afecciones las reconcentró en la patria; todas sus ideas tendieron al bien de sus semejantes, y con la espada o la pluma, mandando u obedeciendo, sea como protagonista, o como simple actor, él tiene siempre un rol en el drama de la historia… Esto es lo que hace de él un verdadero tipo, digno de presentarse á la admiración de un pueblo republicano, y lo que facilita más el amalgama de la historia general, con su biografía particular".

“La vida de Belgrano está tan identificada a la del pueblo al que consagró su existencia toda, que es imposible escribir la una sin historiar la otra” (Mitre)

Reconociéndose un hombre público de su época, Belgrano se preocupa por cómo quedará su memoria para la posteridad, y resuelve aportar su propia versión de los hechos que le ha tocado protagonizar. Escribió para ser útil a sus compatriotas, (imitando el ejemplo de Benjamín Franklin, diría Mitre, con el cual tiene muchos puntos de contacto).

Prosigue justificándose Belgrano: "Yo emprendo a escribir mi vida pública, puede ser que mi amor propio acaso me alucine, con el objeto que sea útil a mis paisanos, y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia; porque el único premio a que aspiro por todos mis trabajos, después de lo que espero de la misericordia del Todo-Poderoso es conservar el buen nombre que desde mis tiernos años logré…".

Efectuadas estas precisiones previas, nos habla de su venida al mundo: "El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis padres D. Domingo Belgrano y Peri, conocido por Pérez, natural de Onelia, y mi madre Da. María Josefa Gonzales Casero, natural también de Buenos Aires. La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época".

Manuel Belgrano lideró el éxodo jujeño

Mitre nos brinda mayores precisiones: "Manuel Belgrano había nacido en Buenos Aires el día 3 de Junio de 1770, en el seno de una familia distinguida y favorecida por la fortuna… Era su madre una piadosa mujer, cuya familia fundó el colegio de niñas huérfanas de San Miguel; y su padre, aunque extranjero, llegó a ser Regidor y Alférez real de la ciudad de Buenos Aires. Tuvo siete hermanos varones y cuatro mujeres. Los primeros siguieron con honor las distintas carreras de las armas, del sacerdocio, de la magistratura y del comercio, ocupando varios de ellos algunos puestos elevados en la administración del Estado y en las Asambleas Legislativas. Él, que era uno de los menores, fue bautizado en la Iglesia Catedral de Buenos Aires, al día siguiente de su natalicio, con el nombre de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús".

Su padre era Domingo Francisco Belgrano Peri. Nació en Oneglia, un caserío en Liguria, al norte de Italia. Los abuelos paternos de Belgrano eran: Carlos Félix Belgrano y María Gentile Peri. En la familia destacaban los funcionarios públicos al servicio del Ducado de Saboya, el Reino de Cerdeña, o de la República de Génova. Los Belgrano llevaban en sus genes el amor a servir a su Patria.

Nació el 3 de mayo de 1770 y fue bautizado como Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano

De joven, el padre de Manuel se mudó a Cádiz, importante enclave comercial europeo; y de allí en 1750 pasó al Río de la Plata donde, aprovechando sus contactos gaditanos, se dedicó al comercio con Europa y Brasil, prosperando económicamente. A poco de llegar, mutó su segundo apellido, de "Peri" al castizo "Pérez". El 4 de noviembre de 1757 se casó con María Josefa González Casero en la Iglesia de la Merced. Este matrimonio le permitió integrarse plenamente con la sociedad colonial porteña de la época. Un año antes del nacimiento del futuro general, en 1769, don Domingo obtuvo carta de ciudadanía española. En 1772 el gobernador Juan José Vértiz lo designó capitán en razón de su mérito, celo y conducta. En 1778 ingresó en la administración de la Aduana de Buenos Aires. En 1781 fue elegido regidor, alférez real y síndico procurador general del Cabildo de Buenos Aires; posiciones sólo reservadas a destacados vecinos locales.

Apoyó con entusiasmo el establecimiento del Consulado en Buenos Aires, del cual su hijo Manuel sería luego designado Secretario Perpetuo. Con posterioridad, competidores monopolistas acusaron injustamente a don Domingo de contrabandista, lo cual lo sumió en la desgracia, sufriendo desde entonces un injusto apartamiento social, por parte de los demás comerciantes. Luego fue sometido a un largo y penoso proceso judicial en el cual no se llegó a probar ninguno de los cargos que se le imputaban. Pese a lograr rehabilitar su buen nombre y honor, don Domingo no volvió a ser el mismo. No consiguió recuperar su posición económica y social y, sumido en depresión, falleció el 24 de septiembre de 1795 (en la misma fecha en que su hijo se cubriría de gloria, 17 años después, en la Batalla de Tucumán). Fue sepultado en la iglesia de su barrio, en Santo Domingo, con el hábito dominico; pues era hermano "prior" de la misma. Tal vez este enfrentamiento de su padre con el establishment monopolista colonial llevó a Manuel a adoptar con más fervor los principios de libertad de comercio, que luego esbozaría en los distintos trabajos y cargos públicos que ocupara.

La Iglesia de Santo Domingo

La madre de Manuel Belgrano nació en Buenos Aires. Su padre, Juan Manuel González Islas, era un santiagueño radicado en Buenos Aires (de allí el afecto que Belgrano tenía por Santiago del Estero, a la que donó una escuela). Don Juan Manuel se casó el 2 de abril de 1741 con Inés Casero; abuelos maternos del prócer. De este matrimonio nacería, dos años después, María Josefa González Islas y Casero, futura madre del creador de la bandera.

Doña María Josefa provenía de una distinguida familia de Buenos Aires. Era caritativa y piadosa; cualidades que transmitió a sus hijos. Su familia fundó el Colegio de Huérfanas de San Miguel. Falleció en Buenos Aires el 1º de agosto de1799. Fue sepultada, como su marido, en la Iglesia de Santo Domingo, de cuya orden fue tercera. Igual que sus padres, nuestro prócer pediría, a su término, ser también sepultado en esa misma Iglesia.

Los testamentos de los padres del Creador de la Bandera mencionan que el matrimonio tenía 12 hijos: Carlos José, José Gregorio, Domingo Estanislao, Manuel, Francisco, Joaquín, Miguel, Agustín, María Josefa, María del Rosario, Juana, Juana Francisca Buenaventura, y María Florencia, (fallecida antes que sus padres, que tenía entonces un hijo: Julián Vicente Gregorio Espinosa, con su marido: Julián Gregorio Espinosa, también difunto).

En ambos testamentos se menciona a los hijos entonces vivos y a la hija fallecida pero con descendencia. Otros investigadores (Mario Belgrano, Crollalanza, Ovidio Giménez) citan 13 hijos. Bartolomé Mitre sólo 11; tal vez a los vivos, después de la muerte de los padres. Raúl Molina menciona 14. Virgilio L. Martínez de Sucre reveló los nombres completos de los 16 hijos del matrimonio Belgrano Pérez – González Casero. Consigna sus fechas de bautismo, todos en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.

Uno de los hermanos, el doctor Domingo Estanislao Belgrano Pérez, fue sacerdote. Otros, como Francisco, José Gregorio y Carlos José, tuvieron destacada actuación durante la gesta de la Independencia.

En el seno de esa familia nacía a la vida Manuel Belgrano; quien, como diría Mitre, "es el eslabón de la cadena que une las tradiciones coloniales a los principios revolucionarios; representando, en ambas épocas, un rol conspicuo, como hombre de iniciativa por el pensamiento y por la acción; dominado siempre por la pasión del bien, y siempre dominando a sus contemporáneos por la elevación de su carácter, y la austeridad de su virtud". El alma más noble y pura, sin dudas, dentro de nuestros Padres Fundadores, que nos dieron la Patria que tenemos hoy.

Manuel Belgrano (1770-1820)